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Irmandiños y el fin de los nobles

TUVO GALIZA a lo largo de la Historia momentos de emancipación , que empezaron en el principio de los tiempos transcurridos tras el Imperio Romano e incluso antes. Pero hubo momentos de enorme trascendencia en los que el pueblo gallego se jugó muy en serio su destino. Ojalá hoy viviéramos o lo hagamos en breve, momentos tan decisivos que salgan como mínimo moderadamente bien. La Gran Revolta Irmandiña y su rápida resolución marcaron un instante definitivo en términos históricos. Supuso una derrota efímera del pueblo contra la nobleza. Todo salió mal. Todo salió mal para todos: para los revoltosos y para los señores. Es que las derrotas y las victorias no siempre hay que analizarlas al día siguiente de la batalla. A veces un bando obtiene una victoria aparente, al poco tiempo el otro gana, también en apariencia, y en dos o tres décadas ambos lo mismo están laminados.

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Los Irmandiños arrasaron todas las posiciones de la nobleza casi de la noche a la mañana, pero cometieron un error estratégico imperdonable, que fue destruir cada plaza, castillo o fortaleza que tomaban. Derruirlas piedra a piedra para borrar todo rastro de poder de los señores rivales, que también entre los Irmandiños había nobles, bastantes. Si a un señor o a un conde le derribabas el castillo acababas con él, pensaron. Gran error. No midieron la fuerzas propias y mucho menos las ajenas. Un castillo conquistado es una plaza defensiva. Si la destruyes, la pierdes. Las piezas conquistadas han de mantenerse y ser utilizadas contra el enemigo. Si las tumbas no tienes dónde refugiarte ni defenderte.

Es sabido que los nobles, muchos de ellos refugiados en Portugal, entraron en tromba y acabaron con las aspiraciones de los revoltosos. El mariscal Pardo de Cela propuso colgarlos de los carballos, un irmandiño en cada carballo, pero resultaron mucho más útiles como mano de obra para volver a levantar los castillos que habían tirado.

Ése fue el principio del fin de la nobleza gallega. Su potencia, su capacidad para vencer una guerra civil que se daba por perdida, la rapidez con la que arrasaron a las fuerzas irmandiñas y reconstruir sus fortalezas pusieron a la Corona en un apuro. Y empezaron a temer a Portugal, quien había dado refugio y mercenarios a los nobles derrotados. Esa gente era incontrolable, como demostraron poco después cuando muchos condes y señores se posicionaron en favor de Juana la Beltraneja, esposada con Afonso V de Portugal en su lucha por la corona de Castilla.

Durante esa guerra, Nobles gallegos, liderados por el conde de Caminha, llegaron a plantar la bandera portuguesa en plazas como Tui. De ahí que los Reyes Católicos se emplearan a fondo para acabar con todo resto de las grandes casas gallegas. Por eso los Irmandiños, finalmente, derrotaron a los nobles, o propiciaron su fin.

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