ESPAÑA ACABA de estrenar un Gobierno que, según admite su ministra portavoz, Isabel Celaá, se siente legitimado para agotar la legislatura, a pesar de que la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa se planteaba en la moción de censura como un paso previo a convocar elecciones. Una vez se conformó un consejo de ministras y ministros que ha dejado descolocado a los grupos que ahora son oposición y que recibe aplausos desde los llamados poderes fácticos, da la impresión de que los socialistas van derechos a agotar el mandato o, al menos, esperarán a ver cómo les responden las encuestas y las urnas en la triple convocatoria electoral de mayo de 2019, con comicios municipales, autonómicos en algunas comunidades y europeos.
El problema que afrontará el Ejecutivo hasta junio de 2020, cuando en teoría se agota la legislatura, es la precariedad del apoyo en el Congreso, con solo 84 diputados de 350, un pírrico 24% de la cámara baja que no garantiza ni un aplauso sonoro durante las sesiones del control al presidente.
Claro que los socialistas ya saben lo que es gobernar en precario, sobre todo en ayuntamientos como el de Lugo, donde han llegado a las alcaldías gracias al apoyo de otros grupos de izquierda para desalojar a candidatos del PP. Por ejemplo, José López Orozco inició su último mandato en coalición con el BNG y, una vez saltó la operación Pokemon, afrontó en solitario el tramo final logrando apoyos puntuales de BNG y PP para sacar adelante presupuestos y obras.
Luego llegó el veto en 2015 para su reelección y Lara Méndez encabezó un gobierno local que, tras ser descartada una coalición con los grupos que la apoyaron en la investidura, también se caracteriza por la precariedad de apoyos en el pleno de la corporación, donde solo dispone del 32% de los ediles, 8 de 25.
Sin embargo, la ventaja que tienen tanto Méndez como Sánchez es la capacidad que la ley otorga para gobernar a golpe decreto siempre que se disponga de presupuesto. La alcaldesa logró el objetivo de contar este año con cuentas después de vincularlas a una cuestión de confianza, aunque visto que las mociones de censura las carga el diablo, puede que hoy en día se hubiese pensado mejor el órdago. Mientras, el nuevo presidente socialista asume el presupuesto diseñado por el PP y, aunque ahora los populares quieren matizarlo, lo lógico es que salga adelante y permitan al Ejecutivo, no solo tener financiación para este año, sino poder prorrogarlo hasta 2020.
Ahora solo queda por saber si quienes apoyaron al líder del PSOE para presidente también sufrirán la misma frustación que los dos grupos municipales que auparon a Méndez a la alcaldía, ya que BNG y Lugonovo se sienten traicionados porque dicen que no se tienen en cuenta sus propuestas. De momento, Podemos, los grupos catalanes y Bildu ya mostraron su inquietud por el nombramiento de algunos ministros, así que seguramente al Gobierno central le va a tocar bailar solo como al de Lugo.