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Santo Cristo de Fisterra

Cristo.MARUXA
MARUXA

SIENDO COMO es Galiza tierra de fábulas, sin discusión el lugar del universo que presenta más fábulas por habitante, por metro cuadrado o por cualquier otro indicador que ahora no se me ocurre pero que los hay a cientos, hay algunos lugares que merecen ser descritos por presentar un gran número de leyendas increíbles. En nuestro descargo hemos de decir que aunque no resistimos en la mayoría de las ocasiones la crítica histórica o arqueológica, disciplinas no muy amigas de la ficción, nuestra antropología y nuestra historiografía, que son más de consignar que de demostrar, arrasan. Nadie nos gana en leyendas, en cuentos o en fábulas. Lo que ocurre es que según quién y cómo aborde nuestra Historia, los dictámenes son más o menos divergentes o contradictorias. No hay nadie que analice las conclusiones de unas y otros y busque un mínimo común denominador, que no sé exactamente qué es pero sospecho que tengo una idea.

Antes, cuando ni se estaban inventando los métodos académicos y la división disciplinaria del estudio histórico, los pioneros tenían que hacer de todo: estudiar, interpretar, divulgar, distinguir e inventar para cubrir huecos y era mucho más divertido todo. A mí, no lo digo por presumir de mi ignorancia sino por contar la verdad, me divierten mucho más las crónicas medievales o los historiadores de finales del XIX y principios del XX, que los actuales académicos, por mucho que estos y estas últimas merezcan mayor confianza. Buena gente como Murguía o Casto Sampedro dedicaban sus tiempos de ocio a desentrañar la Galiza antigua. A García de la Riega, lo siento, lo tengo en cuarentena mientras no nos enseñen el informe que nos están escamoteando desde hace años sobre la autenticidad discutible de los documentos sobre el Colón gallego. Lo pongo aquí de vez en cuando para recordarlo.

Vamos al lío, que con tanta introducción el fracaso de este texto está garantizado. Si quiere usted saber de dónde salió la imagen del legendario Santo Cristo de Fisterra, que se exhibe en la iglesia de Santa Maríia das Areas, en Muxía, encontrará una certeza documentada, la de que fue una donación que hizo en el siglo XIV un obispo de Ourense, Vasco Pérez Mariño, y es una copia de una escultura que se veneraba en la diócesis ourensana. Pero esa historia es tremendamente aburrida y nada original.

Si recurre sin embargo a las leyendas, a la tradición oral o a la invención, encontrará usted numerosísimas, variadas y originales leyendas sobre el origen de la escultura sacra mucho más imaginativas y divertidas. Por no extenderme, que ya lo he hecho casi hasta ahora, con lo que he conseguido crear el texto más desestructurado que he escrito, el caso es que hay diferentes leyendas que cuentan que la imagen fue encontrada flotando en la mar. Hay quien sostiene que fue abandonada por unos piratas que la habían robado y necesitaban soltar lastre porque había temporal. Otros adelantan o retrasan la historia un siglo o dos hacia adelante o hacia atrás y los más osados, que son los que me gustan, dicen que la escultura fue esculpida por Nicodemo, un testigo de la pasión de Jesús y personaje destacado en el Evangelio de Juan. Eso es llevar la leyenda a tiempos de Cristo, algo que a los gallegos siempre se nos ha dado muy bien. Luego hay quien decía que le crecía la barba dorada y el pelo, que sudaba, que lloraba.

El caso es que la verdad siempre ha estado ahí, desde el primer día, puesta por escrito. Está claro que generaciones y generaciones de párrocos de Santa María das Areas, así como la curia ourensana y gallega dejaban crecer la leyenda porque aún hoy y también entonces, muchos peregrinos, tras llegar a Compostela seguían viaje hacia el fin del mundo y estaba bien tener ahí en Fisterra un Cristo milagroso y casi tan sagrado como el real.

Por eso creo que las diferentes disciplinas historiográficas tendrían que hablar más entre ellas. Un historiador se limitará a demostrar el origen verdadero de la figura, sin entrar en su significado legendario o mencionándolo de refilón; el antropólogo, por su parte, recogerá de manera venerable las leyendas y la tradición relegando la documentación a una nota a pie de página. Pero sin la realidad no existiría la leyenda y viceversa. Todo forma parte de una misma certeza que no se puede explicar si no es en conjunto. La Historia de Galiza no tiene que competir consigo misma. Debe complementarse, recrearse, documentarse, interpretarse, escuchar, palpar y buscar el intercambio de conocimiento y de conclusiones. No existe otra manera de que el pueblo la conozca con cierta amplitud. Amplitud es una palabra absurda. Nota: buscar un sinónimo o reescribir el párrafo. No enviar así. Nunca más escribir amplitud.

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