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De militares y payasos

La ministra de Defensa, Margarita Robles, en el homenaje al teniente general Veguillas, asesinado por ETA. EDUARDO PARRA (EFE)
photo_camera La ministra de Defensa, Margarita Robles, en el homenaje al teniente general Veguillas, asesinado por ETA. EDUARDO PARRA (EFE)

Los mejores tiempos del boxeo, en mi opinión, fueron los de la generación de Muhammad Ali, Joe Frazier y George Foreman, los tres más grandes. Tenían muchas cosas en común. Los tres eran medallistas olímpicos y se habían criado en un ambiente de peleas barriobajeras y violencia doméstica. Lo importante para los tres, más que esquivar golpes o encajarlos, era no tener miedo a pegar. Pegar da miedo, más que ser golpeado. Saber que tienes el poder y la fuerza necesarias para matar a una persona de un golpe asusta más que recibir un directo a la mandíbula. Por eso eran tan buenos, porque desde niños se habían adiestrado en el arte de golpear sin miedo a medir sus fuerzas.

Eso mismo sucede hoy con esos militares retirados que se envalentonan en los chats o en esas cartas que escriben instándose unos a otros a dar un golpe de Estado, a fusilar a los discrepantes y a ponerse al servicio de Felipe VI para lo que éste disponga. Si les da usted la fuerza necesaria, no le quepa duda de que la utilizarían. Desde que eran soldaditos fueron adiestrados para matar, aunque por lo que se ve no tanto para reconocer al enemigo. En el boxeo se suben dos tíos a un cuadrilátero con un árbitro en medio y se parten la cara siguiendo unas reglas que incluyen un peso similar para que nadie parta con una clara desventaja. En el Ejército no hay más reglas que matar o morir. Morir por la patria, eso sí.

Por su patria murió Alexandre Bóveda, que no sabía lo que era un arma. Eso es tener valor, mucho más que el necesario para subirse a un cuadrilátero. Para amenazar con fusilar a 26 millones de personas, niños y niñas incluidas, para eso hay que ser muy cobarde, como para proponer un glorioso alzamiento. Yo recuerdo a Tejero pistola en mano, veo los agujeros de las balas en el techo del Parlamento, que me los enseñó un día Ana Pastor cuando lo presidía, y aquello me parece la obra de un calzonazos. Tejero, como cualquiera de estos pinflois del chat, es un personaje de opereta, un tío mucho más grotesco que siniestro. Sin pistola ni hombres armados a su lado no era más que un pobre diablo con un bigote absurdo.

En el Ejército no hay más reglas que matar o morir. Morir por la patria, eso sí

Militares valientes fueron los de la Unión Militar Democrática, quienes acabaron en prisión por proponer la democratización de las Fuerzas Armadas, entre ellos nuestro Xosé Fortes. Lo hicieron sin pegar un tiro, sólo con la razón y con la palabra. Muchos como ellos debieron ser los llamados a dirigir el Ejército durante la mal llamada Transición. Pero los políticos timoratos dejaron que siguieran al mando los golpistas, que a su vez formaron a estos otros que ahora son tan animosos que están dispuestos a montar un golpe de Estado porque no les gusta el Gobierno legítimamente emanado de las urnas. Eso sí, siempre que cuenten con el armamento que les garantice el valor que hace falta para matar. Y si es posible, con el apoyo del rey, que ya está tardando en salir, como hizo cuando lo del referéndum, para deslegitimar a esta panda de descerebrados. De otro modo igual algunos acabaremos pensando que a Felipe le dan más miedo unas urnas en Catalunya que un grupo de militares dispuestos a montar un alzamiento.

Todos los presidentes del Gobierno, sin excepción, desde Suárez hasta Sánchez, han sido unos pésimos púgiles. Unos acobardados que han tenido miedo a golpear a los mandos militares que ahora mismo, en pleno 2020, se dedican a sembrar el patio de amenazas. Y hablamos de mandos retirados o en la reserva, que si nos ponemos a contar a los que permanecen activos y tienen que callarse, igual nos salen unos centenares de cobardes dispuestos a lo que haga falta para frenar al Gobierno elegido con toda legitimidad por mayoría parlamentaria.

Pues va siendo hora, que Franco murió en 1975 y el golpe de Tejero fue en 1981. Desde entonces no se ha hecho nada. Para estas cosas que ocurren de vez en cuando, tenemos una frase recurrente: "Esto en Alemania no ocurriría", pero nunca nos vamos a Alemania a preguntar cómo se hace. Yo lo veo tan fácil como encausarlos y encarcelarlos a todos. Si los presos políticos catalanes siguen en la cárcel sin motivo alguno, no veo por qué esta bandada de bravucones no pueden ser encarcelados mañana mismo en espera de celebrar un juicio.

A los militares fachas siempre les hemos puesto una alfombra roja en la que desfilan como actrices estelares, con sus vestiditos llenos de medallas inmerecidas, que sólo les falta llevar un escote hasta el ombligo. Son como esos generales de los chistes de Gila y los tratamos como a seres intocables porque ellos no tienen miedo a pegar y nosotros tenemos miedo a que nos peguen. En algún momento, que ya han transcurrido décadas y décadas, alguien deberá tener el valor de hacerlos callar y llevarlos a donde merecen estar: un circo de tres pistas, haciendo de payasos, que es lo que son.

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