MI PROMOCIÓN fue esa que tuvo que repetir tres exámenes de Selectividad en el 92 porque ese año fue más evidente que otros que se habían filtrado las pruebas. Que yo sepa, solo sucedió esa vez –lo de repetirlos, sobre las filtraciones ya no puedo decir—. Con el tiempo, esa historia se ha convertido en una anécdota más en mi vida. Ahora, cuando veo a los niños de primaria servir de conejillos de indias para las pruebas que exige una ley tan contestada como la Lomce me pregunto si un día ellos también lo contarán como una excepción, una anécdota del pasado que ejemplifica la incapacidad de este país por alcanzar un consenso educativo.
