Blog | Patio de luces

La lupa

TENGO LA impresión de que cualquier asunto que requiera de diligencia en la gestión por parte de las administraciones públicas cuesta mucho más en Lugo que en cualquier otra ciudad de su entorno. No hablo de actuaciones faraónicas. Ni siquiera de obras de cierto calado. Decisiones que aparentemente no encierran demasiada complejidad se demoran mucho más de lo que sería permisible en otro lugar. El gobierno local se enreda a menudo en disputas con la Xunta a cuenta de infraestructuras o servicios pendientes, pero parece que a veces no encuentra la lupa para fijarse en esas pequeñas cosas que hacen más humano y habitable el ámbito urbano. Tiene delito que, meses después de haber terminado la obra civil, el nuevo auditorio siga siendo un cascarón vacío porque no hay manera de que unos y otros se pongan de acuerdo para pagar su equipamiento. Ni que pusieran el dinero de su bolsillo. Efectivamente, es algo lamentable. Pero también lo es que un muro particular invada la acera en la Avenida da Coruña sin que el Ayuntamiento haya sido capaz de tirarlo abajo, aunque sea de una coz. Obliga a los viandantes a bajar al asfalto por el que transitan a diario cientos y cientos de coches. La alcaldesa ha heredado el problema y parece dispuesta a solucionarlo. Primero hay que saber de quién es. Se ha comprometido con los vecinos a iniciar los trámites para expropiarlo. Alabado sea. Como dijo una vez un concejal nacionalista, parece que todo funciona ‘a ritmo caribeño’.

No es el único problema minifundista que ha heredado Lara Méndez. El sábado jugó el Club Deportivo Lugo en casa. Cientos de aficionados bajaron a pie por la Calzada da Ponte para acercarse al estadio. Como de costumbre, usaron el túnel que pasa por debajo de la Nacional VI para arribar al aparcamiento inferior del Pazo de Feiras y desde allí subir por un camino de cabras hasta el Anxo Carro. El estado de ese acceso es deplorable. Seguramente no hay ningún campo de fútbol en toda la provincia de Lugo, sea cuál sea la categoría en la que milite su equipo, al que se llegue por una ‘corredoira’ semejante, llena de piedras y socavones. En su momento, me molestó que algunos aficionados del Deportivo, cuando se enfrentaron los equipos que dirigían Quique Setién y Fernando Vázquez, hiciesen comentarios poco corteses al respecto de tan agreste travesía. En el fondo sabía que la razón estaba de su parte, pero al final pasa como con los hijos. Los padres seguramente saben cuando están dando alimento y cobijo a un cafre, pero a ninguno le gusta que se lo diga el vecino de al lado.

Cuando cae agua es todavía peor. Se llena todo de lama. Los aficionados tenemos varias opciones. Usar botas de goma como los pescadores, vadeadores de neopreno o simplemente llegar al estadio hechos un cromo, con el calzado y los pantalones embarrados hasta la rodilla o hasta las cachas del culo, en función del día. El sábado llovió antes del partido y a la salida del paso subterráneo nos esperaba un lodazal. Dos coches pasaron justo en ese momento y salpicaron al personal a diestra y a siniestra. "La puta lo parió, me ha puesto las zapatillas perdidas", dijo un chaval que iba justo delante de mí. Tenía acento argentino, o uruguayo, no sabría decir. No me acordé yo de la mamá de los conductores. Qué culpa tienen ellos. Creo que hice rechinar los dientes y me tragué como pude el rebote contra la Alcaldía de Lugo. Un enfado que, en honor a la verdad, ni siquiera iba dirigido hacia la actual inquilina de ese despacho. A fin de cuentas, el asunto viene de viejo. Parece que ahora diez millones de fondos europeos pueden contribuir a solventar esta vergonzante deficiencia. Veremos.

Lo triste es que la salida hacia la Fonte dos Ranchos es algo más digna, pero la gente que sube del estadio se ve obligada a cruzar la calle al llegar a Marques de Ombreiro, porque en el margen derecho de esa vía también falta un centenar de metros de acera. Pensé sobre ello después del partido, cuando iba en coche hacia el centro comercial As Termas. Por Infanta Elena, a la altura de Albeiros, una persona caminaba por el arcén, paraguas en mano, pendiente de los coches que le venían de frente. Tampoco en esa ‘avenida’ incompleta, hecha a retales, los peatones pueden circular con la mínima seguridad que aporta el bordillo de un andén. Algo que parece tan simple y que aquí, en este rincón del mundo, se demora sin solución de continuidad.

No está mal que el gobierno local exija a la Xunta y al Estado diligencia ante los compromisos pendientes. El tren de alta velocidad, la estación intermodal, la autovía a Santiago, la solución para el viejo Xeral, las prestaciones sanitarias prometidas, la construcción de una residencia de la tercera edad, una nueva comisaría, el colegio del Sagrado Corazón o más escuelas infantiles. Por supuesto, así tiene que ser. No debe olvidarse, en todo caso, de sacar de vez en cuando la lupa del cajón para revisar sus propios lunares. Porque los tiene, y muchos, aunque algunos sean pequeños.

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