El ARN en un atasco de papel

Katalin Karikó es una científica húngara que ha sentado las bases teóricas para desarrollar las vacunas con las que se combate el covid
Katalin Karikó. EP
photo_camera Katalin Karikó. EP

Cuando uno nace en un lugar pequeño no tarda en asumir que el aburrimiento va a ocupar muchas horas de su vida cada día. Aprende a ser paciente y a buscar la distracción en el interior de las pocas cosas que lo rodean. Katalin Karikó, que tiene ahora 65 años, pasaba horas viendo trabajar a su padre. El carnicero levantaba unos cuchillos de hoja ancha como una mano y los dejaba caer pesadamente sobre las piezas de vaca o de cerdo. 

Si se aburría mucho Katalin iba al Museo de la Aviación, la única atracción que ofrecía Szolnok, una pequeña ciudad de la triste Hungría comunista. No eran vísceras, pero los motores de los aviones también estaban compuestos por centenares de piezas. 

Karikó se graduó en el Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Szeged, que es la tercera ciudad de su país. La vida universitaria era satisfactoria. Disponía de luz eléctrica y de agua corriente, dos lujos de los que carecía a 117 kilómetros, en la casa de la carnicería. 

En 1978 empezó indagar en las posibilidades del ARN, que son unas moléculas que le dicen a las células qué proteínas deben crear para erradicar enfermedades. 

Los investigadores son escasamente racionales. Se enamoran de una idea y cuelgan toda su carrera y su vida de ella, como si instalasen un columpio al borde de un precipicio. Las posibilidades de fracasar son amplias e irreversibles. Si falla la idea a la que confían su carrera, esta será inútil. 

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Katalin Karikó logró que su apuesta por abrir las vísceras del ARN tuviese el feliz resultado de servir de base para desarrollar las vacunas de Pfizer y Moderna contra el covid, pero lo normal sería la frustración. 

Tras siete años de investigaciones, la universidad pública de Temple, en Filadelfia, la invitó a continuar su trabajo. Katalin, su marido y su hija, de 2 años, cambiaron de país para perseguir la quimera del ARN con más recursos. Lo primero en lo que se fijó ella al llegar al edificio central fue en el lema: "La perseverancia vence". Vivirían de la beca de ella. 

Cinco años más tarde, en 1990, había logrado ser profesora en Temple, donde dio clase durante 25 años. Le pareció que ese puesto la autorizaba para pedir una ayuda que financiase un estudio sobre el uso de su ARN para la cura de enfermedades. No tuvo que gastar en sobres ni en sellos para cursar la petición porque la destinataria era su universidad, pero fue rechazada. La frustración tiene una naturaleza distinta del aburrimiento, pero los mecanismos para someterlos son semejantes. 

Empezó a remitir peticiones de subvención a otras instituciones. Siempre tenía presente que no tenía la carta verde, de que no era ciudadana estadounidense; sino inmigrante tolerada. Para renovar su permiso de residencia y continuar en la carrera del ARN aceptó rebajarse categoría y sueldo

La perseverancia vence, pero la suerte baraja las posibilidades. Un día fue a la fotocopiadora. No funcionaba muy allá. Al poco llegó Dress Weissman, recién llegado. Empezaron hablando de un atasco de papel y acabaron por colaborar para dar con la aplicación del ARN que salvará el mundo.

Un 'invasor' camuflado 
Drew Weissman procede del equipo de Anthony Fauci, la eminencia en sida que dirigió la lucha contra el coronavirus en el Gobierno de Trump. Weissman conoció a Karikó, escuchó su hipótesis sobre las posibilidades curativas del ARN y le dio una oportunidad. 

Mensajero 
La mayoría de las vacunas usan un virus debilitado para que nuestro cuerpo aprenda a combatirlo. El ARN mensajero ideado por Karikó no usa el virus, por lo que es más seguro. 

Código 
Se trata de un código creado en un laboratorio que se introduce en el cuerpo para que este produzca el remedio. Para evitar nuestro rechazo a un elemento sintético se envueve en una capa que lo camufla. 

Vicepresidenta 
Karikó es vicepresidenta de BioNtech, aliada de Pfizer: "Quería asegurarme de que las cosas se hacían bien". Su rival, Moderna, pide el Nobel para ella y Weissman al considerarlos los "padres de las vacunas".

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