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American Crime Story

Título: American Crime Story.
Creador: Ryan Murphy.
Reparto: John Travolta, Cuba Gooding Jr., Sarah Paulson.
Cadena: FX
Calificación: ●●●○○


"CANTA, OH DIOSA, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes…". Así comienza La Ilíada y así podría querer comenzar la primera temporada de la serie American Crime Story. El pueblo contra O.J. Simpson, emitida por la cadena FX. Sería un buen propósito de arranque porque, aunque a su creador, Ryan Murphy, no se le haya ocurrido ni en lo más remoto asociar las entradas, lo cierto es que tienen conexión. O mejor. Podrían tener conexión. A mí me gusta pensar que sí. Porque hay, en ese inicio de La Ilíada, lo necesario para una tragedia de grandes dimensiones y hay, en la serie, un comienzo de lo más inquietante: son imágenes de archivo de un suceso en Los Ángeles, 1991, que documentan la paliza a Rodney King, ciudadano negro, a manos de cuatro policías blancos, que no hicieron otra cosa que poner de manifiesto, una vez más, la acusada y peligrosa tendencia de las fuerzas de seguridad que habitan aquellos territorios. A raíz del ataque y posterior absolución de los agresores, estallaron disturbios en la zona reclamando justicia. La cólera funesta.

Poco tiempo después, aparece asesinada brutalmente la exmujer de O.J. Simpson y un amigo de esta. (Que no sabemos si solamente pasaba por allí a saludar, pero, en todo caso, aciago día). Y todas las pruebas incriminan a Simpson, famosísimo jugador de fútbol americano, idolatrado por la población. El equipo fiscal estaba en aquellos momentos frotándose las manos, radiantes de júbilo, porque tenían claramente un caso ganador. Estaban ya descorchando el Moët & Chandon cuando reciben un aviso de fuga del presunto asesino en un Ford Bronco blanco por la autopista interestatal de Los Ángeles. Y allá se fueron los coches patrulla a iniciar una persecución, transmitida por la televisión en rigurosísimo directo y vista por más de noventa millones de espectadores, mientras los comentaristas decían todo el rato, cual mantra: "Ohh, don't do this, don't do this". Que si lo detenían, que si no. Era un héroe. Se entiende el temblor. Ese brazo flojo del que suelen presumir los policías blancos tan solo se suelta en los casos de negros anónimos. La fama (el poder) hace milagros con la visión. Pone un filtro en los ojos de la ley. Y O.J., mientras, venga a correr. Fue detenido. Y el resto es historia mediática. Esos más de noventa (millones) no se despegaron de las pantallas hasta que el jurado popular pronunció la sentencia: "Not guilty". No hay estudios acerca de cómo ese país pudo seguir funcionando durante el juicio porque sus ciudadanos estaban mirando la tele. Probablemente algo, aunque no sepamos qué, se resintió. Quizá la justicia, que siempre termina uniéndose al grupo de las víctimas.

La serie se centra en el juicio y en la estructura que arma la defensa para que O.J. salga indemne. Una manipulación bien orquestada, una instrumentación perfecta, con un objetivo claro: el turbio aprovechamiento del tema racial. La máscara que es ahora John Travolta interpreta al abogado y Cuba Gooding Jr. es O.J. Un cásting poco acertado salvo la fiscal, Sarah Paulson.

Y así como Zeus pasaba su tiempo enviando sueños engañosos a determinados mortales para favorecer (sin que se notara mucho) a sus protegidos en la batalla, en esta historia se cuenta cómo un culpable (en un juicio posterior fue condenado) deja de serlo, en el momento en que el juego artificioso de la defensa consigue que la realidad de las pruebas se midan en el mismo plano con el deslumbramiento de la fama. Canta, oh diosa, canta.

Brindo por la frugalidad

ATENCIÓN, dicen que el programa Supervivientes se lanza a la emisión así, a lo loco, en una versión low cost. A mí me parece bien, porque este despilfarro no se puede consentir, así que estoy muy contenta con la noticia y lo voy a celebrar con una caña, que es, digamos, lo que está a mi nivel. A Mila Ximénez le pagan, por lo visto, 30.000 euros a la semana. A Dulce, la niñera de Chabelita, 20.000. Otros están entre 15.000 y 10.000 y otros, pobres, de 2.000 a 3.000. Chin chin.

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