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La cumbre

Balseiro y Arroxo nos regalaron para iniciar el curso político un inesperado encuentro
Balseiro y Arroxo. EP
photo_camera Balseiro y Arroxo. EP

UNO SABE ÁLGEBRA y el otro aprende rápido. El curso político ha comenzado en Lugo con una foto inesperada. Después de las vacaciones de verano, seguramente lo más ortodoxo hubiese sido una instantánea de la alcaldesa y del teniente de alcalde para escenificar la unidad del gobierno de coalición. Una cita, informal pero arreglada, para contarnos a todos las ganas que tienen de trabajar juntos por los vecinos, de sacar adelante proyectos comunitarios y de desarrollar ese "modelo de ciudad" del que tanto le gusta hablar a Lara Méndez. Pero no. La imagen que nos han regalado es otra. Más inusual, más exótica o, si lo prefieren, bastante más morbosa.

Sentados detrás de una mesa, rodeados de micrófonos, se dejaron ver juntos y con buena sintonía dos políticos de orientación muy distinta, sino antagónica. Agua y aceite. Después de una reunión entre ambos, comparecían Balseiro y Rubén Arroxo en la sala de prensa de la delegación territorial de la Xunta. Y lo hacían con aparente buen rollo entre ambos. El delegado del gobierno gallego dijo que habían llegado a acuerdos más o menos satisfactorios en todos los puntos que habían tratado en ese breve encuentro. Pleno a la primera. Para nota. El nacionalista afirmó que "las administraciones están condenadas a entenderse por el bien de los vecinos". Que esa es, precisamente, su "obligación". Uno sabe latín y el otro ya lo chapurrea.

Según la versión oficial, ambos mantuvieron una reunión para desbloquear una serie de asuntos pendientes que lastran, por ejemplo, la apertura del nuevo auditorio o la ejecución de una nueva fase del Plan Paradai. Una interpretación apócrifa nos permite, sin embargo, observar ese encuentro desde una perspectiva alternativa. Más allá de los acuerdos que sellaron de forma informal, la cumbre entre Arroxo y Balseiro sirvió, además, para colocar la consabida fotografía y un argumentario poco improvisado. Ninguno da puntada sin hilo.

El delegado de la Xunta agradeció la buena disposición del teniente de alcalde al diálogo, algo que dijo no haber encontrado hasta ahora en el Ayuntamiento de Lugo. Quiso darle así un tirón de orejas a la que fue su vecina en Cervo y, de paso, blanquear su imagen de tipo duro. Él siempre estuvo dispuesto a hablar con el gobierno local, fueron otros con su intransigencia y obcecación los que frenaron el buen entendimiento entre instituciones, vino a decir. Con los socialistas la cosa no fluía, pero con sus socios todo es diferente. Cantos de sirena.

Para su compañero de mesa el encuentro también fue valioso desde el punto de vista político. Da la impresión de que el BNG ha iniciado el mandato con una marcha más que sus compañeros de gobierno. Arroxo se presentó con galones de mando en la Xunta para escenificar que el objetivo del bipartito puede ser común, pero cada uno sigue su camino para llegar a la meta. Dentro de cuatro años el Partido Socialista será tan rival político como el PP en los comicios locales. Los nacionalistas son como los jóvenes jugadores que hacen la pretemporada con un gran club. Tienen ganas de demostrar de lo que son capaces y, si pueden, pasar por delante de otros compañeros más veteranos. Saben que para ello tienen que trabajar duro, acertar y hacer que ese esfuerzo luzca. Ya salieron escaldados de otros matrimonios de conveniencia.

A los que no participamos del juego político solo debería importarnos que las cosas funcionen. Los motivos de unos y otros para entenderse son cosa suya. Lo único relevante es que solucionen problemas y hagan cosas positivas para la gente. A fin de cuentas, el dinero del Ayuntamiento de Lugo y de la Xunta de Galicia sale del mismo bolsillo.

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