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Leyendas y realidades

Las leyendas no son ciertas ni falsas. Son leyendas y su potencia tiene más fuerza que una verdad
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Hay una fina línea que distingue entre asuntos legendarios y realidades. Eso está bien, pues a veces una y otra cosa se funden en una misma y el resultado puede ser asombroso. En Valencia, donde me tocó vivir esta semana con mi señora, existe una leyenda según la cual la receta de la Coca Cola original fue creada por un señor originario de un pueblo llamado Malferit de Nosequé. No recuerdo el nombre completo. El señor vendió la receta en una feria en USA al inventor de la Coca Cola. Resulta que una chica valenciana, en su trabajo de fi n de grado discurrió, en base a la leyenda, rehacer o recrear una receta de lo que fue la Coca Cola original valenciana y se puso a fabricar un refresco de cola llamado Malferida.

Rodrigo Coya

Pues lo está petando. En la Comunidad valenciana se vende ese nuevo refresco de cola con enorme éxito. No hay prueba alguna de que la receta original fuera creada por un señor valenciano, si acaso algunas evidencias, las suficientes para que numerosos valencianos y valencianas prefi eran beber la Malferida en lugar de la Coca Cola.

Mi señora y yo, que estamos esta semana en Oliva, hermoso pueblo valenciano en el que viven nuestra hija y su pareja, un hermoso mozo que se llama Pau, llevamos toda la semana bebiendo el refresco Malferida, que según dicen y yo me lo creo, es lo más parecido a la auténtica Coca Cola original.

Las leyendas tienen la particularidad de que a veces dejan de serlo para transformarse en realidad. Ahí está la ciudad de Troya, que fue una leyenda hasta que alguien la desenterró. Por eso nunca deben ser despreciadas. En Galiza sabemos mucho de estos asuntos. No tenemos ni la menor prueba de que el apóstol Santiago haya pisado nuestra patria, pero tenemos la leyenda, que vale casi lo mismo, y en base a esa leyenda hemos convertido a nuestra tierra en el mayor centro de peregrinaje que existe en la cristiandad. Lo mejor de las leyendas es que o se demuestran ciertas o siguen siendo una realidad imaginaria, que viene a ser la misma cosa.

Las leyendas bien armadas, además, son indestructibles. Demuéstreme usted que un señor valenciano no fue a los Estados Unidos y vendió la fórmula de su refresco de cola. Anímese, aunque ya le digo yo que no lo logrará.

Pues si no consigue usted desmontarme esa leyenda, que tiene un recorrido de poco más de un siglo, póngaseme a desmantelar la leyenda del apóstol que además tiene numerosas vertientes. Una de ellas dice que Santiago estuvo aquí predicando; otra asegura que una vez muerto sus seguidores lo trajeron. Y hay otras dos o cuatro teorías. Desmántemeslas usted una a una. El poder de las leyendas, de las buenas leyendas es indestructible.

Puede existir la duda, pero jamás la certeza de que sean una invención. Yo tenía serias dudas sobre la existencia de la Santa Compaña hasta que un día Yosi, el de los Suaves, me contó que de niño él y uno de sus hermanos la vieron. No hay manera de negarlo. Si la vieron, la vieron. No hay razón para desmentirlo y mucho menos pruebas de que mienten, más que nada porque no tienen motivo alguno para hacerlo. Uno de los hermanos es un eminente médico y el otra es una rockstar. Y nunca lo han contado en público para hacerse los interesantes. Lo sabemos cuatro amigos.

Las leyendas no son ciertas ni falsas. Son leyendas y su potencia tiene más fuerza que una verdad. Luego hay leyendas y leyendas. Hace mucho más de un milenio que las diferentes leyendas del apóstol Santiago se han impuesto con tal fuerza que Compostela se ha erigido como el gran centro de peregrinaje de toda la cristiandad. Por encontrar un símil en todas las religiones sólo podríamos compararla con La Meca.

Galiza, que cuenta más leyendas que nadie, no acoge millones de peregrinos desde siempre por albergar los restos de Santiago, sino porque ha generado una leyenda imposible de desmontar hasta la fecha. Tan buena es que ha resistido airosa todos los intentos de desmentirla. Eso es cosa divina, como la cola valenciana o la Santa Compaña.

La leyenda y la certeza a veces vienen a ser la misma cosa. Por eso los buenos antropólogos, que manejan una ciencia conjetural, nunca desdeñan una buena leyenda. Ni la de la Coca Cola valenciana, ni la de la Santa Compaña ni la del apóstol Santiago. Creen, o saben más bien, que toda leyenda surge de una realidad que puede estar más o menos distorsionada pero que en origen es una certeza. De algún lado salen. Por eso la antropología nunca desdeña una leyenda, que siempre parte de una tradición oral y por tanto tiene un origen verdadero.

La leyenda, como leyenda, independientemente de la verdad que contenga, tiene algo de certeza, por eso hay que tomarla como algo verosímil, en todo o en parte. Y como es imposible demostrar el todo o la parte, pero más imposible es negarlas, sugiero aceptarlas tal como se nos transmite. Si Yosi y su hermano vieron a la Santa Compaña, es que la vieron. Si la Coca Cola la creó un señor valenciano, y no hay prueba en contra, pues bebemos Malferida en Valencia, y si el apóstol Santiago está enterrado en Compostela, pues está. Santas Pascuas.

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