"El ataque a nuestro compañero se veía venir"

Los vigilantes del Hula alertan de la falta de efectivos y solicitan que se les dote al menos de chalecos anticortes y sprays para su defensa
Un vigilante jurado patrulla por el Hula. XESÚS PONTE
photo_camera Un vigilante jurado patrulla por el Hula. XESÚS PONTE

Eugenio y Ángel están a media tarde en la sala de cámaras y llaves situada junto a la puerta principal del Hula. Poco después se les une, Roberto, que había sido reclamado para un servicio. Otros dos compañeros vigilan dos accesos al hospital. Una carrera de minuto y pico o dos los separa a los tres del punto más caliente, Urgencias, donde está el sexto hombre. Ese es todo el equipo de seguridad que vigila el inmenso hospital lucense por el día; por la noche solo quedan cuatro.

"Sí, en minutos y pico pueden pasar muchas cosas", reconoce Eugenio. Por ejemplo, lo del domingo, cuando Manolo, su compañero, fue apuñalado dos veces. Gracias a su destreza de experimentado vigilante de seguridad y a una constitución de deportista ("era el más fuerte de todos nosotros", alaban los otros vigilantes) consiguió desviar una puñalada al costado de manera que no le alcanzara ninguna zona vital. La otra cuchillada fue tan profunda que le cercenó el músculo radial del antebrazo que usó para defenderse. Este martes fue operado con microcirugía en A Coruña. Las primeras noticias apuntan a que todo salió bien.

"No estamos vendidos porque nos ayudamos entre compañeros, pero si no llegamos a ayudarnos pasa lo que pasa"

A PRISIÓN. El atacante era la pareja de una joven que acaba de ser detenida por la Policía y trasladada a Urgencias para ser sometida a un examen médico, algo muy habitual. "Dicen que tenía como altibajos, que de repente estaba tranquilo y de repente se alteraba todo, que tenía una mirada como ida", cuenta Eugenio, "justo lo atacó sin más ni más cuando Manolo lo había apartado un poco para hablar con él". Este martes el juez lo envió a prisión.

El herido, además, tuvo suerte, porque "el día del apuñalamiento se dio la casualidad de que había otros dos compañeros de ronda, lo vieron y pudieron reaccionar rápido". Pero tal vez depender de la casualidad no sea lo más adecuado para los miembros de un servicio que Roberto y Ángel definen como "el gran desconocido del Hula". Ambos son representantes sindicales, de UGT y de Arsepri, y sus posturas son coincidentes: "No es que estemos vendidos, porque somos profesionales y nos ayudamos entre compañeros, nos defendemos bien. El caso es que cuando nos da tiempo a llegar a ayudarnos, no pasa nada, pero si no llegamos, pasa lo que pasa. Y la gente no conoce todo lo que pasa aquí a diario. Esto lo veíamos venir, esa es la impotencia que tenemos, que sabíamos que tarde o temprano iba a pasar y no han hecho nada para evitarlo".

CHALECOS. Lo sabían ellos y los responsables del servicio al que llevan diez años solicitando solo tres cosas: un mínimo refuerzo de efectivos; material adecuado que incluya al menos unos chalecos anticortes y un spray defensivo, como tienen en otros hospitales, y formación continuada. Y, ya a los legisladores, un cambio legislativo que les reconozca como agentes de autoridad, porque "no es lo mismo que la gente sepa que les puede costar una pena de prisión y una multa grande. Se da el contrasentido de que enfermeros y médicos nos llaman para protegerlos, porque para eso estamos, pero ellos son agentes de autoridad y nosotros no".

Lo de menos son las amenazas de muerte o los insultos ("esto es peor que lo de los árbitros"), otra cosa son las lesiones, muy habituales "durante los forcejeos"

En estas circunstancias, sus únicas armas son su porra, unos grilletes, unos guantes anticortes y "la disuasión". Algo que difícilmente funciona en Urgencias, el centro del triángulo que forman los tres grandes focos de conflictos: los problemas psiquiátricos, el alcohol y las drogas.

"En Lugo se bebe mucho y te enfrentas a personas que están fuera de sí", explica Eugenio, "que además cuando ven a alguien con uniforme parece como que les crea más rechazo y enfocan toda su rabia contra ti. El problema es que en esos momentos con la mayoría de esas personas no puedes razonar, es muy difícil calmarlas".

PELEAS. Lo de menos son las amenazas de muerte o los insultos ("esto es peor que lo de los árbitros"), otra cosa son las lesiones, muy habituales "durante los forcejeos". Y últimamente les toca mucho ponerse en medio de pandillas que pretenden seguir en el Hula sus broncas alcohólicas: "Se ven muchas peleas entre pandillas en los pubs; si solo hay lesionados de un bando, no pasa nada, pero si se juntan lesionados de los dos bandos, más los acompañantes, se puede liar gorda", relatan.

"Para cuando nos enteramos, poco podemos hacer, aparte de vigilar para cuando vuelvan, porque vuelven"

Urgencias, con ser lo más grave, es solo una mínima parte. Tiene una media de entre tres y cinco intervenciones diarias, y su presencia en unidad de agudos de psiquiatría es muy habitual. Además, deben acudir para solucionar los líos en las plantas, donde no son raros "los pacientes o los familiares problemáticos".

A esto hay que añadir la vigilancia contra los robos, donde ven de todo: "Para cuando nos enteramos, poco podemos hacer, aparte de vigilar para cuando vuelvan, porque vuelven. Fue el caso de uno que una noche entró en una habitación en la que estaban los dos pacientes y las mujeres de los dos, despiertas; entró hasta el fondo, cogió un bolso y dos teléfonos y se marchó; se quedaron mirando una para otra pensando cada una que era el hijo de la otra y para cuando reaccionaron ya se había ido. Lo bueno es que lo pillamos poco después, cuando volvía a entrar en el hospital para robar".