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Lino y Manolo

El último pleno de la Diputación fue la traca final de un enfrentamiento bochornoso

LINO Y MANOLO. Manolo y Lino. Desde que el alcalde de Becerreá se coronó Rey en el Norte y votó por su excelsa persona para presidir la Diputación, se les rompió el amor. Martínez volvió a quedarse a las puertas del baile, pero facilitó que Elena Candia llegase a gobernar la Diputación de Lugo durante unos meses. Algo imperdonable a ojos de sus antiguos correligionarios. Fue como si un Stark de Invernalia hubiese facilitado que un Lannister de Roca Casterly se sentase en el Trono de Hierro. En ese particular Juego de Tronos que vivimos a inicios del presente mandato, conjuras y traiciones varias quebraron amistades, rompieron pactos de fidelidad, zarandearon lealtades y dejaron retratados a unos cuantos personajes. El campo de batalla quedó sembrado de cadáveres políticos, aunque algunos ni siquiera se percataron entonces de su paso a mejor a vida. Se levantaron con brillantes ojos azules y siguieron caminando.

Lino Rodríguez observa a Martínez. AEPQuedaron en evidencia, más que nunca, los tejemanejes de la política y el poder que se mueve en las sombras, porque "la noche es oscura y alberga horrores". El príncipe destronado montó en cólera al saberse rehén de una intriga cocinada, con la inestimable colaboración de los nacionalistas, para dejarle paso expedito a un comandante en plaza más dócil y obediente con el matriarcado de su partido. Algunos consideraron su movimiento en el tablero una felonía, pero también hubo quien excusó su comportamiento como parte de una más que justificada venganza. Quién sabe. Los seres humanos somos impredecibles. Otros hubiesen optado por la retirada a los cuarteles de invierno, a la espera de una primavera más propicia para la lucha cuerpo a cuerpo, a pecho descubierto. En aquellos días de incierto final, a pesar de que el resultado electoral había sido favorable para los intereses socialistas, se produjeron sucesos difíciles de explicar. También se marchó, aunque en su caso sin hacer demasiado ruido, el que fue secretario general del PSdeG en Lugo. Juan Carlos González Santín pidió el día de su despedida que se acabasen "las cosas extrañas" en la institución provincial para recuperar "el gobierno progresista que debió tener desde el primer momento" la Diputación de Lugo.

El distanciamiento de Martínez con sus antiguos compañeros de partido solo tuvo unos meses de tregua, cuando llegó a un acuerdo con los socialistas para promover una moción de censura

El distanciamiento de Manuel Martínez con sus antiguos compañeros de partido solo tuvo unos meses de tregua, cuando en otro giro inesperado de los acontecimientos, llegó a un acuerdo con los socialistas para promover una moción de censura que acabó por destronar a la alcaldesa de Mondoñedo y le pasó el mando de la Diputación a su vecino, el regidor de A Pontenova. Darío Campos hizo al de Becerreá vicepresidente y dejó en sus manos las competencias de Vías y Obras. Más tarde llegaría a ser presidente de Suplusa. Todos tragaron entonces sapos y culebras. Envainaron la espada del orgullo e intentaron echar tierra sobre los desplantes del pasado. Por unas cosas o por otras, quizás porque segundas partes nunca fueron buenas o porque las heridas no llegaron a cicatrizar del todo, esa reconciliación nunca llegó a consolidarse. Los recelos y la desconfianza mutua fueron insuperables y provocaron un nuevo divorcio que, además, acabó de la peor forma posible. Volvieron al pleno de la institución provincial la tensión, los insultos, las descalificaciones, los debates trabados, las polémicas estériles, los reproches y el personalismo como fondo y forma a la hora de hacer política.

Martínez volvió a ceñirse la cota de malla y no dejó de meter el dedo en toda cuanta llaga se puso a su alcance en los últimos años. Hizo de la batalla su modo de vida. Empezó por llamarles a sus antiguos compañeros "socialarribistas" y al presidente de la Diputación lo calificó como "Darío I, el Reprobado". Llegó a conseguir que un tipo en apariencia paciente, como es el propio Campos, lo echase del pleno y le llamase "impresentable", mientras que el alcalde de Becerreá le gritaba epítetos llenos de cariño, como "mentiroso" o "indigno". A finales de mayo del pasado año, tuvo que ser desalojado del paraninfo de San Marcos por personal de seguridad, después de haber sido expulsado de la sesión plenaria y haber irrumpido de nuevo en el debate -desde la tribuna- para llamarles a los socialistas "sinvergüenzas políticos".

Siempre provocador, se topó en muchas ocasiones con la inteligente indiferencia de la mayoría de sus antiguos compañeros, pero Lino mordió el anzuelo y acabó retratado. Manolo y Lino. Parecía que aquel "trilero tú, me cago en D.... Qué eres tú si no un trilero", que pronunció el alcalde de Pol, iba a quedar en la memoria como el máximo exponente de las disputas tabernarias en este mandato. Sin embargo, al final llegó el final. La traca de despedida. "Hijo de mala madre", "merdán", "vete a tomar por el culo", peinetas y cortes de manga amenizaron el último pleno. Martínez acusó al presidente de la Diputación, a viva voz, de no tener "pelotas". En fin. Bochornoso, lamentable, impropio y reprobable.

Con lo sucedido en la Diputación pasa como con los chistes de mal gusto. Pueden provocar una sonrisa mecánica. Sin embargo, cuando los masticas acabas por pensar: "Pero de qué narices me estoy riendo".

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