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La vuelta al centro en ochenta días

Pablo Casado. CARLOS BARBA
photo_camera Pablo Casado. CARLOS BARBA

DESDE QUE Julio Verne escribió aquella exitosa novela en la que el protagonista, Phileas Fogg, se comprometía a dar la vuelta al mundo en 80 días para ganar una apuesta, han sido muchos los que han intentado mejorar a Julio Verne y a Phileas Fogg. Quien más se aproximó fue el director Michael Anderson en 1956, quien para dar la talla tuvo que contratar a David Niven y a Cantinflas, en el papel de Picaporte, para hacer una versión meritoria de la obra referida. También hay otra película, protagonizada por el gran Jackie Chan, que es una obra menor, decepcionante a pesar de que el protagonista es, como sabemos usted, Ramón Rozas y yo, un genio de la interpretación.

Vamos a quedarnos con otra versión, la más popular, la de dibujos animados en la que a Phileas Fogg le cambian el nombre por el de Willie Fogg. Es una serie formidable con banda sonora de Mocedades en la que a los niños y niñas nos inculcaban los valores de la época, como el machismo, la violencia gratuita y la lealtad incuestionable al líder que lo era por ser millonario.

En España, de un año a esta parte, hay quienes han ofrecido su propia versión de la novela de Verne. La vuelta al centro es más importante para un buen español que la vuelta al mundo. Acuérdese usted de aquel muchacho, Albert Rivera, quien tras emprender un viaje a la extrema derecha, trató de volver al centro en 80 días. Sus votantes le dijeron que no y aquel chico desapareció de la escena de la noche a la mañana, léase de manera literal. Ya había llevado a su electorado a la izquierda firmando un pacto de investidura imposible con Pedro Sánchez y de ahí fue pegando volantazos a la derecha hasta meterse de lleno en una lucha contra Vox en la que también entró Pablo Casado.

Aquel viaje absurdo en el que Ciudadanos entregó el centro a los socialistas para viajar a la ultraderecha dio alas a Vox, le sirvió al PP de tabla de salvación y laminó a Rivera y a su partido, hoy convertido en una agrupación tan joven como decadente. La derecha perdió las elecciones y cada día nos lo recuerdan mientras se lamen las heridas.

Ahora quien ha tomado el relevo del personaje de Willie Fogg es Pablo Casado. Pasa como con James Bond, que el personaje siempre está por encima del actor que lo interpreta. Casado emprende la vuelta al centro en 80 días. Para ello se ha desprendido de Cayetana Álvarez de Toledo, rompiendo la tesis del aznarato según la cual el éxito se encuentra en la destrucción del enemigo. Aznar sabe mucho de eso porque acabó con Felipe a cuenta de los GAL e hizo perder a Rajoy difundiendo el bulo que no coló de la Eta como autora de los atentados del 11-M.

El viaje al centro del PP, que no deja de ser una cuestión de maquillaje estratégico, va a ser lenta y dolorosa. Cayetana es un lastre, pero tiene a sus fieles, no tanto en el partido como entre el electorado al que le parece bien que la derecha sea extrema pero sin pasarse. Pretende nuestro Willie recuperar el espacio de centro, abandonado hace años por toda la derecha. Cree que tiene ahí un caladero importante de votos, y en eso tiene razón, pero corre el riesgo de acabar como Rivera, convertido en un cadáver bonito, dicho sea de manera metafórica, que en la realidad pronto encontraría una puerta giratoria.

La victoria de Feijóo en las autonómicas gallegas y el trompazo en Euskadi de la coalición entre el PP y Ciudadanos encabezada por Iturgaiz se ha interpretado como un desencuentro entre dos modelos, el de la moderación y la tranquilidad de Feijóo y la derecha bronca y rancia de Cayetana y de Casado. La vuelta al centro se convierte en un viaje inevitable. Para ello, Casado ha elegido a tres espadas: nuestra Ana Pastor, Cuca Gamarra que entra en lugar de Cayetana y el alcalde de Madrid, Almeida, al que le han creado un puesto de portavoz nacional, sea eso lo que sea. Supongo que será un portavoz nacional, o así.

Lo de Ana Pastor es de manual. Siempre ha sido una persona centrada, leal, de ideas firmes, nos gusten o no, y es la única de su generación que no ha acabado delante de un juez. Por lo demás, la vuelta al centro de Willie Fogg tendría que pasar por una ruptura con Vox, algo que parece improbable pues dependen demasiado de los ultras. Cuando el pacto en Andalucía, una alto cargo del PP nos lo dijo a un grupo de la prensa en una cena-mitin, refiriéndose a Casado: "Este chico es tonto: cambió Andalucía por España". Cuánta razón tenía.

Yo celebro que cualquier partido se modere, o que trate de llegar a la mayoría de la gente, que es la gente normal, pero ya tengo mis dudas de que eso se pueda hacer en ochenta días o en ochenta meses. Porque así como la gente quiere moderación también quiere coherencia. Véanse las autonómicas gallegas, en las que los resultados más exitosos los obtuvieron los dos candidatos que se mantuvieron firmes en sus convicciones, Ana Pontón y Feijóo. Los que viajan pierden.

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