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El tesoro del amigo

UN COLEGA me reenviaba este viernes uno de esos memes o chistes que tanto proliferan ahora a través del móvil. Muchos son auténticas chorradas carentes de gracia, verdaderas gilipolleces de mal gusto. En este, en concreto, se mezclaba la situación laboral de nuestro país con el Brexit y el eterno conflicto por la soberanía de Gibraltar. Una imagen en la que se puede ver una cola inmensa de parados a las puertas de una oficina del Servicio Público de Empleo, aparece acompañada del siguiente texto: «Le dije a un inglés que Inem significaba oficina de reclutamiento.... Lo tengo acojonado». Supongo que ese tipo de reacciones forma parte de nuestra propia forma de ser. Cuando vienen mal dadas, y sucede bastante a menudo, aliviamos presión de ese modo. Tiramos de ironía, fina o de brocha gorda, y acabamos haciendo coñas a cuenta de nuestra propia miseria. En tiempos de dificultad es cuando aflora el ingenio, en el buen sentido y en el menos productivo también. A falta de pan, buenas son tortas. Y circo. No da de comer, pero ayuda a que el personal esté entretenido y no se acuerde a todas horas del hambre.

El desempleo continúa bajando. Desde el Gobierno nos dicen todos los días que estamos mejorando y, probablemente, así es. En cualquier caso, es evidente que la cosa no va bien del todo. No hace falta ser un gran experto en asuntos macroeconómicos para percatarse de que aún queda un largo camino por recorrer para salir del agujero. Si hacemos caso de los últimos datos registrados por el Servicio Público de Empleo, tenemos a más gente trabajando. Galicia cerró el mes de marzo con casi 22.000 parados menos que hace un año. Se sitúa en niveles de desempleo, según la Administración, inferiores a los que había antes del inicio de la crisis. En Lugo, también hay 2.000 personas menos sin trabajo que hace doce meses y ha aumentado la afiliación a la Seguridad Social, pero sigue habiendo más de 21.000 individuos en edad de currar que no tienen oportunidad de hacerlo. Preocupa, además, que casi la mitad de esa gente no perciba ningún tipo de prestación, de modo que ya no lleva ni un euro a casa a final de mes. A no ser que sea mediante aquellas actividades que ampara la economía sumergida, pero esa es otra historia.

Además, los sindicatos aseguran que la mayoría de los puestos de trabajo que se están creando en Lugo son precarios y con unas condiciones realmente leoninas a favor del empresario. Algunos analistas ya avisan, por ejemplo, de que la creación de empleo no basta para garantizar el futuro de la Seguridad Social y del propio sistema de pensiones. Hay expertos que califican la precariedad laboral de nuestro país como un «suicidio». Lento y agónico, pero con un final claramente previsible. Muchos trabajadores, a pesar de tener una ocupación remunerada, siguen estando en el umbral de la pobreza. Además, la propia Administración, con la proliferación de salarios tan bajos, es incapaz de recaudar el dinero que necesita para que siga funcionando, al menos en unos niveles aceptables, el llamado estado del bienestar. Tampoco hay que olvidar una circunstancia realmente agobiante para el futuro de una provincia tan envejecida como la nuestra. Más o menos el 15% de los jóvenes lucenses, unas 3.200 personas con edades comprendidas entre 16 y 30 años, están en el paro. Muchos sin perspectivas de futuro y viviendo en casa de sus padres porque carecen de recursos para independizarse.

Por eso, en un momento en el que un puesto de trabajo con unas condiciones dignas es un bien tan escaso, resultan especialmente execrables todas aquellas prácticas que juegan con la necesidad de la gente. El nepotismo que todavía se practica a cuenta del dinero público es una forma de corrupción especialmente aborrecible. Los enchufes que continúan produciéndose en las administraciones y las prevendas de las que disfrutan determinados individuos por su afinidad con unas determinas siglas son otra forma, quizás más sutil pero igual de perniciosa, de saquear el bolsillo de los contribuyentes y de pisotear los derechos de los ciudadanos.

En las últimas semanas hemos escuchado denuncias sobre pagos en concepto de productividad a determinados funcionarios que casi igualan los ingresos anuales de quienes perciban el Salario Mínimo Interprofesional. También quejas de los propios partidos sobre procesos de selección amañados para comprar voluntades y para buscar cobijo a personas afines a la organización política que está en el gobierno. O críticas por el excesivo gasto en la contratación de asesores cuya función dentro de la Administración para la que figuran en nómina es imperceptible. Lo curioso y realmente preocupante es que son reprobaciones cruzadas. Llegan de los que están en la oposición, pero que en algún momento tuvieron la sartén por el mango.

Eso nos lleva a una idea extendida. Quien tiene un amigo, tiene un tesoro. El tesoro de muchos políticos es, precisamente, la suma de todos esos estómagos agradecidos que, votación tras votación, consolidan su privilegiada situación y le permiten seguir haciendo sus chanchullos y cacicadas. Lamentable.

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