LA MURALLA HA MARCADO la vida de la ciudad desde hace 18 siglos y en cualquier decisión urbanística que adoptaron los dirigentes de Lucus Augusti desde su finalización, a principios del siglo IV, hubo que contar con ella.
La declaración en 1921 como monumento nacional a raíz de la voladura controlada de un tramo para abrir la puerta del hospital fue la primera de una serie de medidas encaminadas a proteger su singularidad y que cinco décadas después tuvo continuidad con la operación Muralla Limpia, que eliminó las 85 casas adosadas de la Ronda.
La última fecha señalada para el monumento romano y, por ende, para la ciudad fue su declaración por parte de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, un título obtenido hace ya 18 años y que cada 30 de noviembre se recuerda con varios actos para tratar de trasmitir, aunque solo sea a los propios lucenses, el orgullo de contar con esa distinción.
Pero aunque la muralla se ha convertido en un polo de atracción turística, hasta el punto de que aumentaron desde el 2000 un 400% las personas que pasan por la oficina municipal de turismo, da la impresión de que falta mucho por hacer en la promoción de un monumento que todavía está lejos de tener la cifra de visitantes de la catedral de Santiago o de la playa de As Catedrais, donde hasta fue necesario restringir la entrada debido a las aglomeraciones registradas.
La propia imagen de la muralla también precisa ser cuidada, porque en un paseo por ella el visitante puede encontrarse con edificios ruinosos, solares sin acondicionar o maleza en el adarve y en las paredes exteriores. La propia concejala de cultura, Carmen Basadre, pedía esta semana, durante la presentación de los actos de conmemoración del declaración como Bien Mundial, que la Xunta -titular del monumento- debería de tener en cuenta las fechas señalas en la ciudad, como el Arde Lucus, el verano o el San Froilán, para mantener en estado de revista la muralla.
También planteaba otra demanda que periódicamente realizan los lucenses que a diario usan el adarve para hacer deporte o pasear, la instalación de papeleras. Patrimonio considera que un monumento de estas características no puede tener recipientes para la basura, aunque Basadre recuerda que en su día fueron instalados otros elementos que nada tienen de histórico, como las luminarias del alumbrado, y que tampoco afectaron a su imagen.
Pese a estas peticiones, la edil reconocía la labor de investigación y restauración de los cubos que ha desarrollado la administración autonómica durante estos años y que ha servido para que los arqueólogos e historiadores conozcan mejor la evolución de la fortificación a lo largo de los siglos.
Reconocida su singularidad, puestos los medios para su mantenimiento e implicados los ciudadanos en su difusión, la muralla tiene mucho que más dar a Lugo, pero los lucenses también deberían de pensar qué pueden hacer por ella.