HAY GENTE que me recuerda a nuestro perro Pancho. No es que vaya uno por la vida comparando a personas con perros, pero en ocasiones veo seres acomplejados, antisociales y chillones como aquel niño de la peli que en ocasiones veía muertos. A Pancho lo salvó mi hija María hace un montón de años. Estaba temblando de miedo, arrinconado y hambriento. Era un perrillo abandonado y maltratado. Arrastra un montón de traumas y afronta con ellos su vejez. Es desconfiado y ladrador.
El otro día vi a Juan Carlos Girauta abandonando Twitter tras una cruenta batalla perdida con el pianista James Rhodes. Girauta, fuera de control, mandó varios mensajes totalmente ofensivos, llenos de insultos soeces, innecesarios e inoportunos. Y entendí cómo se siente: como un ser incomprendido, maltratado y abandonado. Cuando militaba en Ciudadanos era un hombre de la máxima confianza de Albert Rivera, uno de los grandes líderes del partido, en el ocupó todo tipo de cargos públicos y orgánicos.
Entre 2018 y 2019 su partido iba disparado: primera fuerza en Catalunya y tercera en España. Entraba en gobiernos autonómicos tan importantes como los Madrid o Andalucía y en los de un montón de ciudades grandes y pequeñas. Con 57 diputados en el Parlamento español, Girauta se veía ministro, como Albert Rivera se veía presidente. Sería el culmen de una carrera política que había empezado mucho atrás en el PSOE y había continuado en el PP. Años de trabajo infructuoso hasta recalar en Ciudadanos y ahora España entera estaba a sus pies y la recompensa ahí, a la vuelta de la esquina.
Cuando empezó la debacle que está a punto de finalizar, se fue del partido como tantos otros, empezando por Rivera. Vio cómo todo el mundillo se olvidaba de él. Mientras muchos recalaban en las filas del PP y a otros, caso de Toni Cantó, hasta le montaban chiringuitos, a él, que lo dio todo, nadie lo llamaba. Él, que según reprochó públicamente a sus excompañeros, había dejado su tierra y había perdido a sus amigos para dárselo todo al partido. Pasó de ser el hombre simpático que cantaba canciones de Serrat en los mítines a convertirse en Pancho, un animal que, con razón o sin ella en el caso de Girauta, que no en el de Pancho, se siente repudiado, maltratado, menospreciado, abandonado.
Si Pancho supiera manejarse en las redes probablemente haría lo que hizo Girauta: refugiarse en Twitter y demostrar a todo el mundo lo enfadado que está. Se dedicó al insulto chabacano, a meterse en todos los líos y, sobre todo, a radicalizarse, acaso esperando una llamada de Vox; a renegar de los movimientos feministas, del veganismo, del cambio climático, de la igualdad de género, de la violencia machista, de todo lo que le suena a izquierda. Para justificar toda esa agresividad, se montó una teoría estúpida que sostiene que si te insultan, debes bajar a ese nivel y superarlo insultando más. Así se combate a la izquierda. Tampoco ahí aguantó. El otro día, tras hacer el ridículo ante el pianista Rhodes y largarle insultos delictivos, cerró su cuenta en Twitter.
Es interesante la figura del expoderoso abandonado. Hay gente, como Rosa Díez, que tomó como Girauta el camino de Pancho y se radicalizó muy a la derecha. Rosa Díez, ya sabe, aquella chica que fue consejera del Gobierno vasco y tras presentarse a unas primarias a la Secretaría General del PSOE y sacar un 6%, se largó y montó UPyD. Ella tampoco asimiló el fracaso. Hay quien lo lleva mejor, lo que puede ser todavía más patético, como Mario Conde, uno de los más poderosos de España en su día. Hoy que ya no es nada sigue manteniendo aquella chulería de joven banquero engominado.
Podrían reflexionar sobre cómo gestionar el fracaso y aprender de él. Que me pregunten, que yo de esas cosas entiendo. Les diría que lo primero es combatir la frustración. También se lo digo a Pancho mientras me mira con cara de pena y levanta una pata para que le dé una galleta, pero puede que ellos sí lo entiendan y aprendan que la agresividad no es la solución a nada en esta vida. Si vuestros partidos se hundieron será culpa vuestra y hacer el ridículo en las redes sociales no arregla esa sensación de ser una persona apaleada y abandonada porque participasteis en batacazos históricos y fuisteis corresponsables de ellos. O sea que si se sienten frustrados porque lograron que nadie los votara, mi segundo consejo es inevitable: a chorar a Cangas.
Luego, superado el trauma pueden rehacer sus vidas, quién sabe, haciendo bolos cantando a Machado e imitando a Serrat, pongo por caso. A Girauta eso se le da bien. Ahí podría competir con Rhodes en popularidad, luchando sobre los escenarios, pero a mí esta gente me preocupa, lo digo en serio. No es ni medio normal lo de este hombre y lo bajo que ha caído de manera totalmente voluntaria, que nadie le mandó convertirse en un energúmeno amargado y patético, un personaje absurdo.