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Otoño caliente para sobrevivir

A Mariña se moviliza contra el cierre de industrias mientras ganaderos y transportistas protestan por la subida de los costes del gasóleo o los piensos que hace inviables sus negocios
manifestacion en burela en apoyo a la industria de a mariña- foto jm alvez
photo_camera Manifestación de esta semana en defensa del futuro de A Mariña. JOSÉ Mª ÁLVEZ

La anunciada recuperación económica tras la crisis sanitaria no va a llegar a todos de igual forma. Es un mantra ya asumido por la sociedad, pero que no implica aceptación y por ello el Gobierno de coalición comienza a ver cómo este otoño se le puede formar una tormenta perfecta de protestas que en provincias poco dadas a la movilizaciones como Lugo comienzan a eclosionar.

A Mariña dio muestra esta semana de que no va a quedar impasible frente al desmantelamiento industrial al que se la quiere condenar, con unas administraciones que tienen en su mano resolver el problema por la vía de la presión a unas multinacionales que se quieren marchar a otros países con menos costes laborales tras haber hecho caja durante años. Unas 15.000 personas se echaron a la calle este miércoles en una jornada de huelga general en la comarca para hacerse escuchar y evitar que una generación de vecinos tenga que emigrar de nuevo en busca de un futuro.

Los trabajadores de Alcoa o Vestas cuentan en esta ocasión con el amparo de una ciudadanía que sabe que también cambiará su frágil sistema económico si se llegan a desmantelar estas factorías, como ya ocurrió antes con otras zonas de Galicia tras el cierre de industrias como Sidegasa en Teixeiro o Massó en O Morrazo. Además, el hecho de que otras comarcas vecinas estén también padeciendo situaciones similares tras el anunciado cierre de Endesa en As Pontes o Gamesa en As Somozas, hace temer que las administraciones miren para otro lado si no se actúa de forma coordinada entre trabajadores, políticos locales y sociedad en general.

GANADEROS Y TRANSPORTISTAS. Pero si la lucha de A Mariña por su subsistencia parece estar encauzada, otro sector capital para la provincia, el lácteo, y que ya ha padecido severos procesos de reconversión contundentes —perdió el 90% de las explotaciones en tres décadas—, vuelve a dar señales de alarma como consecuencia de la subida de los combustibles o los piensos, aumento que no está siendo repercutido por algunas industrias en el precio de la leche que pagan a los productores.

En los últimos días los ganaderos lucenses también protagonizaron sendas protestas delante de dos de esas industrias, Lactalis y Capsa, que recogen cerca del 35% de la leche en Galicia, pero que apenas han aplicado subidas al productor y a las que se intenta boicotear con una acción en la que colaboran empresas gallegas de distribución, que este fin de semana retiran de sus lineales las marcas de estas lácteas.

Son actos simbólicos pero que tratan de concienciar a las empresas y a los consumidores de que antes de que un producto llegue a un domicilio tiene que pasar por una cadena de producción y distribución que debe de ser rentable. Además, detrás de estos ganaderos hay un modo de vida del que depende la sostenibilidad de las zonas rurales y la prevención, por ejemplo, de los incendios forestales.

De momento, los ganaderos buscan la implicación del consumidor en su batalla por la supervivencia, aunque hay otro sector en crisis, el transporte por carretera, que ha decidido ir más allá y ha convocado en la antesala de las próximas navidades una huelga que amenaza con dejar bloqueado el país.

Aunque en los últimos días han surgido críticas por lo que se considera un cierre patronal en el que nada tienen que ver los conductores asalariados, lo cierto es que los precios del gasóleo y la amenaza de implantar una tasa por el uso de las autovías ha acabado por indignar a un sector en el que cada vez tienen más peso las grandes firmas logísticas frente unos autónomos que a veces tienen que trabajar por debajo de tarifa para no perder su camión.

Son tres ejemplos de protestas en marcha en un otoño que volverá a ser caliente porque, tras el letargo de la pandemia, muchos trabajadores se despiertan convencidos de que, si no actúan, la recuperación pasará de largo por delante de ellos.

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