Opinión

Barcelona

ENTRE ladrones, violentos, matones, gentes de mal vivir e independentistas amantes del alboroto, Barcelona deja poco a poco de ser una metrópoli envidiable por su atractivo para convertirse en una urbe inhóspita y peligrosa para la convivencia. Parece que la mayoría de los delincuentes, en edad penal, son marroquíes y argelinos que se juntan para actuar en manada, con el aval penal de multirreincidencia. Muy grave el que la propia policía advierta de que por mucho que haga, por muchos uniformes que sigan sumando a las patrullas de Ciutat Vella y el Eixample, si no hay una mayor implicación de la judicatura, la situación nunca mejorará.

Los periódicos barceloneses consideran sorprendente que el noventa por ciento de los reincidentes por robo con violencia no entren en prisión, pese a la alarma social, mirando hacia los jueces. Si tan alto porcentaje, una y otra vez, entra por una puerta de los juzgados y sale por la otra, o es que los resortes legales son caducos o que la ley se aplica con escaso rigor. Sea lo que sea, no es la manera de resolver el grave problema de la inseguridad. Al revés, al ser tan garantista con los transgresores se consigue fomentar la criminalidad.