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Galiza Ulf, el lobo vikingo

Galiza Ulf regresó a su Dinamarca natal, donde disfrutó el resto de su vida del botín logrado en Galiza
Maruxa
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A FECHA DE hoy, de entre todos los vikingos que atacaron Galiza, el más famoso es Bjorn Ragnarsson, hijo del también célebre Ragnar Lodbrock. Pero Bjorn, también llamado Costado de Hierro, es conocido por ser uno de los protagonistas de la serie Vikingos. Llegó a nuestras tierras para saquear, incendiar unas cuantas iglesias, hacer cosas de vikingos, y se largó con el botín camino al Mediterráneo. Pero sí hubo un líder vikingo que prestó atención a nuestra tierra y se enamoró de ella. Influyó en nuestra política, participó en batallas como mercenario y se mantuvo entre nosotros durante algunos años. Tanto le gustó lo nuestro que llegó al punto de adoptar el nombre de nuestra nación. Se trata de Galiza-Ulf, o Ulf el Gallego.

Murguía lo cita de pasada, restándole importancia, como si fuera uno de tantos invasores nórDicos que venían por aquí de visita. Pero Murguía era un pésimo historiador que sólo tenía razón cuando discutía con alguno peor que él, que solía ser el pontevedrés Celso García de la Riega. A Murguía le pasaba como a Javier Sánchez Vicario, que sólo ganaba al tenis cuando se enfrentaba a su hermano Emilio.

Volvamos a Galiza Ulf. En el año 1032, aunque según Risco pudo ser un poco antes, aparece este noble vikingo en alianza con el conde Rodrigo Romáriz, quien enarbolaba la bandera gallega contra Bermudo III, rey de León. Juntos atacaron y conquistaron el castillo de Labio, cerca de Lugo. Entre su desembarco y la toma de Labio, Ulf y su comitiva fueron sembrando el terror por donde pasaban y acrecentando su botín, cosa que a mi tocayo Rodrigo Romáriz le parecía bien, toda vez que los vikingos dotaban a su ejército de una enorme fiereza y gran credibilidad ante el enemigo. La lucha entre Romáriz y Bermudo se prolongó en buena medida gracias a la fuerza que Ulf aportaba a las tropas gallegas en rebeldía contra el Reino de León.

Galiza-Ulf, no se sabe del todo si por su cuenta o con apoyo del conde Romáriz, llegó a poner sitio a Compostela. Finalmente, el obispo Cresconio reunió a un ejército lo sufi cientemente numeroso como para derrotar al vikingo, mientras por su parte Bermudo III de León acababa con la rebelión de Romáriz. Así, Galiza Ulf regresó a su Dinamarca natal, donde disfrutó el resto de su vida del botín logrado en Galiza. Sus hazañas fueron contadas por varias de las famosas sagas vikingas, crónicas de la época que no han tenido el suficiente interés de nuestros historiadores, que al menos debieran investigar lo que atañe a nuestra tierra.

Hace unos tres años un arqueólogo danés encontró una cámara funeraria en la que se enterraron los cuerpos de Galiza Ulf y de varios de sus descendientes. Entre otras cosas apareció la espada de nuestro vikingo, de casi un metro de largo, unas espuelas y no sé que más. Al parecer, el lugar fue utilizado por la familia durante varias generaciones, pues Galiza Ulf fue enterrado según el rito vikingo pero también aparecen otras tumbas cristianas que son posteriores. El terreno familiar perteneció en adelante a Valdemar el Grande, rey de Dinamarca y bisnieto de Galiza Ulf, lo que nos da la medida de la potencia del linaje de Ulf, que acabó gobernando la mayor potencia vikinga.

Para los conquistadores normandos, Galiza fue por lo general una zona de aprovisionamiento, que los vikingos ejercían a su manera. Para qué comprar algo si lo puedes tomar por las malas, pensarían. Sus conquistas se centraban en otros territorios. Nunca conquistaron ni colonizaron nuestra tierra, bien porque no quisieron o porque no pudieron. Durante siglos nos utilizaron como estación de servicio: nuestro reino fue para todos los vikingos, con excepción de Galiza Ulf, como una gasolinera de autopista en la que se para a repostar y comer un bocata caro y malo. Pero nuestro protagonista vio algo que no percibieron sus antecesores: una tierra provechosa en la que además de saquear e incendiar se podía negociar e intervenir en ella.

Galiza Ulf algo vio aquí: mientras los demás guerreros vikingos se iban a conquistar tierras italianas, escocesas, islandesas o irlandesas; mientras otros iban a Alaska o a Groenlandia, Ulf, cuyo nombre significa lobo , encontró en Galiza el lugar que le convertiría en protagonista de numerosas sagas, que como queda dicho, debieran ser estudiadas, no porque cuenten su historia, sino porque cuentan la nuestra. Resulta que a veces, con el paso de los siglos o de casi un milenio, como es el caso, tenemos una perspectiva que nos permite despreciar a quienes pasaron de largo tras saquear un par de iglesias y glosar a los que creyeron en nosotros aunque fuera para ejercer de mercenarios mientras nos apoyaban en una rebelión contra el centralismo leonés. Al menos, Galiza Ulf nos eligió para robarnos y se enamoró de nuestra tierra para ser nuestro mercenario, y de su linaje salió un rey de Dinamarca.

Usted y yo, por descontado, a muerte con Galiza Ulf, que tuvo la deferencia de tomar en cuenta a nuestra nación aunque fuera para saquearla mientras nos peleábamos con el reino de León. De entre todos los vikingos que vinieron a robarnos fue el único que nos respetó, y lo hizo tan a lo bestia que se puso nuestro nombre. Un tío honorable.

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