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Puertas al campo

Fitur se llena de políticos, los montes de jabalíes y la Policía de jefes que no llegan a serlo

TODAS las semanas me pasa lo mismo. Casi todas, al menos. Normalmente me lleva un rato pensar a qué dedico estas casi novecientas palabras que salen publicadas todos los viernes en la sección de Local. Es cierto que hay veces en las que lo tengo meridianamente claro, porque hay temas que son especialmente sangrantes y uno se calienta con cacicadas, tropelías varias, mentiras que parecen verdades, negligencias, abusos u otro tipo de conductas perniciosas que descansan siempre sobre las mullidas espaldas de los administrados. En otras ocasiones, en cambio, no lo tengo tan claro. Siempre hay muchas cosas de las que hablar o sobre las que escribir. Incluso bien. Esta semana, por ejemplo, tenía pensado atizarle a esa peregrinación que cada año se produce a Fitur. Comienza la Feria Internacional de Turismo, que se celebra en Madrid, y vemos como un montón de representantes políticos, de todos los niveles de la Administración pública, preparan sus maletitas para darse una vuelta por la capital. En tiempos pretéritos, en la época de vacas gordas, se producía a estas alturas del año una auténtica procesión de alcaldes, concejales, diputados provinciales y parlamentarios, muchas veces acompañados por la correspondiente pléyade de asistentes y palmeros. Servidores de lo público siempre prestos para arrimar el hombro a favor de un sector que, a pesar del supuesto potencial que atesora y de esa importante labor de promoción que hicieron todas esas personas, sigue sin dar ese salto de calidad que se espera como agua de mayo en una provincia en la que no sobra de nada, y mucho menos puestos de trabajo y posibilidades para ganarse la vida de una forma digna.

Ya tenía los dedos sobre el teclado cuando caí en la cuenta de que ese mismo tema ya lo había tratado, más o menos por estas mismas fechas, el año pasado. Mi forma de pensar no ha cambiado demasiado en los últimos doce meses y, desgraciadamente, tampoco lo ha hecho, al menos de forma sustancial, la situación de ese sector. Se me ocurrió entonces hablar de esa especie de epidemia que afecta a determinados efectivos de la Policía Local de Lugo. La alcaldesa asegura que no hay, o por lo menos que ella no tiene conocimiento, de que exista un virus contagioso en la comisaría de Sanfiz. Sin embargo, de forma paralela, fuentes de su gobierno confirmaron que cuatro de los cinco agentes nombrados por decreto para asumir la Jefatura del cuerpo, presentaron la baja médica al recibir la notificación. Solo caben dos explicaciones. Que los policías señalados caigan en tal situación de ansiedad y estrés ante la perspectiva de ejercer como jefes que queden automáticamente incapacitados para trabajar. Casi fulminados, podríamos decir. O bien que los médicos de cabecera, ignorantes de un conflicto laboral del que casi todo el mundo en Lugo tiene noticia, estén concediendo bajas con demasiada alegría. Quién sabe. Lo que parece claro es que, efectivamente, la profesión de policía local puede considerarse de alto riesgo en esta ciudad. Especialmente cuando se ejerce desde la Jefatura.

Por una cosa o por otra, también descarté la posibilidad de centrar toda mi atención sobre ese asunto. A fin de cuentas, el actual jefe se jubila hoy. A partir de ahora, el gobierno local tiene la intención de iniciar el proceso para cubrir esa plaza mediante libre designación, un sistema que abre la puerta a que policías de otras localidades puedan aspirar al cargo. Al final, decidí escribir unas líneas sobre los jabalíes. Esos tiernos animalillos se pasean por el centro de Lugo con toda naturalidad. Son bichos feroces pero en este ámbito inspiran cierta ternura. Imbuidos por este tiempo de libertad sin barreras en el que nos ha tocado vivir, también los suidos son cada vez más atrevidos. Se han dado cuenta de que están relativamente seguros en un entorno que no les resulta demasiado hostil. En el medio urbano el único peligro con el que pueden encontrarse es que los atropelle un coche. Nadie va a pegarles un tiro en la Ronda da Muralla. Tampoco hay cepos colocados en la Ronda do Carme. Tienen el alimento asegurado y se sienten cómodos.

La Xunta de Galicia va a colocar dos jaulas en zonas de paso, para ver si suena la flauta y captura a unos pocos ejemplares. Además, tanto la administración autonómica como el Ayuntamiento de Lugo van a rozar algunas parcelas abandonadas que esta especie puede utilizar como refugio y lugar para encamar en las inmediaciones de la ciudad. Seguramente, son acciones revestidas de buena voluntad, pero con una eficacia muy limitada o, simplemente, nula. Lo que sucede con los jabalíes es una consecuencia lógica de la despoblación de nuestras aldeas y el abandono del medio rural. Lo que antes eran prados y tierras de cultivo son hoy fincas abandonadas. Terrenos llenos de maleza y a barbecho. El monte llega a la misma puerta de las casas y a la entrada de las ciudades. La ausencia de seres humanos facilita que la población de fauna silvestre se dispare.

Con este panorama, poner una o dos jaulas y rozar diez o doce fincas no servirá para nada. Es como ponerle puertas al campo. Algo bastante inútil. Creo.

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