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Churruchao y Gallinato

LO QUE mas aprecio de la historiadora Victoria Armesto es lo poco que se la valora, pero como todo llega en esta vida yo siempre a muerte con Armesto. Es una genialidad, por ejemplo, cómo cuen ta el asesinato del arzobispo compostelano Suero Gómez de Toledo y los antecedentes familiares de los asesinos y sus motivaciones.

Blog de Rodrigo Cota

Uno de los asesinos fue Gonzalo Gómez Gallinato, de familia bravucona y afamada valentía. De un ancestro suyo dice el infante Juan Manuel en El conde Lucanor que era el hombre más valeroso de su tiempo.

El otro asesino era Fernán Pérez Churruchao, también de familia famosa por sus excesos. Ya se las habían tenido con el arzobispado. A Berenguel de Landoira lo obligaron a refugiarse una vez en la catedral acompañado de unos soldados leales. Tan rápido se desarrolló el suceso que Berenguel entró en la catedral a caballo. Mientras estuvieron ahí encerrados, 13 días, se comieron al caballo. Cuando lograron huir rompieron a hachazos las puertas del ayuntamiento, decapitaron a hachazos a todos los que encontraron y expusieron sus cabezas en público

Así se las gastaba aquella buena gente. Unos y otros serían hoy merecedores de una Medalla Castelao. Pues el 29 de julio de 1366, Gallinato y Churruchao, siguiendo órdenes de Pedro I el Cruel, emboscaron al arzobispo Suero Gómez de Toledo a las puertas de la catedral compostelana. El buen hombre estaba encerrado en el castillo de Rocha Forte, una magnífica fortaleza de la que se conservan la planta y los cimientos, magnífica intervención arqueológica, por cierto.

Allí estaba bien resguardado y de ahí no hubiera salido ni con aceite hirviendo, pero el propio rey Pedro I le dijo que quería visitar la catedral en compañía del titular. No se fiaba del todo el arzobispo, pues se puso una cota de malla bajo su vestidito púrpura. Sus razones tenía. En aquellos lejanos tiempos uno no podía fiarse ni de su rey, como ahora, que hay cosas que tampoco han cambiado tanto. 

Bueno, llegó el arzobispo a las inmediaciones de la catedral y ahí aparecieron el Churruchao y el Gallinato con sus hombres y dispararon sus saetas contra el arzobispo, que llegaba en compañía de su deán. Herido, el arzobispo hizo lo que tiene que hacer un arzobispo cuando se siente atacado: entrar en la catedral. En esta ocasión los atacantes no se detuvieron: entraron y los remataron frente al altar. Pedro I estaba dentro haciéndose el sorprendido o estándolo en realidad, pues el plan no contemplaba que el asesinato se cometiera en su presencia ni mucho menos en lugar sagrado.

Los asesinos fueron desterrados por Pedro I, por disimular. No sé qué fue de los Gallinato, pero los Churruchaos cambiaron hasta el apellido, utilizando en adelante y durante unos siglos de Suárez de Deza, su comarca de procedencia y siguieron gozando de gran influencia. A veces los grandes crímenes eran bien valorados y sus autores adquirían gran renombre. Por temporadas, matar a un arzobispo o secuestrarlo dotaba de gran prestigio a los autores, no como ahora, que no está bien visto.

Téngase en cuenta que arzobispos y hasta algunos abades tenían ejércitos propios, señoreaban sus tierras como nobles feudales y también iban por ahí secuestrando y asesinando a sus rivales, además de ejercer duramente el poder que les otorgaba el cargo sobre las almas de los fieles, cosa que no tenían condes ni reyes, así que sí, matar a un arzobispo podía ser toda una hazaña.

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