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Trampas al solitario

Mesa preparada para una celebración. PIXABAY
photo_camera Mesa preparada para una celebración. PIXABAY

NO ES FÁCIL que la gente se ponga de acuerdo en un asunto tan delicado y personal como este. En realidad, no es sencillo satisfacer a todo el mundo en casi nada. En función de nuestras propias circunstancias y forma de pensar moldeamos nuestra opinión sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Por supuesto, puede coincidir con la de otros, pero cada uno tiene la suya. En este caso no es diferente. Las autoridades sanitarias, después de escuchar al comité clínico que asesora a la Xunta de Galicia, ha tomado una serie de decisiones y ha emitido unas recomendaciones para que pasemos las próximas fiestas de Navidad de la forma más segura posible. Entiendo que en las actuales circunstancias, todavía sumidos en la segunda ola de una pandemia que ha provocado la muerte de cientos de personas en la comunidad autónoma, no existe una solución perfecta.

Quiero pensar que nuestros políticos, al menos en este momento y en relación con este asunto, han tratado de elegir la opción menos mala. Aquella que, a su juicio, puede evitar que los contagios por coronavirus se disparen a mediados de enero y provoquen, como consecuencia inmediata, un incremento inasumible de la presión asistencial sobre el sistema público de salud.

Es evidente que en esta ocasión no podremos celebrar la Navidad como en años anteriores. No es menos cierto, en todo caso, que los últimos meses no se parecen tampoco en nada a situaciones vividas con anterioridad. Hemos estado meses confinados en nuestras propias casas y en la nueva normalidad nos hemos adaptado a restricciones impensables en otro momento, con el municipio de Lugo cerrado perimetralmente, un toque de queda para regresar a casa a las once de la noche o la imposibilidad de quedar con un grupo de amigos para tomarnos unas cañas después del trabajo. Esto todavía no se ha acabado. Ese es el problema. A pesar de que estas fiestas son fechas muy señaladas y la tradición es reunirse con la familia y con los amigos, nuestros allegados, por utilizar el concepto de moda, tenemos que aceptar las circunstancias. Igual que lo hemos venido haciendo desde principios de este 2020, un año que expira en menos de dos semanas y que muy pocos echarán de menos.

Sobre las medidas adoptadas por la Xunta de Galicia hay opiniones para todos los gustos. Siempre pasa, insisto. Nada más conocerse las decisiones del gobierno gallego, hablaba en el parque con los padres de otros niños sobre lo que nos espera en fechas próximas. Había quien calificaba las recomendaciones del comité clínico como totalmente insuficientes y se mostraba partidario de que cada uno pasase las fiestas en su casa. Otros pedían que se estableciesen cierres perimetrales, en la comunidad autónoma, por provincias e incluso municipio a municipio. También había gente harta de las restricciones, hastiada ante la inminencia de unas fiestas que no se presentan propicias para levantar el ánimo del personal, muy castigado en los últimos meses.

Por supuesto, había quien se quejaba por la previsible ausencia de sus seres queridos en la mesa de Navidad, personas que llevan ya algunas semanas sin ver a sus padres, ya mayores, a pesar de que viven a pocos kilómetros de Lugo. De todo había. Incluso escuché la opinión de aquellos que aún conservan algo de confianza en el ser humano y se mostraban partidarios de que se nos permitiese, como individuos, "autogestionarnos". Asumir la responsabilidad de nuestros propios actos. A fin de cuentas, eso sería lo ideal, que todos fuésemos plenamente conscientes de lo que sucede. Que aceptásemos la prudencia que nos reclama esta situación como el mal menor.

Es cierto que estos días también escuché a otra gente hablar sobre la posibilidad de asumir de forma más o menos laxa esas recomendaciones. Los que se conducen por ese camino se apoyan en la idea de que nadie va a ir casa por casa vigilando quién se sienta a la mesa. El conselleiro de Sanidade nos pedía esta semana que no nos hagamos "trampas al solitario". Sabía de lo que hablaba. La vacuna llegará pronto. Sería triste morir en la orilla después haber nadado tanto.

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