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¿Fiel a quién?

Sánchez y Feijóo durante su encuentro del pasado día 10 en La Moncloa. EDUARDO PARRA
photo_camera Sánchez y Feijóo durante su encuentro del pasado día 10 en La Moncloa. EDUARDO PARRA

La fidelidad es importante, puede que lo que más. Es bueno saber a quién se le dedica, pues de no ser recíproca es una tontería. Esa regla tiene su excepción: cuando uno solamente es fiel a sí mismo, que tampoco tiene nada de malo salvo que sea usted el caníbal ése de Milwaukee, espero que no. Si la fidelidad no es correspondida, la contraparte se libera del compromiso. Hablo de Feijóo en Madrid esta misma semana. 

Este sábado vi la última factura de R. Viene siendo el doble de lo que pagamos mensualmente, así que llamé para que me explicaran el motivo. Un señor muy amable me contó que mi descuento de fidelidad había caducado. Le dije que tal cosa no era posible, pues mi familia ha mantenido su fidelidad a la empresa de telecomunicaciones y que un contrato que premia la fidelidad no puede caducar hasta que una de las partes sea infiel a la otra. Me dio la razón a medias. Reconoció que quizá al ponerle ese nombre al descuento no habían acertado con la semántica. Dijo así, la semántica. Me sorprendió porque en toda mi vida nadie me había dicho tal palabra. Me pasó algo parecido un día que un amigo escritor me dijo que en mis textos había muchas subordinadas. Lo dijo como acusándome de algo muy grave. Llegué a casa preocupadísimo, corrí al encuentro de mi hijo, que es un joven muy cultivado, le pregunté qué era una subordinada y me quedé más tranquilo, pues mi amigo tiene razón a pesar de que sigo sin ver el pecado por ningún lado. 

Volvamos a la fidelidad, si usted tiene a bien no interrumpirme de nuevo. El señor de la semántica me dijo que iba a consultar a ver cuál era la mejor oferta que me podía hacer para que mi familia y R recompusieran la relación. Me ponía música y cada poco interrumpía mis bailes para decirme que no me retirara, que seguía trabajando para renovar los votos. Lo hizo cinco o seis veces hasta que me lanzó su mejor oferta, que, en atención a nuestra fidelidad, dijo, supondrá que sólo deberemos pagar un poco más. O sea, que R no es fiel. Como soy un pésimo negociador le dije que sí, le di las gracias y luego le puse un 8 en una encuesta que me hizo un robot. Pero no. Creo que en casa deberemos manejar otras opciones, ya que esta empresa nos ha sido infiel. 

Feijóo debe ser fiel a su trayectoria y a su discurso de coronación

Feijóo debe ser fiel a su trayectoria y a su discurso de coronación. Se presentó como el líder moderado que bajaría el tono de la crispación, el buen gestor que presenta un récord de victorias imbatible, el político cercano capaz de lograr grandes consensos, el negociador hábil; el de la dilatada experiencia como gobernante. Es que si le quitamos todo eso nos queda Pablo Casado. 

Tras haber llegado a un acuerdo para la renovación del CGPJ, en unas horas se desdijo bajo la excusa de que el Gobierno quería modificar los delitos de sedición y rebelión. Según se cuenta, no resistió las presiones del diario El Mundo, que publicó dos editoriales seguidas mostrando su desagrado; de Jiménez Losantos, quien lo puso a parir en su radio por pactar con los socialistas; y de Isabel Díaz Ayuso, que está como una cabra y se limitó a mandarle un mensaje al móvil para decirle que no, que eso sería una barbaridad. 

Cuca Gamarra y otros dirigentes habían declarado horas antes que la renovación del CGPJ no tenía nada que ver con la modificación del delito de sedición, y que por tanto, el PP los trataba como temas distintos, por lo que el acuerdo estaba saliendo del horno. Tanto Sánchez como Feijóo dejaron caer que sólo faltaba una reunión entre los dos para cerrar algunos flecos y firmar el acuerdo. Por tanto, el motivo fue otro. 

Ese pacto era fundamental para esa imagen que llevó a Feijóo de Galiza a Madrid, la del líder responsable que vela por la estabilidad de su partido y de las instituciones. También lo era para toda la ciudadanía del Estado, uno de cuyos tres poderes está literalmente secuestrado por el PP desde tiempos de Don Pelayo. Y cedió a las presiones de un par de grupos mediáticos, un periodista facha y una presidenta autonómica. También hay que decir en su descargo que esa misma gente es la que sacó a Casado para ponerlo a él y que en esas condiciones igual pensó que su posición interna es débil, pero debió resistir. Era su obligación y su promesa cuando se avino a negociar un pacto tras la pomposa dimisión de Carlos Lesmes como presidente del CGPJ. Debió hacerlo por fidelidad también a toda esa gente que lo recibió alborozada cuando fue elegido por aclamación. Y si se enfadan sus enemigos internos, que se enfaden. Hay cosas en las que no se puede ceder a riesgo de convertirse en un infiel. Debería decidir a quién debe fidelidad: a sus simpatizantes y al pueblo al que quiere gobernar o a Díaz Ayuso y cuatro colegas de ella por muchos periódicos, televisiones y radios que tengan. El efecto Feijóo puede no durar mucho si no decide a quién quiere ser fiel. Mire cómo acabé yo con R, pagando más por elegir mal mis fidelidades.

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