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El militante de base

LO SUCEDIDO EN las últimas semanas con el presidente de la Diputación de A Coruña y alcalde de As Pontes me recuerda a lo de aquel chiste tan viejo. Dos ladrones estaban buscando el modo de acceder a una mansión que, al menos desde fuera, prometía un suculento botín para los cacos más osados. De repente, hallaron un pequeño agujero en la base del alto muro que rodeaba toda la finca. Uno de ellos, muy dispuesto, tomó la decisión de ir delante y pasar primero al otro lado. No contaba con que el dueño de la casa, que los había escuchado y conocía sus planes, los estaba esperando con un garrote en la mano. Nada más asomar la cabeza por el butrón, ¡zas! El propietario le propinó un trancazo monumental en toda la cara y le hizo saltar varios dientes. Todavía aturdido por el golpe y con la mano en la boca, el tipo reculó hasta donde lo esperaba su compañero. Cuándo éste le preguntó qué había pasado, se limitó a decirle: «Entra tú, que a mí me da la risa». Pues eso, después de marear la perdiz durante varios días y de meterse en charcos que lo dejaron mojado hasta la rabadilla, Valentín González Formoso, valor en alza de ese supuesto socialismo moderno que una parte de su partido preconiza como propuesta de futuro, se apartó hacia un lado y dijo: que pase otro, que yo me descojono.

Exponente de esa «nueva política» de la que tanto habla la alcaldesa de Lugo, el señor Formoso dijo cuando le preguntaron si estaba dispuesto a encabezar la candidatura socialista en las próximas autonómicas que su intención era «seguir casado». Así, con una nota de buen humor, se sacudió la incómoda curiosidad de los periodistas. Hasta ahí, todo bien. Después, cuando Méndez Romeu dio el paso para concurrir a las primarias, soltó aquello de que el futuro del partido no pasa por «portavoces de sesenta y pico años». Entonces, solo o mal acompañado, volvió a enredar. Sembró incertidumbre sobre la posibilidad de que también él aspirase a ser cabeza de cartel del PSdeG. Las dudas le duraron más bien poco. Sólo unos días después, el regidor de As Pontes, que es de la cuerda de Gómez Besteiro, al igual que Lara Méndez o Darío Campos, volvía a descartarse. Esta vez de manera explícita. La decisión era tan predecible como su discurso. El hombre se sacrifica por «responsabilidad» y «compromiso» con su provincia. Al final, opta por no romper su matrimonio con la Diputación de A Coruña. De paso, también renuncia a soltar el machito del poder para arrojarse al vacío. Conoce bien una experiencia previa. Tomó buena nota, seguro, de lo que le sucedió a su antiguo jefe de filas cuando alejó sus posaderas del sillón presidencial en San Marcos.

Ahora el candidato de Formoso es Fernández Leiceaga, que tiene cincuenta y pico. También lo es de la alcaldesa y del presidente de la Diputación de Lugo, o al menos eso parece, aunque no se mojen demasiado en público. El problema es que su principal rival, Méndez Romeu, es el preferido de un señor que encabezaba la lista socialista en la capital lucense en las últimas municipales. Un tal José López Orozco, regidor de la ciudad durante más de tres lustros y antiguo mentor del propio Gómez Besteiro. Su presencia en la presentación de la candidatura de Méndez Romeu no pasó desapercibida para nadie. Ahora bien, cada cual la interpretó desde su perspectiva personal. El propio candidato presentó a Orozco como «una referencia moral e institucional» dentro del partido por su «brillantísima trayectoria de gestión municipal». Su sucesora en el Ayuntamiento de Lugo, en cambio, calificó su preferencia como «la opinión personal de un militante de base». Ahí queda. Más ácido fue incluso el aspirante rival. Fernández Leiceaga afirmó que «es normal que los que están en política desde la Transición se apoyen unos a otros».

Lara Méndez también volvía a hablar, cuando se le preguntaba por el apoyo de Orozco a Méndez Romeu, de ese concepto tan difuso que es «la nueva política», pero sin aclarar muy bien a qué se refiere. Se supone que no tiene nada que ver con lo que está sucediendo en la Diputación. Mencionaba que las «nuevas generaciones», no del PP sino de los socialistas, están «irrumpiendo» en las administraciones locales con fuerza. Insistió en la necesidad de que aparezcan caras que aporten «frescura» en las instituciones y una imagen de renovación. También recordó que estamos ante un escenario político que requiere de «diálogo» y «consenso», algo para lo que, a tenor de sus palabras, los jóvenes están predispuestos genéticamente. Quizás ya se olvidó de que su «militante de base» gobernó con mayoría, absoluta y simple, en coalición y en solitario; pero también en minoría, incluso sometiendo la aprobación del presupuesto a una cuestión de confianza.

O algunos no somos muy largos de entendederas o es que no nos están explicando bien eso de la «nueva política». Hay inútiles de sesenta y pico y de treinta y tantos. Se percibe cuando abren la boca. Puede que los más jóvenes queden mejor en las fotos, pero esa es otra historia. De nada sirve un bonito escaparate en una tienda vacía.

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