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La disciplina

SEAMOS SERIOS. No ha existido gobernante sobre la Tierra que no haya contado con apoyo popular. Cuando falleció el general Franco, media España lloró su muerte y respetó el luto. El desfile popular ante su cadáver fue multitudinario. Ahí están las filmotecas, las hemerotecas y las bibliotecas. Nadie gobierna en soledad. Sea en democracia, en dictadura o en cualquier otra fórmula de gobierno, el mandatario se sostiene sobre quien lo apoya. No existe fórmula de gobierno que no esté sostenida por un poder popular. Pregúntele usted a Ceaucescu. Cuando un gobernante se acaba, es porque el pueblo lo expulsa, sea de manera democrática o sea por la vía de la guillotina. 

La cuestión es si el líder lo es por las buenas o por las malas, pero sea cual sea el caso, debe estar sostenido por quienes lo apoyan. Si es un dictador, él nombra a quienes han de apuntalarlo; si no lo es, el pueblo decide quién o quiénes han de representarlo. Estará usted de acuerdo conmigo en que hasta el momento este texto es una sarta de obviedades. Pero es necesario establecer dos o tres elementos comunes para poder avanzar, pues de lo que se pretende hablar hoy [este domingo] aquí es de la disciplina de voto, que aunque nadie lo reconozca, es el tema de moda. Si hubiéramos resuelto este asunto hace décadas, nadie estaría hablando hoy [este domingo] sobre si los socialistas deben abstenerse, votar en contra o a favor de la investidura de Rajoy. 

La cuestión que debe discutirse es si una diputada o un concejal deben representar al pueblo o a un líder. A quién debe un representante representar: al que lo vota o al que lo mete en una lista. En España, un representante no se debe al votante, sino a un señor o señora que decide quién entra en una lista o sale de ella. De esta manera, el líder representa a su dirigente, no al pueblo. Un diputado no es elegido por los electores, sino por el jefe de su partido. Lo estamos viendo ahora en el PSOE: los diputados socialistas deben hacer lo que determine la dirección, independientemente de lo que opinen militantes, simpatizantes o votantes. Esto es así porque quien decide la permanencia y el futuro del diputado no es el pueblo al que representa, sino un grupúsculo de personas que determinan quién tendrá un sueldo y quién no. El hecho de que un concejal o un diputado puedan ser sancionados o expulsados por no votar lo que se le indica, es la negación de la democracia. 

Hoy [este domingo] habrá un montón de gente que mantendrá un discurso estúpido: "No estoy a favor de lo que voy a votar pero lo voy a votar porque soy disciplinado". ¿Qué carajo es eso de la disciplina? ¿Qué es eso de que un representante sea sancionado o expulsado por contravenir la decisión de un líder o de un Comité Federal? ¿A quién representan los cargos electos? ¿A los electores o al partido? En un sistema democrático, ya que nos ponemos constitucionalistas, el cargo electo no representa a nadie más que a sus votantes. Si alguien cree que un diputado o una diputada se deben a una disciplina partidaria o partidista, es que no tiene ni idea de lo que es la democracia. Cuando un diputado o diputada, sea del partido que sea, representa al partido y no a sus votantes, ese señor o señora merece una tanda de latigazos en la espalda, porque no entiende qué es la política, ni para qué le pagan, ni cuál es su papel en este mundo de Dios. Y no hablo del PSOE, ni de su puñetero Comité Federal, ni de si se abstienen o no se abstienen. Hablo de libertad, de democracia, de representatividad, de honestidad y de inteligencia. 

No entiendo cuál es la diferencia entre un sistema de listas cerradas en las que los designados están obligados a la obediencia ciega, y una dictadura en la que los designados están igualmente obligados a la misma obediencia. No entiendo una democracia en la que el representante popular puede ser multado, represaliado o expulsado si no se atiene a una disciplina de voto. No entiendo que un representante dependa de una directriz dictada por un líder o una organización y no de los votantes que lo eligen libremente. No entiendo que un representante del poder popular deba obediencia a un dirigente y no la deba al pueblo. No entiendo nada de nada. 

No se entiende, al menos yo no lo entiendo, que la democracia se base en el poder de una organización y no en el poder del pueblo. Llevamos décadas viviendo en un mundo al revés, consolándonos bajo el argumento de que antes era peor. Pues claro que antes era peor, pero al paso que vamos, si el jefe decide que hay que montar un vertedero en la plaza principal de Cuenca, los diputados de su partido votarán a favor, porque si no lo hacen los expulsan del partido y de las listas. Así que lo que ocurre es que Cuenca puede tener un vertedero en su plaza porque la democracia es así de antidemocrática.

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