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Lo que hacían sus antepasados en tiempos suevos

UN BUEN DÍA, un señor llamado Polemio, obispo de Astorga, pidió por carta a Martiño de Dumio, que ocupaba similar cargo en Braga, que le escribiese un manual para evangelizar a los infieles gallegos y para reconducir a aquellos que habiendo sido bautizados, volvían a sus antiguas costumbres paganas.

Maruxa
Maruxa

Martiño de Dumio, también famoso como Martín Dumiense o Martín de Braga, contestó a la carta de su colega y sin darse cuenta nos dejó la que quizá sea la única descripción sobre los usos y costumbres del pueblo gallego en tiempos del Reino suevo. El relato de aquello que se hacía mal nos permite conocer lo que se hacía, pues toda la carta se la pasa diciendo: "Que dejen de hacer esto, que dejen de hacer aquello que siempre hacen". Antropología pura. Estamos hablando de un señor que vivió unos 70 años a lo largo del siglo VI.

Había nacido en Panonia, que quedaba allá por Hungría, había visitado los santos lugares y acabó afincado en Galiza, empeñado en introducir el catolicismo en una tierra en la que se mezclaban varias sectas cristianas con las deidades germánicas de los suevos y las romanas y en la que los ritos célticos tenían una fuerte presencia entre un pueblo que se resistía a abandonar su tradición. Un crisol religioso muy mal visto por nuestro gallego de adopción, cuya misión fue la de ordenar aquello imponiendo el catolicismo ortodoxo de las iglesias orientales y luchar contra el priscilianismo que le robaba fieles a la Iglesia católica pero sobre todo contra la cultura local.

Al lío. La carta del de Dumio al de Astorga empieza como todas: "Recibí la carta de tu santa caridad en la que me dices que te escriba algo, aunque sea a modo de síntesis, sobre el origen de los ídolos y de sus crímenes, para la instrucción de los rústicos, que retenidos todavía por la antigua superstición de los paganos, dan un culto de veneración más a los demonios que a Dios". Si la carta se conserva es porque fue copiada por muchos evangelizadores, que la utilizaron como guía para adoctrinar a la rústica población gallega. Empieza contando brevemente la creación del Universo y tal, y luego entra en su involuntario estudio antropológico. Sepa usted que sus antepasados adoraban a los ratones y a las polillas. Lo dice Martiño de Dumio. "¿Y con qué pena se debe hablar de aquel estúpido error de guardar los días de las polillas y de los ratones, y si es lícito hablar de que un hombre cristiano venere en lugar de Dios a los ratones y a las polillas?". A ver, aquí algo de razón tiene, pero sigue:

"Porque encender velas junto a las piedras y a los árboles y a las fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Observar la adivinación y los agüeros, así como los días de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Observar las vulcanales y las calendas, adornar las mesas, poner coronas de laurel, derramar en el fogón sobre la leña alimentos y vino, echar pan en la fuente, ¿qué otra cosa es sino culto del diablo? El que las mujeres nombren a Minerva al urdir sus telas, observar en las nupcias el día de Venus, y atender en qué día se hace el viaje, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Hechizar hierbas para los maleficios, e invocar los nombres de los demonios con hechizos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Y otras muchas cosas que es largo el decirlas". Este pasaje anterior es curioso, por cuanto muestra que en aquella época todas esas costumbres, fueran cristianas no católicas, romanas, germánicas o célticas, convivían entremezcladas sin que el propio Martiño de Dumio distinguiera su procedencia o le diera igual.

Pero sepa usted que los abuelos de sus bisabuelos hasta hace 1.400 años hacían todo eso: adoraban a las piedras y a los árboles, adivinaban el futuro, utilizaban hierbas para esquivar maleficios, echaban comida en el fuego y nombraban a Minerva cuando tejían. No lo digo yo. Lo dice Martiño que estaba delante. Y no acaba aquí, lamento contarle esto con tanta crudeza. Sus antepasados, señora, acudían a magos para resolver sus problemas: "Igualmente, el que guarda otros encantamientos inventados por magos y maléficos, perdió el encantamiento del símbolo santo y de la oración dominical que recibió en la fe de Cristo, pisoteó la fe de Cristo, porque no puede dar culto juntamente a Dios y al diablo". Esto es muy duro, lo sé, pero hay que asimilarlo, aunque más duro es saber que en aquellos tiempos de zozobra, sus antepasados iban los domingos a trabajar, que eso ya es lo peor: "No realizaréis en el día de domingo obras serviles, esto es, en el campo, en el prado, en la viña y otras cosas pesadas, exceptuadas aquellas cosas que son necesarias para la refección del cuerpo, como es el cocer el alimento y lo necesario para emprender un viaje largo".

Pues bien por Martiño de Dumio, que diciéndonos lo que no podíamos hacer nos describió lo que hacíamos. Y toda nuestra solidaridad, porque muchas de aquellas cosas de las que nos acusaba seguimos haciéndolas, o sea que la carta que le mandó al bueno de Polemio no logró enteramente los objetivos previstos por ninguno de los obispos, pero nos dejó un regalo sobre la vida de Galiza en tiempos suevos.

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