Blog | Patio de luces

Nosotros

Son los lucenses quienes le insuflan vida cada año a un Arde Lucus que aspira a ser de Interés Turístico Internacional

YA ESTAMOS metidos en faena. Aunque el cuerpo me pedía hablar esta semana del escándalo del nuevo auditorio, porque realmente me parece vergonzoso todo lo que está sucediendo en torno a una infraestructura cultural que lleva años cerrada después de una inversión que superó de largo los veinte millones de euros, creo que habrá instantes más oportunos. Tengo la impresión de que el asunto no se va a resolver en breve, aunque el gobierno local asegura que en las próximas semanas licitará los trabajos necesarios para ponerlo en perfecto estado de revista y abrirlo lo antes posible. Ojalá, por el bien de todos. Con el ritmo inflacionista de las inversiones que supuestamente tiene que realizar la administración local para que podamos disfrutarlo, si el Ayuntamiento no agiliza el contrato, a lo mejor nos sale más a cuenta tirarlo abajo y hacer uno nuevo. Es un decir. Algo falla en el relato, en todo caso, y habrá que aclararlo en su momento. La factura pendiente ha ido subiendo en decenas de miles de euros. Y la vamos a pagar entre todos.

Pero ahora no estamos a eso. Ayer fuimos pacíficamente invadidos por las tropas del general Cayo Antistio, que cruzaron el puente romano para instalarse durante todo el fin de semana en el casco histórico de la vieja Lucus Augusti, orgullosa capital de esa Galicia profunda de la que hablaba una ya tristemente famosa jueza de Marbella. Ahora toca sumarse a la resistencia o cultivar la pax romana, con actos de fraternidad y de buena voluntad hacia los conquistadores. Que cada cual escoja su camino. La inculturación o la rebeldía militante. El abrazo sincero, la lisonja interesada, la conspiración silenciosa o el enfrentamiento directo con el enemigo. Seamos pacíficos o guerreros, lo importante es pasárselo bien. Ya habrá tiempo para solventar cuitas pendientes con algunos nativos.

Aunque cada uno sabe de sus circunstancias, creo que hay ganas de fiesta. El Arde Lucus recupera su esplendor después de dos años muy difíciles para todos. Esta celebración tiene en este momento el carácter de un punto de inflexión. A pocos días del solsticio de verano, acompañados por el tiempo seco y las temperaturas agradables previstas para todo el fin de semana, se presenta como una especie de renacimiento, como un momento de liberación, después de una etapa en la transitamos con la cara tapada y el ánimo subyugado por el miedo a un enemigo invisible. Hasta la pandemia, Lugo ardía un año tras otro y la llama de la fiesta nunca dejó de crecer. Es tiempo de insuflarle oxígeno, aunque sea con la prudencia que marcan los tiempos, para que reavivarla con fuerza.

El Arde Lucus es un éxito de sus creadores. De aquellos que tuvieron la idea y se animaron a ponerla en práctica. Los inicios nunca son fáciles. El triunfo tiene mil padres, pero el fracaso siempre es huérfano. Es motivo de reconocimiento para los sucesivos gobiernos municipales que decidieron apostar por ella y, convencidos de que todavía no había tocado techo, se implicaron para hacerla cada vez más grande, llamativa y atractiva para aquellos que nos visitan. Sin embargo, quienes realmente se merecen la mayor de las felicitaciones son las legiones de lucenses que, de un modo u otro, se han implicado en número creciente en su desarrollo. En su evolución han tenido mucho que ver las asociaciones de recreación histórica. El presidente de los hosteleros lucenses reconocía abiertamente esta semana que su sector "les debe mucho", por su trabajo "ímprobo" e "inconmensurable".

La fiesta somos los lucenses y nuestra es la fiesta. Pero debemos estar encantados de compartirla. De eso se trata. De que cada vez más gente venga a visitarnos para conocer lo que fue, lo que es y lo que esperamos que llegue a ser nuestra ciudad. Está bien despertar el interés turístico nacional, pero llegar a hacerlo en el ámbito internacional es todavía mejor. Casi todo depende de nosotros. Y eso es bueno. O debería serlo.