Ángel Fernández Gómez

Lega toda su fortuna al hospital de Santa María

El 29 de junio de 1930 se inaugura el centro hospitalario con el que soñaba Ángel Fernández Gómez

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El Progreso 29/06/19

UNA DE LAS fechas más anheladas por los lucenses fue  la del 29 de junio de 1930, cuando se inaugura el Hospital de Santa María. Como dijo el alcalde López Pérez en su discurso, desde 1854 Lugo quería hospital, pero las gestiones se frustraban una tras otra.
Para culminar el proyecto Bellido, cuya primera piedra se coloca nueve años antes, hizo falta superar adversidades y polémicas como nunca antes se vivieron. Una de ellas, la más ruidosa, fue la voladura de un lienzo de la muralla. También fue imprescindible la colaboración de ciudadanos que “hicieron donativos de importancia”, dice el alcalde en su intervención.
López Pérez se refiere fundamentalmente a dos de ellos. A Domingo García Moldes y a Ángel Fernández Gómez (Lugo, 1839?). Con el nombre del primero se bautiza el pabellón de Cirugía, y con el del segundo, el pabellón de Niños.

Ángel es maestro y codirector con Ramón Alonso Sánchez del Colegio de Niños de la Plaza del Campo 11, y luego, en Obispo Izquierdo y en Clérigos, 1. Cuando en 1885 Ramón Lías Yepes funda la Escuela de Obreros, lo nombra director de estudios y miembro de la Directiva. Su presencia atrae a 174 obreros, una cifra con la que no contaba Lías.

Más adelante muda la enseñanza por la industria y preside La Venatoria. También es el vicepresidente de Pujol en la Cámara de Comercio, tesorero del Orfeón Gallego y vicesecretario del Círculo das Artes.

Cuando en 1930 se inaugura el hospital, el alcalde López Pérez es quien mejor lo conoce. No solo le ha dado clase en su infancia, sino que han coincidido en todos sus mandatos. Si en esos años se habla de un filántropo lucense, solo pueden ser dos personas. Claudio López, el de la rampa, o Fernández Gómez, el de la plaza. Por cierto, ambos se conocen y se aprecian, aunque también es posible que haya cierta rivalidad en sus gestos: Yo soy más filántropo que tú.

A la hora de recaudar fondos _ y en esa época las suscripciones están a la orden del día _, todos saben que se puede contar con don Ángel sin ambages. Cualquier iniciativa ciudadana la encabeza él: la tómbola de la Liga de Amigos, los juguetes a los niños, los pobres de la Juventud Antoniana, los festejos del Corpus y San Froilán, el Batallón Infantil, los homenajes a Claudio López, a Plácido Ángel Rey Lemos o a Purificación de Cora, la bandera de la Unión Lucense de La Habana, el ferrocarril de Lugo a Ribadeo, el Patronato Benéfico de Lugo... todo lo atiende.

 Ahora bien, nada le agita más sus fibras solidarias que una cuestación a favor del hospital de Santa María. Si se trata de ese proyecto tan querido también por su tocayo y émulo, el alcalde López Pérez, todo le parece poco y no es necesario que le llamen a la puerta en busca de un óbolo, pues ya sabe él cómo, cuándo y con cuánto contribuir a la causa.

Pero la vida reserva guiños insospechados. Poco después del cese de sus actividades industriales, el 10 de abril de 1921 se inician las obras del hospital. Hay un banquete al que asiste don Ángel y a los pocos días la ciudad se despierta con la noticia de su fallecimiento.

Aunque él ya es un hombre de edad, se relaciona su óbito con los excesos del banquete. López Pérez informa a la Corporación sobre la muerte del profesor y anuncia que lega toda su fortuna _ una cantidad que se mantiene en secreto _, “a la magna obra del Hospital Municipal”.

Para responder a tamaña generosidad propone que se le dé su nombre a la plaza llamada de la Nova _ su domicilio lindante con su colegio _, y al pabellón infantil. Qué menos.

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