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Canción para morir

pAU dONÉS
photo_camera Imagen de Pau Donés en el videoclip de su última canción, ‘Eso que tú me das’. AEP

Llevo tres semanas ya con mi cuenta de Twitter bloqueada, muerto socialmente no sé si para siempre o durante una semana más, un mes o un año. Así que tengo más tiempo para reflexionar sobre las cosas importantes de la vida, como el amor o Twitter. Opino que tenían que haberme avisado antes, con algo de tiempo para poner un último tuit glorioso, lleno todo él de ingenio y sabiduría.

Y con la otra vida, la corpórea, lo mismo. Cuando uno sabe de antemano que se morirá en una fecha aproximada, puede decidir qué hacer con su tiempo. Yo diría que para ello hacen falta como mínimo siete u ocho meses, aunque mejor sería un año. Pau Donés, el de Jarabe de Palo, dedicó sus últimos alientos a grabar un disco, que incluye esa canción, Eso que tú me das, que es una especie de adiós alegre y agradecido. Era un tío buenrollista y con ese talante murió, con lo difícil que debe ser mantener los buenos pensamientos mientras uno agoniza. Ese optimismo ante la muerte tiene algo entre enternecedor y escalofriante. Morir feliz no queda al alcance de cualquiera, ya que la asechanza de muerte ocasiona una enorme incertidumbre, sea uno Pau Donés o Paco López. Las respuestas, si las hay, llegan tras la muerte, nunca antes. Morir debe ser algo así como personarse ante un tribunal para pasar un examen que no se ha preparado usted.

Creo que Pau Donés supo morir, con lo difícil que es eso, pues nadie nace ni muere sabiendo morir. Hasta para eso hay que valer. Murió agradecido, o eso me parece, por una trayectoria interminable de éxitos que se vieron truncados por su cáncer, pero dejó esa canción para decir cómo se sentía y cómo le gustaría ser recordado, como un buen tipo feliz y optimista: "Con todo lo que recibí/ahora sé que no estoy solo,/ahora te tengo a ti/amigo mío, mi tesoro". Un testamento para su gente y sus fans que no le quedó nada mal. En el vídeo se le ve tan consumido como sonriente, algo increíble.

Otro que hizo algo parecido fue Manolo Tena. Su carrera artística fue más bien irregular y llegó a la cúspide con su peor canción, Sangre española, que se vendió a millones. Una cosa muy cañí, pero es que resulta que la había compuesto para Lolita, que no se la quiso, no sé por qué si era perfecta para ella; luego se la ofreció a Luz Casal, que en este caso con buen criterio la rechazó, así que la grabó el propio Manolo Tena. El hombre pasó toda la vida dando tumbos entre sus adicciones y su carrera como cantante y compositor. También dejó una canción, grabada cuando sabía que se moría de otro cáncer, Opiniones de un payaso, en mi opinión mejor que la de Pau Donés aunque la comparación no valga por inoportuna. Más que un testamento, Manolo Tena escribió su biografía, la de una persona atormentada que atravesó momentos muy duros y muere dejando un ejercicio de honestidad: "Cuando creí que sí/después siempre fue no,/sólo puedo pensar/en romper a llorar/cantando la canción/de la risa, del dolor". Supongo que el título de la canción hace referencia a la novela homónima de Heinrich Böll, porque una y otra obra la dejan a usted triste cuando las termina.

Hay mucha gente que dice preferir morir de golpe, sin enterarse: "¡Que me atropelle un autobús y bum, ya estoy muerto!, o eso, o dormirme una noche plácidamente y no despertarme". Bueno, allá cada quién, no seré yo quien le diga a nadie cómo debe querer morir. En mi caso, ya le digo, preferiría un tiempo. Para mi desgracia no tengo asuntos que poner en orden, así que lo dedicaría a hacer algo, no sé, igual una canción cuya letra esté a la altura de mi prosa. Más o menos así: "My baby, oh, yeah. / My baby, oh yeah. / Oh, yeah, my baby / Oh yeah, oh yeah". Y así todo el rato hasta llegar al estribillo, que dice esto: "Du-dubidú, my baby. / Dudubidú, oh yeah".

O eso o escribir alguna cosilla, lo que sea. Y no es el único motivo. Antes de morir quizá sea mejor cruzar las etapas hasta llegar a la de la aceptación, que es la más complicada, porque aceptar algo así requiere un proceso que creo que es mejor transitarlo que morir sin enterarse y no poder, no sé, decir cosas que uno o una quiere comunicar a alguien pero nunca lo ha hecho, pedir perdón a tres o cuatro personas, querer mucho más a otras tantas; tirarse desde un avión con un parapente o mover por última vez los marcos de la finca del vecino. Cualquier cosa de esas que siempre quedan pendientes.

Y los de Twitter que espabilen, que tengo una vida virtual que vivir, pasmones.

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