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Marino y Romano, otros dos papas gallegos, o no

FELIPE DE la Gándara y Ulloa fue un ilustrado alaricano, hijo de portugués y gallega, que escribió con buen estilo unas cuantas obras, entre ellas, El cisne Oriental canta las palmas y triunfos eclesiásticos de Galicia. Si se esfuerza un poco más le sale más largo el título que la obra, que fue publicada en 1677, un año después de la muerte del autor. En uno de sus capítulos presenta las pruebas irrefutables de que dos papas, parientes uno del otro, llamados Marino el uno, Romano el otro, eran más gallegos que el licor café.

El papado de Marino duró entre los años 882 y 884. Romano, por su parte, empezó su ejercicio en agosto del 897 y no llegó a fin de año. Cuatro meses duró el buen hombre, aunque superó a muchos, entre ellos a Juan Pablo I.

Maruxaa

La cosa es complicada, pero vamos allá. Felipe de la Gándara basa su teoría en unas obras de Luitprando de Cremona, un historiador italiano que vivió en el S. X y al que cita constantemente. Según Gándara, Luitprando había dejado escrito que los verdaderos nombres, más bien apellidos de los papas eran Mariño y Román, lo que encaja porque por aquella época y hasta mucho después era habitual adaptar nombres y apellidos a la lengua del lugar donde se afincaba la gente. Así que dice Gándara que dice Luitprando que Mariño y Román, o Marino y Romano, eran gallegos y se extiende en detalles. 

Cuenta con precisión asombrosa las vicisitudes de uno y otro, tío y sobrino, desde su salida de Galiza hasta su llegada a Roma y en adelante. Durante el camino fueron apresados durante 40 días y luego liberados. Una vez alcanzado su destino, como eran tope inteligentes, fueron ascendiendo en la curia hasta alcanzar la disputada silla de San Pedro.

Las pruebas que presenta son implacables. Cuando llegaron a Roma, nuestros papas, que pertenecían a la nobleza gallega, llevaban un montón de caballos gallegos como regalo al sumo pontífice de entonces, un tal Juan, no sé cuál, que hubo muchos hasta el XXIII. Mariño puso en su escudo papal las ondas del escudo nobiliario de los Mariño gallegos. "Marino, hijo de columbano, de Galicia", dice Gándara que dijo el otro. No es necesario detenernos en cada detalle, en cada indicio ni mucho menos en cada prueba fulminante que nos presenta Gándara. Nuestros papas son nuestros. Tenemos a los caballos gallegos que le regalaron al papa Juan, tenemos a las familias nobles de Galiza, tenemos las armas nobiliarias de los Mariño representadas en los escudos papales.Y todo lo antedicho y mucho más nos cuenta Gándara para demostrar al mundo que Mariño y Román, o Marino y Romano fueron papas gallegos.

No se me venga usted arriba. Me duele a mí tanto como a usted lo que viene, se lo juro, pero aquí es donde toda esta historia se complica y se convierte en un relato absurdo en el que interviene una tercera persona, Jerónimo Roldán de la Higuera, un elemento. Era un jesuita, sacerdote, filósofo e historiador también muy ilustrado,  que dedicó su vida como autor a escribir y también a inventar. Un tío ingenioso. Murió en 1611 y escribió un montón de obras muy serias, documentadas y rigurosas mientras en sus ratos libres falsificaba otras obras que inventaba y las atribuía a otros. Una de ellas fue una crónica falsa sobre la Historia de Europa que atribuyó a Luitprando.

Resulta que se inventó una crónica, en realidad más de una y de dos, y las atribuyó a historiadores antiguos como Luitprando y algunos más. En fin, que el tío era una eminencia y lo mismo escribía un poemario que reconstruía la Historia real e inventaba otra virtual en la que se venía arriba, dejaba su imaginación al vuelo y salía lo que salía.
El caso es que Felipe de la Gándara y Ulloa creyó leer a Luitprando y no imaginó que la historia de los dos papas gallegos se trataba de una invención de Higuera, así que la reprodujo tal como la inventó Higuera siglos después de la muerte de Luitprando. Un lío, lo sé.

El caso es que como la fuente falsa, Luitprando, era italiano, como los verdaderos papas, su testimonio era muy poderoso cuando los hacía gallegos. Pero Gándara no imaginó que Higuera se había inventado una obra que atribuyó a Luitprando y se la comió con patatas. Un culebrón, ya lo sé.

Pero tenemos a dos papas gallegos, que es lo que importa. Que sean o no reales, que sean o no gallegos no es lo que interesa, si al cabo estamos hablando de una cadena de mentiras y malentendidos basados el la credulidad. Yo me quedo con lo fundamental: que cuando Gándara leyó a Luiprando no imaginó que el autor del falso texto atribuido al italiano era obra de un cura de Toledo, que cuando falsificó la obra imaginó a unos papas gallegos, no toledanos. Ahí lo dejo. Pensemos en ello.  

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