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Cuatro meses tirados al río

El desacuerdo en el presupuesto dejó en el cajón proyectos que podrán reactivarse en mayo

Presentaciónd el proyecto de ascensor de Fontiñas, incluido en las cuentas. VICTORIA RODRÍGUEZ (AEP)
photo_camera Presentaciónd el proyecto de ascensor de Fontiñas, incluido en las cuentas. VICTORIA RODRÍGUEZ (AEP)

EL PRÓXIMO MARTES la corporación pondrá fin en un pleno extraordinario a un nuevo episodio de la serie de ineficiencia política que han protagonizado el gobierno y los cinco grupos de oposición en los últimos meses, al no haber sido capaces de llegar a un acuerdo para aprobar el presupuesto, lo que ha provocado que la ciudad no haya tenido una inversión que llevarse a la boca desde que comenzó el año.

La sesión del martes será un trámite, dado que las cuentas quedarán aprobadas quiera o no la oposición, aunque para llegar hasta aquí han tenido que pasar meses de desplantes y soberbia por parte del gobierno, que diseñó el presupuesto a su antojo a sabiendas de que podría usar el comodín de la cuestión de confianza. Y también de obstáculos y tretas por parte de la oposición, que censuró primero la labor de la alcaldesa, pero no fue capaz de formar una alternativa de gobierno y más tarde incluso impulsó alegaciones, como hizo Ciudadanos a través de un afiliado, que no hicieron más que retrasar la entrada en vigor de las cuentas, porque los técnicos tienen que hacer informes de todas ellas.

Incluso en este tiempo hubo lugar a las amenazas ridículas por parte de un colectivo vecinal, que advirtió de que exigiría "explicaciones fuera del ámbito político" a todos los ediles que no apoyasen en el pleno el proyecto de presupuestos, aunque luego se dio cuenta de su boutade.

El caso es que tras meses de dimes y diretes, las cuentas municipales afrontan su última fase de tramitación presupuestaria, que culminará con su publicación en el BOP, probablemente antes de fin de mes.

Por ello, a partir de mayo el gobierno local ya no tendrá excusa para poner en marcha todos los proyectos que ha ido anunciado desde que se aprobasen las cuentas a mediados del pasado diciembre. Tras cuatro meses tirados al río, podrá impulsar el denominado programa Muramiñae, para el que hay consignados 5,4 millones; desplegar el plan de barrios, que destinará 2,5 millones, entre otras actuaciones, a tapar los múltiples baches que se han ido acumulando por el inexistente mantenimiento de la vías, o reactivar la construcción de dotaciones como los ascensores de Fontiñas o del Sagrado Corazón, este último atascado desde hace más de una década.

El ejecutivo tendrá siete meses para ejecutar esos 15,3 millones de inversión que consignó en las cuentas, un tiempo que debe ser suficiente para que arranquen los proyectos y no ocurra como con la modificación de crédito aprobada en agosto pasado, de la que quedaron pendientes grandes obras como las peatonalizaciones de Quiroga Ballesteros o la Praza da Milagrosa, además de otras más pequeñas pero demandadas, como el derribo del tapón de la Avenida da Coruña. Y es que estas últimas partidas no podrán usarse, por una cuestión de forma, hasta que se liquide el presupuesto de 2017, un trámite que podría demorarse meses. Vamos, que el año pasado también se fue río abajo.

Aquí no hay playa
Que un proyecto municipal, que arrastra años de tramitación como es el de la playa fluvial, fuese a ser remitido para su validación por otra entidad con un error tan grave como situar la ubicación a 800 metros de lo previsto merecería al menos algún toque de atención no solo al concejal implicado, que también, sino a los funcionarios implicados en la supervisión. Porque se corre el riesgo de banalizar la chapuza.

Ausencia justificada
A Carlos Portomeñe le dolió especialmente que el gobierno le acusase de vagancia por faltar a una comisión a la que no acudió por una cuestión familiar. Recuerda que, al ser el único edil de su grupo, debe estar presente en 17 grupos de trabajo y que en los plenos casi ni puede ausentarse para ir al servicio si quiere atender a los debates. Es cierto que él está a sueldo del Concello, pero a otros ediles no se les ve el pelo en todo el mes.

La Banda da la nota
Que a una banda de música centenaria como la de Lugo le tenga que ordenar el jefe de protocolo del Concello que empiece a tocar en una procesión dice mucho de en lo que se ha convertido desde que se jubiló su director, un cargo que sigue sin ser repuesto. Claro que el mal ambiente entre compañeros y la incerteza por la sentencia que anula los puestos en la Escuela de Música tampoco ayudan a que haya armonía.

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