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Amor tras las montañas

Tiene que haber vidas aburridas para compensar la de gente como Walter Bonatti, que dejó el alpinismo a los 35 años cuando era el mejor y se pasó al periodismo de aventura antes de conquistar a la actriz Rossana Podestà. Un peliculón

Bonatti

Rossana Podestà fue una actriz italiana que en los años 50 y 60 compitió con Sofía Loren, Claudia Cardinale y Gina Lollobrigida. Una mujer bella que interpretó a Helena de Troya, posó para Playboy y que en su madurez se alejó de las cámaras para vivir una vida de película.

A los 47 años concedió una entrevista en la que el periodista de turno tiró de topicazo. «¿Si estuviera en una isla desierta, a quién elegiría para encontrarse allí? «A Walter Bonatti», contestó.

Un amigo contó a Bonatti lo sucedido y éste se armó de valor para llamar a Rossana. «Hola, soy Walter Bonatti, estaré en Roma dentro de seis meses, ¿qué te parece si te llamo para entonces y nos vemos?. La actriz aceptó la extraña cita, pero poco después volvió a sonar el teléfono. «Hola, soy Walter, a lo mejor voy a Roma el mes que viene...» y unos minutos después se produjo la llamada definitiva. «Hola, soy Walter, mañana voy a verte a Roma».

Bonatti fue un hombre marcado por una traición, por una mentira que le acompañó durante 50 años, un valiente que plasmó en libros sus aventuras en lugares que a los mortales apenas nos caben en la imaginación

Walter Bonatti solo fue Walter Bonatti en la última de las llamadas. Un tipo directo, impulsivo, sincero; un alpinista único, capaz de asombrar al mundo y desaparecer del mapa al día siguiente, un hombre marcado por una traición, por una mentira que le acompañó durante 50 años, un valiente que plasmó en libros sus aventuras en lugares que a los mortales apenas nos caben en la imaginación... ¿Cómo no elegirlo para encontrárselo en una isla desierta?

Bonatti formó parte de la expedición italiana que en 1954 conquistó el K2 por primera vez. Tenía 22 años, pero era el más fuerte entre aquellos locos, lo que despertó el celo de sus compañeros. Dos de ellos, los veteranos Lino Lacedelli y Achille Compagnoni, los que al final plantaron la bandera italiana en la cima, mintieron a Bonatti y al porteador Amir Mahdi sobre la situación de la tienda del último campamento y les obligaron a dormir en la nieve a más de 8.100 metros.

Mahdi perdió todos los dedos y Bonatti salió indemne, pero fueron acusados de consumir un oxígeno que debería ser para Lacedelli y Compagnoni. A Bonatti le salió una herida en el alma que le dolió durante medio siglo.

Asqueado por la actitud de sus compañeros, decidió que su sitio estaba en la montaña, pero en solitario, en un sincero mano a mano con la bestia. En esta frase resumió su manera de ver el alpinismo. «La montaña me ha enseñado a no hacer trampas, a ser honesto conmigo mismo y con lo que hago. Afrontada de cierta manera, la montaña es una escuela indudablemente dura, a veces incluso cruel, pero sincera, lo que no siempre sucede en la vida diaria».

Llegó a donde nadie había llegado y dejó hazañas para la eternidad, como su ascensión al pilar suroeste del Dru, una aguja de granito de 800 metros en los Alpes, o la que realizó en estilo alpino (en el que el montañero es autosuficiente y transporta todo lo necesario) al Gasherbrum IV, o la invernal y en solitario a la cara norte del Cervino, tras la que, a los 35 años, y convertido en el mejor del mundo, decidió dejarlo.

Se convirtió en una celebridad y por eso Rossana Podestà lo escogió para vivir donde nadie los pudiera ver

Se incorporó entonces a la revista Época y firmó brillantes reportajes en los lugares más remotos del planeta. Se convirtió en una celebridad y por eso Rossana Podestà lo escogió para vivir donde nadie los pudiera ver.

La actriz acompañó a Bonatti por todo el mundo y en 2004 recibieron juntos la noticia que el aventurero llevaba esperando desde 1954. Lino Lacedelli publicó un libro en el que confesaba que la versión real de lo que había pasado en el K2 cincuenta años antes era la de Bonatti, a quien el Club Alpino Italiano dio la razón y pidió perdón en 2008.

Walter Bonatti falleció el 13 de septiembre de 2011. Dos días antes, el pilar suroeste del Dru, que venía sufriendo desprendimientos desde 2005, se vino abajo definitivamente, como se le vino abajo el mundo a Rossana en las últimas horas de Bonatti. Víctima de un cáncer de páncreas, el alpinista murió en una clínica religiosa privada que negó el acceso a su pareja porque no estaban legalmente casados. Solo se querían.

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