Opinión

Aún será peor

SI PUEBLOS y aldeas se quedan sin gente, no ha de extrañar que tiendas y pequeños negocios de toda la vida echen el cierre. Si no hay quien compre, qué sentido tiene seguir. Pero no solo ocurre en el medio rural o en núcleos que otrora tuvieron vida comercial propia; no hay más que darse una vuelta por el centro de Lugo, no digamos ya por las barriadas, para constatar la desaparición de muchos establecimientos de actividad varia, la mayoría regidos por familias a las que, por edad de sus miembros, alcanza la jubilación. O porque su rendimiento no es suficiente para proseguir, bien sea por escasez de ventas o porque los alquileres son también muy elevados, sin olvidar tampoco la competencia generada por las grandes superficies. De ahí el cierre en los últimos cuatro años de casi cuatro mil tiendas o pequeños comercios en Galicia. Y lo peor está por llegar. En los próximos cinco cesarán en su actividad cerca de sesenta mil autónomos en las cuatro provincias. Téngase en cuenta que tan solo el 26 por ciento de los autoempleados es menor de 40 años, y lo más alarmante es que la cuarta parte de los 209.563 inscritos alcanzan ahora los 57 o más. No es inocentada. El panorama es desolador, con fundados indicios de empeorar en el futuro.

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