Opinión

Botellón

El botellón, tras varias tentativas fallidas de vedarlo o regularlo, sigue significándose por la pérdida de control de quienes participan, inducida por la intoxicación etílica, asociada con episodios de vandalismo, rotura de mobiliario urbano, peleas y demás. Pretender reorientar/corregir actitudes apelando a cambios de conducta de los concurrentes es perder el tiempo mientras no exista una restricción taxativa. Lo único que queda es establecer escenarios en los que los daños o desperfectos colaterales sean menores, impidiendo utilizar lugares singulares en que se perturbe de forma directa a la ciudadanía o sean susceptibles de daños muy cotosos, que han de repararse con el dinero de todos. Por eso son justificadas las protestas por la utilización del parque Rosalía de Castro, la principal zona ajardinada y de esparcimiento urbano, muy afectada por los devastadores botellones, con el consiguiente peligro para la población, sobre todo niños, ya que los servicios de limpieza son incapaces de eliminar o retirar los residuos que generan las concentraciones masivas de los fines de semana. Ya se habló más de una vez en proceder al cierre del recinto durante la noche. No se hizo, y algo habrá que hacer para impedir la invasión.

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