Cando a adopción non é a panacea

Vista del interior de un centro de menores (Foto: OT. AGN)
photo_camera Vista del interior de un centro de menores (Foto: OT. AGN)

Las estadísticas dicen que en torno al 2 por ciento de las adopciones, tanto nacionales como internacionales, acaban en fracaso en España. Y Galicia no es ajena a esta residual pero dura realidad.

“El fracaso existe y es nuestra gran pesadilla”, reconocen fuentes del sistema gallego de menores, que aseguran que los casos de ruptura familiar suponen una mancha porque “son historias en las que fracasamos todos”. Porque falla la familia adoptante, pero también el que ha hecho la idoneidad, “todo el proceso de intentar dar un hogar a un niño necesitado de cariño”.

En los casos de adopción frustrada se dan dos circunstancias: una ruptura muy importante de las expectativas de los padres, que se esperaban un hijo más cariñoso y fácil; y luego un menor dañado por su propia historia, lo que supone dificultades de control y adaptación. Y es que los pequeños, debido al duro pasado que arrastran, suelen mostrar rechazos afectivos, lo que dificulta a los padres adoptivos crear vínculos con el menor, al que a veces no saben poner límites.

Cuestión de rebeldía
Entonces se produce la ruptura y el menor vuelve a ser tutelado por el sistema de protección. “Los padres argumentan que no pueden con ellos y los devuelven, así de duro”. Aunque el porcentaje de fracaso aún es residual en la comunidad, cada adopción frustrada implica un gran drama por ser una forma de abandono.

“Una noche me dijeron que no aguantaban más la situación y que por la mañana me llevarían a Menores. No me lo tomé en serio, pero al día siguiente me vi despidiéndome de los que fueron mis padres durante ocho años e ingresando de nuevo en un centro”. Mónica, nombre ficticio de una joven viguesa de 17 años, rescata del pasado uno de los momentos más amargos que le tocó vivir.

Adoptada a los cinco años, reconoce que siempre fue una niña “rebelde y difícil” a la que le costó adaptarse a su nuevo hogar. Sin embargo, tiene claro que los problemas que tuvo con sus padres adoptivos no eran tan insalvables como para no poder haber evitado la ruptura. “Pero no nos entendíamos y ellos dijeron hasta aquí”, relata la joven desde el piso de acogida en el que vive desde que a los 13 años su nueva familia se desentendió de ella.

Reconoce que el problema en su caso fue de ella, «por ser tan difícil», aunque también descarga cierta responsabilidad en sus padres, “por no pararme a tiempo o hacerlo de una forma que no era la adecuada”, asegura la menor, que explica que no ha vuelvo a verlos porque “no quieren saber de mí”.

Conscientes de que el reto es reducir al mínimo estos casos, los implicados en protección de menores inciden cada vez más en las dificultades que conlleva la adopción durante la formación de los candidatos a convertirse en padres.

Valoración de idoneidad
Alberto Pereira, psicólogo experto en acogidas –trabajó 15 años en el equipo de adopción de Pontevedra y en la actualidad es coordinador del Servizo do Menor de la provincia– defiende precisamente el proceso de idoneidad al que la Xunta somete a los nuevos padres como «una garantía» para luchar contra el fracaso.

Uno de los objetivos de esta valoración es descartar las motivaciones altamente vinculadas con la ruptura, como querer tener un hijo “para compensar la muerte de otro, tener un heredero o para ser como todo el mundo”.

La valoración de idoneidad suele resultar a las familias “un trago difícil de digerir”, ya que no entienden por qué ellos deben ser examinados cuando a los padres biológicos no se les exige nada a la hora de tener un hijo, según explica Pereira.Sin embargo, el psicólogo explica que precisamente la existencia del fracaso hace necesario estudiar «en profundidad» el medio familiar en el que se va a meter a un niño.

Una vez que la familia interesada en adoptar hace la solictud se somete a un proceso de valoración en el que la Administración, a través de entrevistas y una visita a su casa, decide si es apta para la acogida.

Uno de los puntos fuertes de la formación es que los padres anticipen todas las dificultades con las que se pueden encontrar, para lo que se exponen casos de niños cuya adaptación fue complicada. Hay quien se da cuenta de que no está preparado y se retira del proceso.

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