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El polvo rojo

MUCHOS recordarán la serie. Fue un auténtico fenómeno de masas en los años 80. Hablo de V. Medio centenar de enormes platillos voladores se situaron sobre las principales ciudades del mundo de forma inesperada. A bordo de las naves espaciales viajaban extraterrestres, pero con una apariencia muy humana. Al principio se mostraron amigables y encontraron colaboración por parte de los gobiernos de todo el planeta. Dirigentes ávidos de poder sucumbieron a las promesas de los visitantes, quienes se comprometieron a compartir con los terrícolas su avanzada tecnología. Todo fue bien hasta que empezaron a pasar cosas raras. Algunos escépticos comenzaron a desconfiar y al rascar sobre la superficie, resulta que bajo su piel rosada había lagarto. Los alienígenas eran de color verde. Una especie de reptiles carnívoros que comían ratones como si fuesen gominolas. También iban metiendo a la gente en una especie de despensas. Se supone que para conservar bien fresquita su carne. Al final, se descubrió que habían llegado a la Tierra con la intención de usar el planeta como una especie de economato. Para llevarse el agua y criar a los bípedos supuestamente inteligentes como ganado.

Su civilización era claramente más avanzada. A pesar de la resistencia de los humanos y de la ayuda de un grupo de lagartos veganos, que estaba en contra de los planes de su propia raza, nada hacía presagiar un final feliz para nuestra vapuleada especie. Finalmente, lo hubo. Más o menos. La solución no vino por la vía de las armas. El ingenio y la inteligencia de los científicos nos salvó de la extinción. Desarrollaron el llamado polvo rojo, una especie de toxina que fue esparcida por la atmósfera del planeta, inocua para las personas pero mortal para los visitantes. Justo a tiempo. Cuando la cosa se ponía cada vez más fea, los bichos fueron barridos de la faz de la Tierra. Y solo hicieron falta unos cuantos globos aeroestáticos para cargarse a tan temible enemigo. Ciencia ficción.

Preparamos la Navidad con la esperanza de que la vacuna nos devuelva cuanto antes la normalidad

Lo que nos está sucediendo ahora a cuenta de la pandemia no es ciencia ficción, aunque a veces lo parezca. Si alguien nos hubiese contado las Navidades pasadas lo que iba a ocurrir, seguramente hubiésemos dicho que se le había ido la mano con el espumoso. Nos adaptamos a casi todo y poco a poco nos vamos acostumbrando también a la nueva normalidad, pero lo cierto es que un año después nuestra situación ha cambiado de forma notable. Llevamos mascarilla por la calle, no podemos acercarnos a nuestros semejantes y no dejamos de frotarnos las manos con gel hidroalcohólico. No podemos ir al fútbol, ni siquiera reunirnos con nuestras personas queridas. La mayoría de las fiestas han quedado suspendidas. Ahora, los de Lugo, ni siquiera podemos salir o entrar del municipio sin dar todo tipo de explicaciones. Tenemos hasta un toque de queda que nos obliga a estar en casa a las once de la noche. Hasta ahora la hostelería estaba cerrada. Hoy reabre, pero con restricciones de aforo y un horario reducido. También con limitaciones en cuanto al número de personas que pueden estar juntas.

Aún no sabemos cómo vamos a celebrar este año la Navidad. No será fácil. Para empezar, parece que no podrán producirse reuniones de más de diez personas y dos núcleos de convivencia. Está claro que muchas familias tendrán que partirse en varios grupos. Habrá padres que tendrán que elegir a sus hijos preferidos para compartir con ellos estas fiestas. Aquellos que se hayan portado mal recibirán algo peor que el carbón. En cuanto a las medidas de precaución que debemos tomar, hay especialistas que nos dicen que no debemos volvernos locos, pero al mismo tiempo nos bombardean la cabeza con una serie de recomendaciones que son para nota. Hay quien aconseja poner etiquetas en las copas para que nadie, por equivocación o no, se beba el vino o el cava del vecino. No estaría mal tener las ventanas abiertas en pleno mes de diciembre. Debemos colocarnos de forma adecuada a la mesa para evitar todo contacto con aquellos que no conviven en la misma casa. Nada de besos, nada de abrazos y nada de música, porque puede llevarnos a elevar la voz. Por supuesto, nada de cantar, salvo que sea con mascarilla. La comida emplatada y cada uno a lo suyo. Si se comparten regalos, primero hay que desinfectarlos. Aportar una PCR o un test de antígenos negativo por barba sería ya la repera.

Y todo por un bicho microscópico. Ni siquiera por un lagarto carnívoro. Nos dicen que el polvo rojo para barrer al coronavirus estará listo a principios del próximo año. No queda nada. La esperanza llega en forma de vacuna. Aun así, la Organización Mundial de la Salud también avisa. Debemos ser prudentes. La serie V tuvo al menos una segunda temporada. Los reptiles volvían y eran incluso más cabrones.

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