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Vergüenza

La situación de inestabilidad política en un momento tan delicado también nos afecta en Lugo
El diputado de Ciudadanos, Fran Carrillo. EFE
photo_camera "Estoy hasta los cojones de todos nosotros", dijo el diputado de Ciudadanos, Fran Carrillo. EFE

"SEÑORES, VOY a serles sincero. Estoy hasta los cojones de todos nosotros". Así, de una forma eminentemente gráfica y expeditiva, se expresaba uno de los diputados de Ciudadanos esta semana en el Parlamento andaluz. Aclaró, eso sí, cuando la presidenta de la Cámara le pidió que regresase "al decoro parlamentario", que tan sonora expresión no era de su cosecha. Explicó que esa frase ya había sido pronunciada en su día por el primer presidente de la I República, Estanislao Figueras, que en aquel momento de la historía tenía montado otro monumental guirigay en la sede de la soberanía popular. El político cordobés también reconoció públicamente, ante sus compañeros, que sentía "vergüenza de pertenecer a la clase política". 

Dijo sentirse así, abochornado por su propia condición, como consecuencia de lo sucedido en las últimas horas en Murcia o en Madrid, donde se habla de mociones de censura y de convocatorias anticipadas de elecciones en un momento en el que todo el país está sumido en una profunda crisis, con millones de parados, miles de autónomos arruinándose y mucha gente con sus derechos y su libertad personal limitados como consecuencia de la lucha a brazo partido contra la pandemia, una amenaza seria y real que sigue siendo la principal preocupación, de un modo u otro, para la mayoría de los individuos sensatos de este país. En cambio, parece que la cordura y el sentido común, ya por no hablar de la vocación de servicio público y de atención al interés general de la sociedad, escasea en determinados ámbitos de la política, que cada vez más se está convirtiendo, por obra y gracia de los irresponsables que la ejercen, en una actividad cainita e inútil para la gente.

"Damos vergüenza", dijo el señor diputado. Y tiene toda la razón. Si él está "hasta los cojones", no hace falta ser un candidato al premio Nobel para imaginar cómo estamos todos los demás. La gente que asiste atónita a las intrigas palaciegas y a las cacicadas de políticos populistas de toda ideología y condición, que juegan con las instituciones públicas y el dinero de todos, como si fuese una partida del Monopoly que sus papás depositaron un día a los pies del árbol de Navidad. Efectivamente, tenemos que darle la razón al parlamentario del partido naranja. Dan vergüenza, propia en su caso y ajena en los demás, porque su comportamiento deja mucho que desear.

Aquí, en Lugo, parece que el asunto no va con nosotros. Que nos queda un poco lejos. Pero no es cierto. Todo acaba por afectarnos de un modo u otro. Entre otras cosas, porque salimos una vez más de foco. Ahora mismo, toda la atención de los cargos públicos cuyo sueldo pagamos religiosamente con nuestros impuestos tendría que estar centrada en hacer las cosas bien para superar la pandemia cuanto antes y en salir de la crisis que ha provocado sin dejar a nadie atrás. A la situación política en Cataluña, que mantiene al país atenazado desde hace años, se sumarán ahora otros focos evidentes de inestabilidad. Correrán de nuevo ríos de tinta y la atención mediática se centrará en el espectáculo. Un sainete al que no será ajeno el propio Gobierno de España. O mejor dicho, los partidos que lo forman o que lo apoyan, que tendrían que estar pendientes de asuntos más perentorios. Se le prestará menos atención a lo verdaderamente importante, para atender a los líos de salón provocados por aquellos que solo están preocupados por mantenerse o por asaltar el poder. Digan lo que digan.

Hace unos días, solo Madrid se negaba a acatar el cierre perimetral de las comunidades autónomas dispuesto por las autoridades sanitarias para la Semana Santa y el inminente puente festivo de San José. Curiosamente, su presidenta hablaba de "madrileñofobia" para justificar una vez más su gusto por nadar contra corriente. No se trata de eso. Es una cuestión de responsabilidad. No queremos dar pasos atrás. Lo tuvo claro el presidente de la Xunta, que es de su mismo partido.

No me extrañaría que, visto lo visto, más que cerrar Galicia algunos prefieran precintarla. "Hasta los cojones" es poco. 

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