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La niña que se negó a casarse

La historia de Mayor de Ulloa la narra muy bien y de manera muy resumida en su cuenta de Twitter un tal Alonso de Lanzós. Digo un tal Alonso de Lanzós porque sospecho que no es el verdadero nombre del titular de la cuenta. Sería mucha casualidad que alguien que se dedica a contar la historia de la Galiza medieval en Twitter tuviera el mismo nombre y apellido que uno de los tres grandes líderes irmandiños.

Por no robarle la historia entera de Mayor de Ulloa vamos a quedarnos con la primerísima parte, en la que sus padres conciertan, teniendo doña Mayor 10 años o menos, su matrimonio con Juan de Zúñiga, ceremonia que habría de celebrarse cuando la niña cumpliese la edad mínima legal de la época, situada en los 12 años. Creo que ya hemos hablado usted y yo aquí de la costumbre de bautizar como Mayor a la primera hija, fuese o no la primogénita. Era un rango distintivo que otorgaba cierto prestigio. Si usted pertenecía a una familia potente, no era exactamente lo mismo casar a uno de sus hijos varones con una primera hija de otra gran familia que con la segunda o la tercera. Estamos en 1456, época en la que estas cosas tenían su importancia.

Se firmó el contrato entre las familias en el que se consignaba lo que cada una de ellas aportaría al matrimonio en concepto de bienes y tierras: una fortuna por uno y otro lado. La novia pertenecía a dos de las grandes familias gallegas, Ulloa y De Castro, mientras por parte del novio firmaban sus tíos, Sarmiento él y Zúñiga ella. Cuatro apellidos pertenecientes y entroncados con la crema de la nobleza gallega. El matrimonio habría de celebrarse en cuanto la novia cumpliese los citados 12 años. Muy joven para casarse, pero en fin, hoy día por medio mundo se siguen concertando este tipo de enlaces en los que las víctimas son niñas de esa edad o menores y aquí estamos tan contentos. Cuestiones culturales.

El caso es que aproximándose la fecha, la niña se negó a matrimoniar, lo que supone un caso excepcional, pero lo hizo ateniéndose a la ley vigente, pues aunque no lo creamos en aquella época existían leyes y este caso nos demuestra que podían hacerse cumplir, por muy alejadas que estuviesen de la conveniencia y de las tradiciones nobiliarias. Estamos ya entre 1458 y 1459 y Mayor se planta frente a un notario para que levante acta de que no consiente ese matrimonio por mucho contrato que hubiesen firmado sus padres con los tíos del novio y por mucho que en él se expresara que el pacto era irrevocable.

Hubo, lógicamente, un lío entre las familias. No sabemos, al menos usted y yo, si contaba con el apoyo de sus padres, aunque es de suponer que sí, pues de otra manera esta historia además de inusual sería inconcebible. Puede que la niña no quisiera casarse y que de paso sus padres decidieran incumplir el contrato y para que el conflicto no fuese todavía más grave mandaran a la niña al notario y probablemente la acompañaran. Así las cosas, el novio despechado argumentó que aparte del papel firmado por ambas familias, doña Mayor se había comprometido verbalmente. Ella lo negó con rotundidad, pues dijo que tal cosa no había sucedido jamás "nin Deus o quixese". Muy bien asesorada, se atuvo a la ley, que decía que ningún contrato matrimonial tenía validez si a la fecha de la firma la novia tenía menos de 12 años o el novio menos de 14. Dado que cuando sus papis firmaron las capitulaciones Mayor no alcanzara esa edad, no había nada más que discutir.

El novio despechado argumentó que aparte del papel firmado por ambas familias, doña Mayor se había comprometido verbalmente. Ella lo negó con rotundidad, pues dijo que tal cosa no había sucedido jamás "nin Deus o quixese"

Así que no hubo boda. La historia continúa contando el devenir de la novia, que se enamoró de Diego de Lemos, otro de los grandes líderes irmandiños, con el que finalmente se casó tiempo después, ya cuando Mayor de Ulloa tenía 25 años. Entre la primera boda fallida y esta segunda, hubo de todo. Guerras entre las dos familias en las que se involucraron diferentes aliados y en las que murió un montón de gente, la Gran Revolta Irmandiña y la posterior victoria de los grandes señores feudales. Un desastre, o muchos desastres.

Como muchas de las historias de aquella época, ésta parece soportada por unos pocos documentos y alguna crónica, que suele ser la de Vasco de Aponte, que se ocupó de contar la historia de las casas nobles del Reino de Galicia. Lo demás queda en el aire, siempre lleno de huecos y carente del contexto que nos gustaría conocer. Faltan muchos detalles que nunca conoceremos, pero nos queda la historia de una niña que se negó a casarse con un novio asignado e incumplió un contrato ilegal. Hizo bien.

Quedémonos con que la pareja que finalmente formaron Mayor de Ulloa y Diego de Lemos fue aparentemente feliz o al menos duradera. Diego tuvo al menos dos hijos fuera de ese matrimonio y probablemente alguno de los churumbeles que parió Mayor tampoco era de su marido. Esas cosas pasaban mucho en esos tiempos, o sea que puede usted especular cuanto quiera que nadie se molestará en llevarle la contraria. En cuanto a Juan de Zúñiga, el novio despechado, sabemos que "ardió en una casa en Ribadavia". No debió ser un hombre feliz, pues siempre insistió en que se cumpliera el contrato y si por encima acabó ardiendo en una casa en Ribadavia, pues figúrese usted.

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