Belesar: de 3.000 a tres trabajadores

Hace 57 años que se puso en marcha en Chantada el embalse, una construcción faraónica no exenta de polémica
Paco Viñas, antiguo trabajador de Fenosa, observa el embalse de Belesar. MIGUEL PIÑEIRO
photo_camera Paco Viñas, antiguo trabajador de Fenosa, observa el embalse de Belesar. MIGUEL PIÑEIRO

"No pasado, poñer a funcionar a presa levaba media hora e facía falta xente. Agora premes un botón e listo". Quien habla es Ceferino Rey, una de las muchas personas que llegaron a Chantada en algún momento de los últimos 57 años para trabajar en el embalse de Belesar, en su día el más grande de España.

La frase de Ceferino resume a la perfección el pasado y el presente de esta faraónica estructura que empezó su actividad en 1963. La mano de obra necesaria para hacer funcionar este gigante instalado en el río Miño –en la parroquia chantadesa de San Fiz a pesar de llamarse Belesar– era abundante y mucho más lo fue el número de personas encargadas de construirlo.

Paco Viñas es hoy un vecino más de Chantada, afincado en la villa del Asma, donde es muy conocido. En su día tuvo que trasladarse desde su Mondoñedo natal para ganarse la vida con el embalse. Jubilado actualmente, él fue uno de los aproximadamente 3.000 obreros que residían en los barracones levantados durante la ejecución de la obra.

"Pasei oito meses aí ata que me mudei a Chantada. En cada un había sitio para cen persoas. Na época que máis xente traballamos no levantamento da presa rondamos as 3.500 persoas", relata. Viñas recuerda que una vez puesto en marcha el embalse, inaugurado por el dictador Franco, el número de empleados ya se redujo a unos cien. "Había 75 profesionais de oficio e 25 peritos", concreta.

Con el paso de los años, el funcionamiento de Belesar se automatizó cada vez más. La informática y la tecnología avanzaron, los trabajadores se fueron jubilando y la mano de obra descendió hasta el punto de que hoy en día su plantilla la componen solo tres personas. Su cometido es vigilar que todo funcione correctamente. Los ordenadores hacen el resto.

La informática y la automatización de las labores han reducido casi al 100% la mano e obra en una instalación que todavía impresiona

"Se non hai traballo en Belesar van para outro lado. É o que teñen os avances. Onde antes necesitabas catro operarios agora non che fai falta nada", comenta Ceferino Díaz, lucense que se desempeñó 19 años en la presa. Los citados tres trabajadores no se ocupan solo de Belesar, sino también de Os Peares, situado unos kilómetros Miño abajo.

Los inicios. "Alí había de todo o que te podes imaxinar: mecánicos, fontaneiros, carpinteiros... O primeiro que se automatizou foi a apertura dos aliviaderos. No 1971 pasou a depender dos técnicos de cuadros", rememora Viñas.

Las crónicas de la época hablan de una Chantada que superaba los 10.000 habitantes, con varios cines funcionando al mismo tiempo y múltiples ofertas de ocio. Casi 60 años después, la población del muncipio está cerca de bajar de los 8.000 habitantes.

Un fiel reflejo de lo que ha cambiado la situación es la urbanización de las afueras de Chantada conocida como O Poboado. Allí vivían en 48 casas familias compuestas por trabajadores de la empresa que aún gestiona Naturgy, la antigua Unión Fenosa. Aquello era como una segunda villa instalada dentro de los lindes de Chantada. Solía decirse, a modo de broma, que quienes residían en ella lo hacían en un lugar diferente al resto de chantadeses.

En O Poboado había un economato que funcionaba como supermercado, campo de fútbol, pistas de fútbol sala, tenis y baloncesto y un casino con con bar y sala de juegos. En la actualidad, de esas casi 50 casas apenas están ocupadas diez.

DEBATES ETERNAS. Es Navidad y en esta época plagada de reuniones familiares y comidas es frecuente que en Chantada alguien reabra temas relacionados con el pasado. Belesar es uno de ellos. El embalse y su construcción no estuvo exento de controversia.

Parece indudable que generó puestos de trabajo y ayudó a un gran número de familias a salir adelante. Sin embargo, la presa cuenta igualmente con un importante número de detractores.

Debido a su levantamiento quedaron sumergidas bajo el agua del Miño numerosas poblaciones, lo que hizo a muchos vecinos perder sus casas. También hay quien afirma que ya por entonces se veía que aquello sería la imagen de la famosa frase pan para hoy y hambre para mañana.

El caso es que el embalse de Belesar no deja indiferente a nadie que escucha su historia. La presa continúa en marcha, soltando agua por sus aliviaderos cada vez que la lluvia la pone al límite de su capacidad y llevando a no pocos curiosos a los alrededores a hacer fotografías. Lo que ha cambiado es el funcionamiento. Donde antes había un centenar de empleados ahora hay tres, aunque el grueso del trabajo es para las máquinas.

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