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La pobre infantería

Un tanque en Ucrania. OLEG PETRASYUK
photo_camera Un tanque en Ucrania. OLEG PETRASYUK

UNO NO tiene ni la menor idea sobre asuntos militares. Pero como dedico unos minutos al día a informarme sobre la guerra en Ucrania, me di cuenta de algo que me dejó pasmado: siguen usando trincheras. Tanto misil hipersónico, tantos drones, tanta tecnología, todo gaitas. Al final el territorio se conquista igual que en la I Guerra Mundial: saltando de trinchera en trinchera.

Y las trincheras tampoco han evolucionado. Siguen siendo largos pasillos excavados en el suelo. Desde ahí abajo se defiende una posición y se ataca la contraria, guarecida en otra trinchera. De esa labor se encarga la infantería. Infantería viene de infancia, como sabe usted. Para carne de cañón hacen falta soldados jóvenes. Los expertos están para otras cosas más importantes que morir luchando por un metro de territorio.

Ahora además de niños hay presos a los que se les ofrece la libertad a cambio de luchar. Les dan un fusil y dos granadas y los ponen en una trinchera. Cuando el señor al mando considera que el momento es propicio, los transportan a a la trinchera del enemigo o los hacen retroceder a otra en la retaguardia, según se vaya ganando o perdiendo. Cuando usted lee: "El ejército tal está reforzando sus líneas" es que están metiendo a niños o a presos en una trinchera.

Eso es una paletada increíble. Miles de años de guerras y guerras y nadie ha sido capaz de inventar algo que supere a las trincheras, de ahí mi sorpresa. Yo qué sé, creía que ya no se usaban, que tras todos estos años y todo lo que nos hemos gastado en investigación para desarrollar tecnologías militares asombrosas, ya no hacían falta trincheras llenas de pobre gente a la que su causa le importa un carajo y que tiene una alta probabilidad de morir a cambio de un sueldo, de la libertad o de nada de nada.

Puede usted creerse cualquiera de las cifras que nos ofrecen sobre soldados muertos. Sea la que sea, la mayoría son estos infantes. Y ya le digo yo que llevan en algún bolsillo una foto de la novia y una carta de amor pendiente de enviar, porque eso tampoco habrá cambiado.

Bien pensado, nadie ha invertido en ellos porque son tan baratos que ni vale la pena. Se ha avanzado mucho en armas aéreas y en las consecuentes defensas antiaéreas, en bombarderos y en cazabombarderos, en tanques pesados. Cada unidad de cualquiera de esas porquerías vale millones. Pueden destruir ciudades, pero para ocuparlas físicamente, para izar una bandera, para vencer los focos de resistencia, para eso también está la infantería que ha sobrevivido a las trincheras. Luego llega un comandante y cuelga en su cuenta de Instagram que tal plaza ha sido conquistada.

Bien pensado, tiene su lógica. Cualquier avance que suponga eliminar esa táctica ancestral es inviable económicamente. Imagine que alguien inventa un robot que cumple las funciones de un pobre soldado de infantería. Siempre sería mucho más caro que un chaval que solo piensa en salir de ahí para abrazar a su madre. Los hay a patadas y salen gratis.

Pero sigue siendo cosa de paletos. A pesar de todos los avances futuristas, el territorio se sigue conquistando y ocupando más o menos como hace miles de años, cuando dos tribus se peleaban por la posesión de una cueva o la caza de un mandril. Siempre hay un chaval al que se le exige jugarse la vida para que un líder alcance un bien superior.

Olvídese de los tanques alemanes, que no servirán de gran cosa. 200 tanques no van a cambiar el curso de una guerra que tiene un frente de más de 1.000 kilómetros. Si acaso valdrán para que la guerra dure algo más, lo suficiente para que en ambos bandos mueran algunos miles de soldados más mientras saltan de trinchera en trinchera, se mueren de frío, comen poco y mal y duermen peor. Si ya una guerra cualquiera es cosa de paletos, esta en la que vuelven a las trincheras es de paletos muy paletos. Lo siento.

Librar una guerra en la que se exponen alegremente las vidas de centenares de miles de personas sin importar el número de muertos, incluso contando de antemano con una previsión de bajas altísima, eso es una paletada además de una temeridad. Y no, no se crea usted que los Leopard alemanes van a arreglar nada. Eso es propaganda. Los que prometió España tienen más de 30 años y están ahora mismo criando óxido en un cuartel. Eso solo sirve para alimentar las falsas esperanzas de quienes creen que unos centenares de tanques van a derrotar a Rusia. La excusa para alargar una guerra en la que cada día mueren cientos en las trincheras.

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