Blog | Patio de luces

Black

UN CURIOSO suceso que se ha producido en Granada me ha llevado a pensar en el llamado Viernes Negro o Black Friday, como prefieran. Resulta que una mujer de 64 años fue detenida en esa población andaluza por retener en su domicilio al empleado de una empresa de fontanería cuando el pobre hombre quiso hacerle entender que el calentador de agua que ella misma había comprado, por su cuenta y riesgo, era demasiado grande. De nada sirvió, al parecer, que el trabajador le explicase que no había espacio suficiente para instalar un aparato de semejantes dimensiones en un espacio que era notablemente más reducido. La señora le dijo que hasta que pusiese a funcionar el calorífero, de allí no salía. Después de veinte minutos de negociación infructuosa, visto que la puerta de salida seguía cerrada con llave, el retenido tomó la decisión de llamar a las fuerzas del orden. Al poco rato, una patrulla lo rescató de su breve cautiverio.

A los agentes que se presentaron en su casa, la sexagenaria les aclaró el motivo que provocó su extraña forma de proceder. Vino a decirles que ella no podía estar sin agua caliente. Por eso lo hizo, sin más. No halló sin embargo comprensión al móvil de sus actos. Fue arrestada por un supuesto delito de detención ilegal y conducida a la comisaría más próxima. En otro momento y en otro lugar, quizás podría haberse autoproclamado presa política. Seguro que algún idiota se hubiese sumado a su causa. A fin de cuentas, este Estado represor y policial en el que vivimos coarta su derecho a remojarse a una temperatura adecuada. En su caso, las diligencias fueron remitidas al Juzgado de Guardia. Y punto.


El reclamo de las rebajas pesa a veces más que el sentido común de los compradores 

Muchas personas aprovecharán la jornada de hoy o incluso el fin de semana para hacer sus compras de Navidad con el descuento que ofrecen los comercios a cuenta del llamado Black Friday. Es una tradición importada de los Estados Unidos que ya cumple seis o siete años en nuestro país. Se celebra el último viernes de noviembre y se le llama así porque los negocios norteamericanos suelen vender mucho en esas veinticuatro o cuarenta y ocho horas, de modo que su contabilidad pasa de números rojos a negros en poco más de una jornada. Habría que ver como quedan las cuentas corrientes de los consumidores que se entregan con desenfreno a la práctica del shopping. Aquellos que hacen temblar sus respectivas tarjetas de crédito o de débito como si no hubiese un mañana. Alguno se pondrá amarillo, o incluso morado, al comprobar el saldo de su libreta de ahorros tras la bacanal del ‘Viernes Negro’. A veces, el reclamo de un precio reducido pesa más que el sentido común. Por eso me acordé hoy de la señora de Granada. Alguna vez me ha sucedido. Azuzado por las rebajas, al no encontrar mi talla en alguna prenda, he comprado una más grande, por si la temporada de cocidos me hacía ampliar estructura corporal. También me he llevado a casa una más pequeña, con la esperanza de ponerme a plan y conseguir un tipo fino. El resultado de tan descabellada idea es deducible. Por más que nos obcequemos, cada cosa quiere lo suyo. Podría intentar encerrar en mi casa al dependiente o a la dependienta de turno hasta que la camisa o el pantalón me encajasen, pero tengo la impresión de que sería contraproducente para mis propios intereses. El tamaño sí que importa. Para qué negarlo.

Los períodos de rebajas, que antes estaban mucho más marcados y eran claramente visibles en el calendario, se han ido difuminando en los últimos tiempos. Ahora, en Lugo, tenemos el Street Market -Comercio na rúa-, la Open Night -Noite Aberta-, las ferias oulet -para liquidar productos en Stock- o las Mid Seasons Sale -descuentos de mitad de temporada- Eso sin contar con que son muchos los comercios que usan precios reducidos en un determinado momento del año para reclamar la atención de los posibles compradores. Quiero pensar que todas estas iniciativas funcionan más o menos bien, porque poco a poco se van consolidando y en cada edición son más los establecimientos que se suman. Todo está cambiando.

Ahora parece que la Navidad empieza a finales de octubre o que ya es verano a principios de abril. Además, Internet lo ha revolucionado todo. Qué sentido tiene que los comercios con sede física en las ciudades circunscriban las rebajas a un período sumamente acotado del año, cuando los consumidores pueden encontrar descuentos a través de la Red durante los doce meses y en cualquier tipo de género. Esa es otra. El presidente de los comerciantes gallegos, José María Seijas, lo reconocía públicamente. Los negocios tradicionales que quieran sobrevivir tendrán que vender también on line. Combinar la atención al público en sus tiendas con el servicio a los internautas. Es el tiempo que nos toca vivir. Su recomendación es que se vea esta circunstancia como una oportunidad, nunca como un problema.

El consejo para los consumidores que hoy saldrán a la calle con la cartera en la mano es el mismo. Que aprovechen la oportunidad, pero que no la acaben convirtiendo en un problema. Black is Black, pero mañana será otro día.  

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