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Ni la una ni la otra

COMIENZA OTRA CAMPAÑA electoral. Sinceramente, no les envidio el puesto a los responsables de organizar este sarao en los partidos que se juegan las castañas el próximo 26 de junio. A estas alturas de la película, después de haber pasado anteayer [miércoles] por otras elecciones generales y de haber soportado medio año de incertidumbre sobre la posible formación de un nuevo gobierno que finalmente no llegó a nacer, sin duda hay que tener mucha imaginación para articular un discurso medianamente fresco. Es prácticamente imposible. Da la sensación de que está todo dicho. Casi todo lo que nos están contando suena a viejo. Los sufridos contribuyentes hemos tenido la oportunidad de enterarnos muy bien de dónde están unos y otros, por más que ahora, con los comicios a tiro de piedra, algunos traten de reubicar su posición en el mapa electoral para seguir cosechando apoyos en las fincas de sus rivales. Parece difícil que estos quince días que nos separan de la inminente cita con las urnas vayan a servir para revolcar la intención de voto de unos electores que, a día de hoy, seguramente lo tendrán más o menos claro. De hecho, es incluso poco probable que haya desvíos realmente llamativos de la senda dialéctica que hemos venido padeciendo en el último año por parte de cada uno de los aspirantes. Seguramente, sólo percibiremos matices a la gramática política que se le presupone a cada uno.

Ha quedado claro que el diálogo entre la CHMS y el Ayuntamiento de Lugo es nulo

Lo cierto es que da igual cuando comience oficialmente. Da la sensación de que estamos permanentemente en período preelectoral y que sólo de vez en cuando hay algún que otro momento de relativa calma, sin llamadas a las urnas en la siguiente hoja del calendario. Pasamos demasiado tiempo en campaña, con todo lo que ello supone para el funcionamiento de las instituciones públicas. Sin duda, la proximidad de unas elecciones condiciona su propia actividad de acuerdo con el criterio de los políticos que las dirigen. La forma de proceder responde muchas veces a sus propias urgencias o apretones cortoplacistas. Casi siempre por motivos ajenos a los verdaderos intereses de los ciudadanos, a menudo se producen encontronazos entre administraciones que no comparten las mismas siglas de gobierno. Los roces entre correligionarios se desinfectan con agua oxigenada, pero los cardenales por fricciones con los rivales se inflaman por ambas partes con puñados de sal para alimentar polémicas estériles. 

Desconozco si ese es el motivo de las desavenencias. Lo que resulta evidente es que entre la Confederación Hidrográfica Miño Sil y el Ayuntamiento de Lugo no hay buen rollo. A simple vista, ni siquiera hacen uso de la mínima cortesía y colaboración institucional que debería existir para que los intereses de los ciudadanos, en aquellos asuntos en los que confluyen ambas administraciones, queden convenientemente preservados. Más allá de quien sea el verdadero culpable de los últimos desencuentros, lo que ha quedado de manifiesto es que el diálogo entre el organismo de cuenca y la administración local no existe. Es, en cualquier caso, el mejor de los diagnósticos, porque si realmente hablan entre sí sobre los temas que ambas se traen entre manos, está claro que sólo son capaces de mantener una conversación de besugos. 

Lo intentó el presidente de la Confederación, pero no es fácil de explicar lo que ha sucedido con la rotonda de acceso al puente de Paradai. Resulta ridículo que se hayan ejecutado unas obras sin que los promotores de las mismas hayan presentado la pertinente solicitud acompañada del proyecto. No es menos hilarante que la amenaza de derribo llegue por la denuncia de una organización ecologista. El ciudadano tiene derecho a que alguien le aclare por qué la administración local no hizo un trámite obligatorio que se le exigiría con mucha más diligencia a un particular y por qué el organismo de cuenca, que tiene el cometido de velar por el dominio público hidráulico, no dijo nada hasta este momento. 

Tampoco queda muy claro que ha pasado con la playa fluvial que iba a crear la Diputación Provincial en el cauce del río Miño. Francisco Marín simplificó bastante el asunto. Aseguró que Lugo sigue siendo una ciudad sin un área pública de baño simplemente porque la institución provincial no presentó en el plazo estipulado la pertinente declaración de impacto ambiental para actuar sobre una zona protegida. Campos dice que falta comunicación entre el organismo de cuenca y el Ministerio, porque un informe elaborado por un comité científico impide ubicar los pantalanes en la zona en la que estaba proyectada su instalación. Cada uno a lo suyo. 

No importa demasiado cuál de las dos administraciones ha sido más negligente o incapaz. Ambas son responsables. En vez de tirarse los trastos a la cabeza, deberían haber arrimado el hombro para sacar adelante algo bueno para Lugo. Para los ciudadanos que les pagan el sueldo a unos y a otros. Los mismos lucenses que nos cocimos los dos últimos días a treinta grados, mientras silbábamos aquella que dice: "Vaya, vaya, aquí no hay playa".

* Artículo publicado en la versión impresa de El Progreso el día 10/06/2016

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