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Fortuna

El Gordo deja alegría a los premiados y un poco de frustración a los que lo tuvieron cerca

POR OBRA  y gracia de la fortuna, en Vilalba hay desde hace unos días un número nada despreciable de personas acaudaladas y de familias que podrán vivir de forma más holgada. 

La lotería no hace al personal asquerosamente rico, salvo contadas y notables excepciones. Hablamos de otra cosa. De gente que, si sabe administrar el premio que le ha tocado en suerte, disfrutará de una existencia más cómoda, sin necesidad de comprobar de forma habitual si hay saldo suficiente en su cuenta bancaria para pagar el recibo de la luz.

El dinero aporta tranquilidad, al menos en lo que se refiere a la cobertura de las necesidades básicas, pero también puede ser objeto de profundas preocupaciones. Al final, todo depende del propio individuo. Hay quien se conforma con lo mínimo, para ir tirando, y quienes no son capaces de conciliar el sueño a pesar de que, seguramente, han amasado más cuartos de los que podrían gastarse, en condiciones normales, en cuatro vidas y media. Hay quien se adapta a lo que tiene y lo disfruta intensamente, pero también hay quien vive en un estado de insatisfacción permanente y nada consigue colmar sus aspiraciones. Lo cierto es que, llegado el caso, el vil metal puede servir para comprar tiempo y libertad. Días y horas para disfrutar con la familia y los amigos, pero también independencia para mandar a tomar por saco a muchos de los gilipollas que, por unas cosas o por otras, nos vemos obligados a soportar a lo largo del camino.

Un compañero de trabajo lo resumía en una frase con notoria precisión. Los problemas que se solucionan con parné dejan de serlo si uno lo tiene. Por lo mismo, si damos por bueno ese razonamiento, también llegamos a la conclusión de que las dificultades que solo se solucionan con billetes acaban por ahogarte si no has conseguido reunirlos en cantidad suficiente.

Lo que ha sucedido en capital chairega con El Gordo de la Lotería de Navidad es algo extraordinario. Ha dejado en un municipio que no llega a los quince mil habitantes un total de 544 millones de euros. Hablamos de una cifra que es superior a la suma de seis presupuestos completos de la Diputación de Lugo. Multiplica por veintisiete lo que se gasta anualmente la institución provincial en ese Plan Único de ayudas a todos los ayuntamientos lucenses. Se han vendido unos mil trescientos décimos premiados con 400.000 euros —320.000, en realidad, deducido el mordisco de Hacienda—. Puede decirse, aunque no sea rigurosamente exacto, que prácticamente un tercio de las familias de la localidad han resultado agraciadas. No hablamos de calderilla, es un auténtico pastizal. Mucho dinero que, bien invertido, sería suficiente para reactivar la economía de una comarca entera. Se trata de una auténtica lluvia de millones que podría crear riqueza y puestos de trabajo en la zona. Malgastados, no servirán para nada más. Ejemplos tenemos de que incluso la buena fortuna puede arruinar la vida de una persona. En Vilalba todavía se cuenta de la historia de aquel vecino que ganó más de quinientos millones de las antiguas pesetas gracias al azar y se encargó de dilapidarlos en apenas unos años. Se dice que a ciertas horas y en determinados locales mandaba "abrir champán" hasta "que saliese por la puerta" de entrada. El premio se ahogó entre burbujas.

Con un reparto lineal de ese porrón de millones de euros, a cada vecino de Vilalba le tocarían más de 35.000 euros. Un empleado que cobre el salario medio en esta provincia, que se sitúa en torno a los 17.000 euros anuales, tendría que trabajar más de 23 años de su vida para ganar la cantidad que a algunos les ha caído del cielo solo con un décimo premiado. Y hablamos de ingresar ese dinero, porque ahorrarlo en una cuenta bancaria y verlo todo juntito, es otra historia. Por eso, El Gordo también ha dejado a mucha gente insatisfecha y descontenta. Hablamos de la cofradía de la salud. De aquellos que lo han sentido muy cerca, pero un año más se han tenido que conformar con ver la celebración de otros. En este caso, además, con el agravante de que han podido escuchar los fastos desde su propia casa. Han escuchado saltar de alegría a sus vecinos y conocidos. Además, por si fuese poco, se han visto obligados a responder una y otra vez, por desgracia con el monosílabo menos deseable, a todos los que les han preguntado: ¿Y a ti, no te ha tocado?

Hay gente muy contenta y otra muy quemada. Rabiosa, incluso. También hay quien sabe ver siempre el vaso medio lleno, de whisky añejo o de agua. Mientras algunos se lamentan por su mala suerte, el propietario de un bar me comentaba en un susurro que a él también le había tocado la lotería. En su caso, no por tener un décimo premiado. Me dijo que El Gordo le iba a caer todos los días de este y de los próximos años. La misma esperanza tendrán los vendedores de coches, de pisos, los comerciantes y, en definitiva, todos los negocios y negociantes del lugar. 

En mi caso, lo tengo muy claro. Si me hubiese tocado, estaría muy contento. Pero no pienso ponerme triste por algo que nunca fue mío. Feliz año y fortuna para quien se lo merezca.

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