Blog | Recto verso

Chequera del visitante

ÚLTIMAMENTE ME mosquea muchísimo esa manía que les entró a los de las tiendas por pedirte el código postal. Cuando hace unos días no quise darlo en una de ellas tras comprar (atención) un bombín para hinchar balones, el chico que me atendía se quedó como petrificado. Claramente le rompí la cadena que engarzan de corrido: hola buenos días o buenas tardes, va a querer una bolsa, son no sé cuántos, me dice su código postal. Muy educadamente le dije que si le daba igual no se lo decía. Tras el pasmo inicial, parecieron derretírsele el moreno y la gomina del pelo y balbuceó algo parecido a «no, si no es para nada importante». Ya sé que al pobre le salió así, y da rabia que esto te pase con el de la caja, que ni pincha ni corta, pero así son las cosas, y como me lo puso a huevo le contesté que, si no era importante, no le importaría que no se lo diese. Muy colorado y con los de la cola mirando intrigados la situación, dijo que «no, no, faltaría más». Estuve por decirle que vivo al lado, pero me dio cosa.

En las oficinas de turismo también te preguntan siempre de dónde vienes. Pero yo dudo de la eficacia de la pregunta. Sería mucho mejor pedir una copia de la declaración de la renta. Es una de las pocas formas de atinar con quién nos visita realmente. ¿Quiénes son los visitantes de A Mariña?

Al turista no hay que preguntarle de dónde viene, sino cuánto paga a Hacienda

Mucha gente se queja de que los que vienen comen de bocadillo y no gastan un duro. Otros cuentan eso de que comparten entre cuatro una ración de pulpo. Todavía resuena aquella frase ingeniosa de Beiras de que los peregrinos eran turistas diésel porque andaban mucho y gastaban poco. Quién sabe. Quejas siempre hubo. Pocas veces, aunque es verdad que alguna sí, escuché a gente decir algo así como «¡qué bien me va!» La vida, supongo, es una lucha constante. Lo de ir bien o mal es relativo. Conocí negocios relacionados con la noche con los que parecía increíble que su dueño no entrase en la lista Forbes. Y se hundieron. Así que cada uno sabe las suyas.

Pero a lo que íbamos es que parece notablemente más útil saber qué sector económico de gente nos visita que su lugar de procedencia.

Ribadeo y Viveiro centran los lugares con hoteles de esos con muchas estrellas y también copan la denominada ‘clase media’. Tiene muchísimas plazas hoteleras y en toda la comarca solo Foz ofrece algo parecido.

Hace unos años se detectó con suma facilidad, tal vez puede que incluso con algo de retraso, que había que hacer casas de turismo rural. Y muchos se lanzaron a por ellas y hoy la oferta es razonable, aunque muy lejos todavía de lo que se puede encontrar en Asturias o Cantabria, donde nos aventajan de forma sonrojante.

Conocer la nómina de nuestros visitantes nos permitiría por ejemplo construir marisquerías en lugar de pulperías o resorts en lugar de hoteles de dos estrellas.

Es evidente que esto no es Puerto Banús, como lo es que tampoco es Magaluf, con sus ofertas de 300 euros la semana todo incluido para que los ingleses se maten saltando por los balcones. Por el medio debemos de andar, aunque convendría afinar lo máximo posible.

Es evidente que esto no es Puerto Banús, como lo es que tampoco es Magaluf. Por el medio debemos de andar

Porque además no es lo mismo la gente que viene de vacaciones un mes a un piso que tiene en Foz que los que se tiran una semana de hotel en Viveiro. Como a su vez no creo que tenga mucho que ver la gente que viene a hacer surf a Lóngara, en Barreiros, con los que van a las playas de O Vicedo y estos a su vez con los que se tiran tres semanas en Ferreira.

Conocer estas cosas valdría para cumplir, aunque fuera mínimamente, aquello de ‘cada cual según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades’. Claro que para llevar eso adelante, al nivel que sea, hace falta, ante todo, dinero. Aunque sea para asfaltar unas carreteras que en según qué tramos se nos caen a pedazos. Eso es algo así como tener rotas las tablillas de los pantalanes del puerto deportivo de Marbella: así no se va a ninguna parte.

Sean de clase baja, alta o de la tropa de por el medio, no es pedir demasiado que la gente que venga por aquí se tope con unos lugares en condiciones razonables. Los que tenemos, que por desgracia tampoco son muchos. Somos dados a creer que tenemos aquí el oro del rey, pero finalmente todo suele encajar sin problemas en un tríptico que se envía a Fitur.

Además, como en temas promocionales parece que se hacen las cosas razonablemente bien, tampoco sería mucho pedir que se trabajase también a nivel de administraciones, incluso aunque no seamos Sanxenxo.

EL GUSTO. Una fiesta que está llamada a crecer aún más en Ribadeo

EL RIBADEO INDIANO es una fiesta temática de solo dos años de trayectoria. Cualquiera que la visite se dará cuenta sin mucho esfuerzo de que le quedan muchos por delante. Es sorprendente que tras solo dos ediciones la respuesta de los ribadenses sea totalmente increíble, porque aunque muchos hagan apaños, lo cierto es que no es sencillo ni, en ocasiones, barato, hacerse con uno de los complicados trajes que se precisan para caracterizarse de esa época. Las cosas les van saliendo bien y ahora les toca saborear el tremendo éxito de estos dos últimos días y, por qué no, colgarse alguna medalla.

EL DISGUSTO. Una carretera que no acaba de convencer a sus usuarios

LA CARRETERA de Riotorto a Marco de Álvare, que ejecutó la Diputación, por cierto en época en que se encargaba de obras el ahora discutidísimo Manuel Martínez, parece tener definitivamente la negra. No acaba de convencer a los usuarios porque en algunos tramos comentan que el trazado es peligroso, en otros demasiado estrecho y, en general, salvo el piso, que por el momento nadie lo critica, no convence porque dicen que no está resultando nada operativa. Sea como fuere, tras tantos años de espera, lo cierto es que se pudieron haber hecho las cosas mucho mejor.

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