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Puteados

                                                                                     El hastío de la gente es tal que solo el 5% parece preocupada por la falta de Gobierno

"Ya está bien de que nos puteen". Una afirmación tan gráfica y contundente no deja lugar a dudas sobre el estado de ánimo de quien la pronuncia. Por decirlo finamente, el personal está hasta las gónadas que coronan el arco del triunfo de que le tomen el pelo y de que el país viva en una situación de interinidad. No porque esté parado, como machaconamente nos quieren hacer creer los satélites orbitales de determinados grupos de poder que se afanan por manipular a la opinión pública. Afortunadamente, después doscientos días con un gobierno en funciones, la gente sigue haciendo su vida, las empresas buscando su rentabilidad, el paro bajando -según las últimas cifras oficiales- y los servicios públicos funcionando a trancas y barrancas, exactamente igual, o de forma muy parecida, a como lo hacían antes de las elecciones generales de diciembre.

Aunque las comparaciones son odiosas y casi siempre inexactas cuando parten de supuestos muy diferentes, los belgas estuvieron 541 días sin ejecutivo al frente del estado. Batieron un récord mundial. Sucede que el crecimiento de su economía, el desempleo e incluso las cuentas públicas evolucionaron en ese tiempo mejor que la media de la Eurozona y, por supuesto, bastante mejor que las de España. De todas formas, citado el caso que casi todo el mundo conoce, más allá de las bravatas que se dicen en conversaciones de taberna, quien más y quien menos es consciente de que la cosa no debe continuar así por más tiempo. Resulta difícil de alcanzar la estabilidad que un país necesita en determinados ámbitos cuando quienes lo mandan están en una situación de tránsito permanente.

"Ya está bien de que nos puteen. Que lleguen a un acuerdo de una vez y que nos dejen descansar. Si la mayoría quiere que gobierne el PP, pues que les dejen formar gobierno de una vez y que los demás se dediquen a controlarlos desde la oposición". Quien pronunció estas palabras fue un votante del candidato socialista, Pedro Sánchez, en las últimas elecciones generales. O al menos eso dice él. Aunque es posible que me la metiese doblada en cuanto al color de la papeleta que introdujo en la urna el pasado 26 de junio, no es para nada sospechoso de ser simpatizante de cualquier opción política de derechas. Ni siquiera del nuevo centro que se ha inventado Albert Rivera, ese que escora con demasiada facilidad hacia un lado o hacia el contrario. Esas expresiones cargadas de hastío salen de una persona que siempre ha sido sensata y de izquierdas. "Que se dejen ya de gastar el poco dinero público que hay en elecciones", añadía. Seguramente, su reacción airada a una noticia sobre la ronda de contactos que ha iniciado Rajoy para buscar un acuerdo que facilite su investidura sea la misma que tienen a diario, de forma pública o íntima, votantes del candidato popular, de los que apostaron por los socialistas, de los que dieron su apoyo a Ciudadanos, de los que confiaron en las mareas o incluso de los que tienen un corazón podemita.

El asunto de la gobernabilidad tiene que solucionarse de una vez por todas. No tanto por la preocupación de la gente, sino porque debe dejar de ser algo pendiente, un paréntesis en la propia acción de gobierno y de oposición que tiene aletargadas decisiones importantes. El último barómetro del CIS ha venido confirmar, una vez más, el desapego creciente que se percibe en la sociedad en relación con la actividad política. Tan sólo un 5% de la población está inquieta por la falta de gobierno. Lo que realmente le quita el sueño al personal es el paro, evidentemente. Si hacemos caso a esa misma encuesta, también la corrupción y el fraude, dos problemas de narices que no ayudan precisamente a mejorar la imagen que tienen los sufridos contribuyentes de sus representantes públicos.

No parece, en todo caso, que el camino para llegar a un acuerdo vaya a ser fácil. El Partido Popular no se ha dedicado precisamente a hacer amigos en política en los últimos años. La postura radical y soberbia que favorecen las mayorías absolutas hizo que los suyos quemasen muchos puentes durante cuatro años. Además, los representantes de los demás grupos saben que, mayoritariamente, sus votantes son contrarios a una forma de hacer política que censuraron en las urnas. La propia alcaldesa de Lugo, en sintonía con otros dirigentes del PSdeG, se mostró contraria incluso a una abstención para favorecer la investidura de Rajoy. Dijo que eso sería validar, aunque sea de una forma tibia, decisiones y comportamientos que los socialistas aborrecen.

Aunque cada uno defienda lo suyo y a los suyos, visto lo visto y oído lo oído, lo que tienen que hacer los responsables de todo este tinglado es pensar más en la gente que los ha elegido. Meter en una maleta su egoísmo partidista o personal y buscar una solución que, aunque imperfecta, sea lo más beneficiosa posible para superar esta situación. También, para que traiga algo de sosiego a todos esos ciudadanos que se sienten puteados.

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