Blog | Patio de luces

Pastores

Las peleas entre jóvenes los fines de semana son ahora más visibles por su difusión a través de las redes sociales
Participantes en la pelea del pasado fin de semana junto a la catedral. EP
photo_camera Participantes en la pelea del pasado fin de semana junto a la catedral. EP

SIEMPRE hubo peleas. Recuerdo de mis años mozos enfrentamientos muy violentos. No digo que todos los fines de semana, porque sería exagerar, pero de forma más o menos frecuente había reyertas los sábados por la noche. Algunas que surgían de forma casual, otras provocadas por viejas rencillas, que flotaban en el líquido de los cubatas como los cubitos de hielo. El alcohol, las drogas, la efervescencia de la juventud y, por qué no decirlo, la mala educación, la estupidez y la incultura son el sustrato perfecto para que germine la violencia, incluso de la forma más absurda, primaria e injustificada.

Los excesos de la madrugada, por los que casi todos hemos pasado alguna que otra vez a lo largo de nuestra vida, no maridan bien con la sensatez, el sosiego y la templanza. Hay gente que ve mermadas sus facultades por el consumo de bebidas espirituosas, estupefacientes, o la combinación de ambas. Otros son gilipollas de nacimiento o de condición, y esas circunstancias exógenas solo acentúan sus virtudes. Por supuesto, hay personas malas, con intenciones peores, y matones al uso, abusones que disfrutan exhibiendo su fuerza sobre aquellos a los que consideran una presa. También hay individuos con serios problemas mentales. De todo hay, por desgracia. Todo se mezcla, seguramente, a esa hora en la que todos los gatos son pardos y se tambalean por las aceras de vuelta a sus madrigueras.

Circulan por las redes sociales vídeos de peleas nocturnas en Lugo que ponen los pelos de punta. Son inquietantes, sobre todo para aquellos padres que tienen a hijas o hijos en edad de salir por las noches. También para esos otros a los que les falta poco tiempo para entrar en esa etapa de la vida en la que duermes poco los fines de semana, aunque estés tumbado en tu propia cama. Como digo, siempre hubo peleas. Reacciones muy violentas, seguramente tan duras como las que reproducen esas imágenes que impactan e hieren la sensibilidad de mucha gente que las ha visto. Patadas en la cabeza, heridas abiertas, dientes rotos, huesos fracturados y la sinrazón desatada entre personas con las que convivimos. La diferencia es que antes esos sucesos tan solo los contemplaban unas cuantas personas. Los propios implicados y algunos testigos, como mucho. Ahora son objeto de consumo masivo. Fotogramas virales de factura casera, por obra y gracia de las nuevas tecnologías y de esa cultura de la sobreexposición a la que algunos se entregan y otros padecen.

Precisamente, un amigo que es agente de policía me contaba que hay una diferencia muy evidente entre lo que sucede hoy y lo que ocurría hace un par de décadas, cuando ambos salíamos habitualmente por las noches. En sus primeros años de servicio, cuando acudía con sus compañeros a un lugar en el que se estaba produciendo una pelea de madrugada, al llegar, normalmente, había alguna gente intentando separar a los que se estaban zurrando. "Hoy llegas y ves a un montón de personas grabando con el móvil". A esa circunstancia, y al abuso que se hace de drogas y alcohol, atribuye el hecho de que esos enfrentamientos sean más violentos y con el resultado de lesiones más graves.

Es normal que los vecinos y los hosteleros pidan más presencia policial y medidas que contribuyan a mejorar la seguridad, como instalar cámaras de vigilancia en las zonas más conflictivas. Seguramente, todo ayuda. Sin embargo, no tengo nada claro que la solución al problema vaya a llegar por esa vía. Los problemas se mueven con agilidad, al igual que la gente que los provoca. Este fin de semana, sin ir más lejos, una veintena de agentes peinaron los dos locales de ocio nocturno en cuyo entorno hubo más líos en las últimas semanas.

Esta situación me recuerda al trabajo que realizan los pastores. Uno solo, como mucho con la ayuda de sus perros, tiene que cuidar de muchas ovejas. Puede que alguna se descarríe. Para eso está él, para asegurarse de que llega sana y salva al redil. Sin embargo, si todas las demás no salen educadas de casa y se mantienen en el camino, difícilmente podrá controlar el rebaño. La Policía hace su trabajo. Casi siempre bien. Las familias, los centros educativos y el entorno que rodea a nuestros jóvenes tienen, tenemos, que intentar hacer el nuestro. Si no es así, no habrá pastores suficientes para sujetar a semejante manada.

Comentarios