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Aloia y la muralla ciclópea

El patrimonio, al menos en un país como el nuestro, debe tratarse con respeto

EN LA comarca del Baixo Miño hay constancia de presencia humana ininterrumpida desde hace unos 20.000 años. Con Tui, por ejemplo, tenemos una deuda histórica, pues por diversas razones es la gran olvidada de la Galiza paleolítica, luego así hasta la Edad Media y llegando a hoy. El Monte Aloia, por ejemplo. Hay ahí patrimonio como en pocos lugares de nuestro país, pero no le hacemos caso porque desde el pueblo gallego y nuestras instituciones pasamos olímpicamente del patrimonio. A ver, que no digo yo que haya que excavar cada castro; al contrario: sí lo digo. Cada castro, cada conjunto megalítico, cada molino, cada foxo de lobos, y así hasta que no quede un grano de tierra ocultando ni una micra de nuestro patrimonio. Otros países lo hacen, pero nosotros no porque somos así, tontos de capirote.

Allí, en el Monte Aloia se encuentra una construcción única en Galiza, la llamada muralla ciclópea. Vendría siendo la muralla más grande de nuestro país, con un recorrido superior a los tres kilómetros, un ancho de entre dos y tres metros y otro tanto de altura. Nadie sabe muy bien qué era ni para qué servía, pues en nada se parece a las construcciones castrexas, invariablemente defendidas por sucesivos anillos de muros, fosos y parapetos. Sí se sabe que fue utilizada durante siglos, pues se aprecian sucesivas reconstrucciones o remodelaciones. Hoy apenas tenemos unos 300 metros bien conservados aunque testimonios no demasiado antiguos dan fe de que hace dos o tres siglos se encontraba en mucho mejor estado. Es lo que pasa con el abandono, que las cosas se caen, se las come la maleza y mueren.

O sea que tenemos una muralla única, antiquísima aunque no hay una datación concreta y cuya finalidad no está del todo clara. En los alrededores se encuentran cinco castros de lo cuales solamente uno es visitable y está en buenas condiciones de conservación. Y hay conjuntos de petroglifos a partir del Paleolítico por todas partes. Por encima, es el primer parque natural de Galiza. Aloia es uno de los candidatos, en mi opinión por detrás de Santa Trega, a ser el Monte Medulio, del que ya hemos dicho que fue escenario de la última gran batalla entre romanos y galaicos, en la que quedamos subcampeones. Supongo que nos habrá perjudicado el árbitro, pues de otra manera no me lo explico.

Bien, lo más que se puede esperar de nuestras instituciones es que elijan un castro al azar y hagan una campaña de un par de meses en la que montan un campamento al que van unos cuantos voluntarios con algún arqueólogo, desbrozan, hacen algunas catas, limpian algo para ver más o menos qué hay, le sacan cuatro fotos y se largan para no volver. Hay algo que aquí nunca hemos entendido. El patrimonio, al menos en un país como el nuestro, debe tratarse con respeto. Lo hacen en Portugal, en algunos lugares de España o en Euskadi. Y ya no digo nada de Egipto, Italia o Grecia. Nunca entenderemos como ellos que la puesta en valor del patrimonio, la consolidación y la restauración cuando procede, no son gastos sino inversiones. Y son baratas en proporción a otras cosas, pues no se trata de construir nada nuevo, sino de sacar a la luz elementos que ya nos los construyeron nuestros antepasados.

Pongamos el monte Aloia. Me lo coge usted y me monta una campaña anual hasta que esté todo excavado, estudiado, visitable y en perfecto estado de revista para ejercer en adelante su mantenimiento. Quedan ahí cuatros castros, seguramente alguno más, y sobre todo la recuperación, en la medida de lo posible, de la gran muralla ciclópea, antes de que acabe de convertirse en una escombrera, que es lo que está sucediendo ahora mismo y desde hace años.

Decía que con Tui tenemos una deuda. Se trata de una de las ciudades más antiguas de nuestro país y fue determinante en muchas épocas, como centro portuario, como posición defensiva, como una de las grandes ciudades romanas, como capital de provincia del Antiguo Reino y como una de las principales diócesis junto a Lugo y Braga, mucho antes de que Compostela tuviera ni catedral ni Apóstol. Es decir, un centro de poder imponente durante miles de años. Pero se quejaba hace ya unos 15 años la historiadora Silvia González Soutelo, autora de O Tui antigo. Unha aproximación histórica-arqueolóxica, se quejaba, decía usted, de lo poco y mal estudiada que está la historia de Tui, que sin duda tiene una estrechísima relación con el Monte Aloia, hasta el punto de que algunos sugieren que en el Monte Aloia se ubicaba la ciudad original y originaria de Tui.

Ya es hasta una cuestión de respeto. No está bien dejar un castro por ahí abandonado durante otros mil años, pero dejar tirado de la mano de Dios el Monte Aloia, uno de los enclaves fundacionales de nuestro país, es como pisotearlo y eso no está bien. No debe hacerse. Es cuestión de amor propio.

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