Apicultura en equipo

Cuatro amigos aficionados a la apicultura han apostado este año por iniciar la comercialización de su producto, etiquetado con el nombre de la asociación Castiñeiro Milenario de Begonte, a la que donan un euro de cada bote vendido
Mar, Eliseo, Javier y Enrique, con la miel Castiñeiro Milenario
photo_camera Mar, Eliseo, Javier y Enrique, con la miel Castiñeiro Milenario

Castiñeiro Milenario organizó hace cuatro años un curso de apicultura en la Casa do Mel de Goente (As Pontes), una propuesta que caló hondo, especialmente en los cuatro socios que apostaron por empezar a cuidar sus propias colmenas, en el Monte do Pedroso de Pacios. Y lo hacen en equipo.

Javier Gómez, quien asegura que hasta ese momento «no había visto una abeja en la vida», y Mar Prado, que confiesa que solo iba a ir al curso el primer día de acompañante, dado que tenía «medo ás abellas», se unieron a Enrique Gayoso y Eliseo Gómez y han ido dando pequeños pasos hasta llegar a la docena de colmenas. Esta temporada han empezado a comercializar su producción, etiquetada bajo el nombre de la entidad que lo empezó todo: Castiñeiro Milenario.

«Nos pareció una buena idea usar su nombre y su logo -María Viso les diseñó la etiqueta-, ya que el curso lo hicimos a través de la asociación», precisa Javier, al tiempo que concreta que un euro de los siete que cuesta cada bote -están a la venta hasta agotar existencias en la Taberna do Labrego de Pacios-, se cede para la asociación. «No es mucho, pero es una ayuda y así también le damos publicidad», explican.

«A nosotros nos hacía ilusión tener una marca propia y, cuando se lo planteamos a la directiva, tuvo buena acogida», añade Javier, que cifra en poco más de 100 kilos su producción de este año, de la que pusieron una parte a la venta, dejando otra para consumo propio o regalos a familiares y amigos. Los beneficios que obtengan, además del donativo pactado, se reinvertirán «en comprar más colmenas y material para atenderlas».

«Quien quiera tener un tarro de miel de Begonte, puede», anima Javier. Estos apicultores explican que se trata de un producto multifloral -en el monte hay brezo, toxo, castaña o carpaza- de la zona de Pedroso, que ha superado los análisis de la Asociación Galega de Apicultura y la Casa do Mel y, destacan, «é de calidade».

Sin embargo, para ellos la miel no es el objetivo, sino un resultado de lo que realmente les gusta, trabajar con las abejas y, sobre todo, pasar tiempo juntos. Tratar las colmenas una vez al año contra la varroa, darles alimento sólido a las abejas en invierno o dividir colmenas en primavera son algunos de los quehaceres que comparten de buen grado.

«A min préstame todo, canto máis as miras máis che gusta ver como traballan, parece incrible o que fan», explica Enrique, cuyo padre y hermano ya tenían colmenas. También Eliseo contaba con experiencia previa -trasladó las colmenas que tenía cerca de su casa a Pedroso, sumándolas a los enjambres traídos de la Casa do Mel- para continuar con una afición que ya tenía su padre y que, dice, «sempre me enganchou».

«O curso serviume de terapia, ao principio paseino fatal, pero despois foime gustando», recuerda Mar, animando a todos a «probar, porque seguro que vos gusta. A min antes nin se me pasaba pola cabeza ter unha colmea».

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