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Un tostón

NO ES fácil buscarle algún tipo de utilidad al pleno extraordinario que se celebró el pasado lunes en la Diputación de Lugo. El nacionalista Xosé Ferreiro no se cortó a la hora de calificarlo en el transcurso de la propia sesión, que duró algo más de dos horas. Dijo, literalmente, que el debate, absorbido hasta esa intervención suya por socialistas y populares, con la puntilla del diputado no adscrito, fue un auténtico "tostón". Salieron adelante dos asuntos que habían quedado pendientes de la anterior convocatoria y los señores diputados se pusieron de acuerdo para poner en marcha otra comisión, en este caso para hacer un seguimiento sobre la ejecución de los acuerdos aprobados por la propia corporación provincial. Otro foro para que unos y otros sigan tirándose los trastos a la cabeza a cuenta del cumplimiento, o no, de las iniciativas que salen adelante en el paraninfo de San Marcos. Un escenario más para seguir mirándose el ombligo y hablando para ellos mismos. Poco más dejó el acalorado, a veces incluso grosero y ordinario, intercambio de impresiones entre sus señorías. Los populares también consiguieron que se votara encomendar a Suplusa, ese ente cuya propia existencia y funciones habría que explicar a la inmensa mayoría de los contribuyentes, la construcción de las residencias de la tercera edad de O Courel, Becerreá y Portomarín. De todas formas, el vicepresidente de la institución, Álvaro Santos, repitió hasta en tres ocasiones que dicha votación no tendría validez legal. Sostuvo, contra el criterio de Elena Candia, que la competencia para adoptar esa decisión es de la junta de gobierno. Vino a decir que, fuese cuál fuese el resultado, por encima de la pinza entre Martínez y el Partido Popular, ellos mantendrían la firme intención de hacer aquello que les viniese en gana. Básicamente, matizó el presidente Campos, asumir esas dotaciones, pero de acuerdo con sus plazos y criterios.

Sus señorías vuelven a las andadas. La situación de bloqueo político que se vive en la Diputación sigue dando lugar a actuaciones esperpénticas. Nadie está libre de culpa. Todos reclaman para sí el patrimonio de la responsabilidad y el rigor, pero no hacen más que presumir de aquello de lo que carecen. Los plenos acaban convertidos en la arena de un circo. Un cuadrilátero con calefacción y asientos de cuero donde los partidos escenifican la lucha por el poder. También por el dinero que permite conservarlo. Se dedican a jugar al gato y al ratón dentro su burbuja, entretenidos en pillar al rival en un renuncio. Hacen de la demagogia una herramienta de usos múltiples. Los populares aprovechan la debilidad del gobierno en minoría para seguir erosionando a Campos y los socialistas se defienden con subterfugios legales y zancadillas. Manuel Martínez se parte la caja mientras disfruta del panorama y el BNG, fuera ya del bipartito, sigue buscando su espacio, como los adolescentes confusos. Metidos hasta la rabadilla en esa dinámica indecorosa, a unos y otros apenas les queda tiempo para pesar en aquellos que pagan la fiesta que tienen montada en San Marcos.


El pleno extraordinario fue toda una verbena. En un momento dado, costaba incluso saber en qué asunto estaba centrada la discusión de los diputados


El pleno extraordinario fue toda una verbena. En un momento dado, costaba incluso saber en qué asunto estaba centrada la discusión de los diputados. Se trataron algunas mociones que figuraban en el orden del día, pero otras no llegaron a ser debatidas. La cosa se torció desde el primer momento. El gobierno estaba empeñado en hacerle pagar su "pataleta" a los populares, que en la última sesión ordinaria votaron en contra de todo como protesta por la conversión de una de sus iniciativas en un ruego. Cosas de andar por casa. El caso es que, como la corporación ya se había pronunciado sobre esas mismas cuestiones, los socialistas se ampararon en que no puede haber dos resoluciones sobre una propuesta de acuerdo idéntica. No es no, que diría Pedro Sánchez.

La confusión se adueñó del pleno. Los turnos de palabra pasaron a mejor vida, entre cuestiones de orden y discusiones casi tabernarias. El alcalde de Pol volvió a calentarse y Manuel Martínez le pidió que aplacase su ímpetu de «pura sangre de la comunicación». Ferreiro, cabreado como una mona, también le exigió "educación" a Elena Candia, que ya lo había interrumpido en varias ocasiones. Campos trataba de poner orden, con poco convencimiento y menos éxito. Entre el público, medio centenar de bomberos alucinaba con lo que estaba sucediendo. Se presentaron en San Marcos porque en el orden del día figuraba una moción para instar a la Diputación a acabar con la precariedad laboral que padecen. Cobran 3.000 euros menos al año que sus compañeros de Ourense. Supuestamente, esa iniciativa, al igual que otras, no podía ser tratada, porque había sido rechazada en la sesión anterior. Al final, no se votó, pero sí hubo debate. Difícil de explicar y aún más de entender.

Efectivamente, "un tostón", pero no como el que hacían mi madre y mis tías en el horno de leña. Además de absurdo e inútil, resultó ser más duro e indigesto para quienes nos vimos en la obligación de tragárnoslo.

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