Ocho años que ya son nueve

El Lugo se acerca a la década en Segunda División tras la permanencia lograda esta campaña
Manu, capitán del Lugo, celebra el ascenso en Cádiz. AEP
photo_camera Manu, capitán del Lugo, celebra el ascenso en Cádiz. AEP

Una mochila llena con recuerdos de ocho años que en junio del 2021 serán nueve. En esa mochila tienen cabida momentos de gloria y de tristeza, de alegría y preocupación, de ilusión y decepción, de toda una vida futbolística condensada en ocho temporadas de ensueño. Porque todo este tiempo ha sido la época de mayor gloria de un club de 67 años de vida y lo serán un año más. En esa mochila cabrán los dos tantos de Cristian Herrera en una remontada histórica en el Ángel Carro.

Estos momentos llegarían cuando Manu impactó con su bota izquierda aquella pelota desde los once metros de la portería norte del Ramón de Carranza inauguró una etapa inolvidable en el otro extremo de la Península Ibérica. Aquel último penalti de la tanda del 24 de junio de 2012 permitió al Lugo un ascenso que disfrutó ocho años. Quizás nadie pensara que la aventura duraría tanto. Quizás sí lo hicieran. Lo que es seguro que la grada del Ángel Carro disfrutó como ninguna de una categoría cada año más competitiva.

Por las retinas de cada seguidor lucense pasaron futbolistas que brillan ahora en Primera División. En el cesped regado por el Miño jugaron campeones de Europa como Casemiro, Lucas Vázquez, Morata, Nacho o Rafinha; saltaron a su verde internacionales como Marcos Senna, Bruno Soriano u Olof Mellberg: se vivieron derbis emocionantes ante el Deportivo o encuentros vecinales con la Ponferradina; vino La Mareona desde Gijón, Lugo se tiñó del azul carbayón o pasaron equipos de la talla del Zaragoza, el Villarreal, el Mallorca o el propio Dépor. Algo impensable cuando el Lugo estuvo cerca de desaparecer a principios del presente siglo.

La octava temporada tocó a su fin y dejó como recuerdo el éxtasis final para borrar la agonía de estar siempre al filo del abismo, con el alambre cada vez más débil y la capacidad de equilibrarse más afinada con la llegada del santo Juanfran al banquillo.

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